Rajoy en una entrevista con Carles Puigdemont en octubre de 2017.

“El PP nunca negocia nada con asesinos y terroristas”. “El PP jamás se sienta a dialogar cara a cara con los que quieren romper España”. Esos mantras que los populares repiten una y otra vez, machaconamente y hasta la saciedad (sobre todo cuando se acercan unas elecciones generales) se han convertido en los arietes principales del discurso de Pablo Casado en esta precampaña electoral. Sin embargo, de una forma o de otra, la verdad siempre acaba resplandeciendo y las mentiras ponen en evidencia la “política basura” que acostumbran a practicar los dirigentes del principal partido de la oposición.

José  María Aznar negoció con lo que él llamó movimiento vasco de liberación nacional; y Mariano Rajoy, como no podía ser de otra manera en un presidente responsable, estuvo meses dialogando con Artur Mas y con Carles Puigdemont. Esta última engañifa, este enésimo fake o bulo del Partido Popular –el de que nunca hablará con los soberanistas– ha quedado desmontado por sí solo esta misma semana, durante el juicio contra los doce acusados de impulsar el ‘procés’ independentista en Cataluña. La mentira de Casado de que el PP jamás ha negociado ni negociará nada con los que quieren romper España saltó por los aires en cuanto Rajoy entró en la sala de vistas del Tribunal Supremo para declarar el pasado miércoles como testigo en el juicio del ‘procés’.

Durante toda su comparecencia, el político gallego dio la sensación de ser como ese funambulista inseguro que puede resbalar en cualquier momento del alambre y precipitarse al vacío. Desde el primer momento, el expresidente era perfectamente consciente de que su gestión de la crisis catalana no solo fue nefasta −por enviar a los antidisturbios a Cataluña y por judicializar un problema político, lo que agravó aún más la crisis− sino que estuvo asentada sobre una serie de mitos y falacias que iban a quedar al descubierto con las preguntas de los abogados, como así fue.

A preguntas de los letrados, Rajoy tuvo que reconocer que efectivamente su Gobierno autorizó una mesa de negociación con los líderes independentistas. Para ello, no solo se constituyó un misterioso organismo en la sombra, una especie de gabinete de crisis con carácter de secreto y reservado que fue bautizado como ‘Comité Restringido’, sino que el expresidente incluso aceptó la figura de un mediador como Iñigo Urkullu, tal como confirmó al día siguiente el propio lehendakari.

Aquella mesa de negociación –de la que no se informó a la prensa y de la que hasta ahora no se tenía conocimiento− estaba formada por al menos un miembro destacado del PP, otro del PSOE y un tercero de la Generalitat de Cataluña. En su declaración ante los magistrados del Alto Tribunal, Rajoy reconoce que esos contactos y reuniones a tren bandas se produjeron, aunque dice no conocer la existencia del citado comité con tal nombre. “Pero sí, hubo conversaciones…”, ratifica con rotundidad el ex presidente del Gobierno, que como testigo tenía la obligación de decir la verdad ante el tribunal. Quizá esa obligación de no mentir, ese temor a incurrir en falso testimonio en sede judicial, haya permitido que esta vez los españoles sepan toda la verdad.

Tras las reveladoras sesiones del Supremo de esta semana resulta evidente que aquel organismo de negociación ultrasecreto, el ‘Comité Restringido’, tenía como objetivo mantener abierto el cauce de comunicación entre la Generalitat de Cataluña y los dos principales partidos nacionales. “No me consta que se llamara Comité Restringido, pero conversaciones siempre las ha habido a lo largo de la historia. Yo mismo me entrevisté con Artur Mas en seis ocasiones y otras dos con Carles Puigdemont y otros miembros de la Generalitat. Esas conversaciones son algo absolutamente normal en política”, aclara el expresidente del PP.

En aquel Comité se habló de todo, incluida la celebración de un referéndum de autodeterminación para Cataluña, aunque finalmente las negociaciones fracasaron. Carles Puigdemont exigía una consulta pactada con el Estado español mientras que Rajoy se negó en rotundo. Ambos mantuvieron posturas maximalistas y terminaron levantándose de la mesa sin acuerdo. “Desde que me reuní con Artur Mas en ningún caso el Gobierno de España iba a liquidar la soberanía nacional; sobre eso no había absolutamente nada de qué hablar”, concluye Rajoy en un momento de su declaración a preguntas del letrado de Vox. “Es falso que se pactara un referéndum. Yo no iba a autorizar un referéndum; no ha habido acuerdo, ni siquiera conversaciones para su celebración”, asevera.

Queda claro por tanto que en aquel oscuro ‘Comité Restringido’ se habló de la espinosa cuestión del referéndum de independencia que para el PP de Casado es hoy una especie de tabú. Otra cosa es que el Gobierno de España estuviese dispuesto a autorizar la celebración de una consulta que el Tribunal Constitucional declaró ilegal. Pero hablarse se habló.

La declaración de Rajoy dinamita la mayor de las mentiras que Pablo Casado pretendía poner en juego durante su campaña de cara al 28A: que el PP no negocia con traidores, que Pedro Sánchez es un “felón” por ponerse de rodillas ante Quim Torra y que su intención es romper España por aceptar la propuesta de los independentistas con los famosos 21 puntos de negociación, entre ellos el referéndum pactado y la figura de un mediador. Nada de eso es verdad. Sánchez ha llegado exactamente hasta la misma frontera a la que llegó Mariano Rajoy con su misterioso ‘Comité Restringido’: todo el diálogo dentro de la Constitución; nada fuera de la Carta Magna. No ha habido claudicación, ni traición, ni felonía de Sánchez. La comparecencia de Rajoy deja sin su arma principal a Casado. Ahora el candidato a la Moncloa tendrá que buscarse otra mentira.

1 COMENTARIO

  1. Del putrefacto partido de la felonía, la mentira, y la apología de la violencia no se podía esperar nada de cierto y nada de bueno.Un partido, declarado, asociación para delinquir. Este y no los representantes de la República Catalana deberían estar delante de un juez, justo y honrado. Con leyes justas, nacidas del Pueblo y, no de un genocidio.

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