La Convención de la ONU de Lucha contra la Desertificación (CNULD) ha presentado en el marco de la COP28 un informe que recoge los últimos datos relacionados con la sequía en el mundo, y éstos apuntan a "una emergencia sin precedentes a escala planetaria, en la que los impactos masivos de las sequías inducidas por el ser humano apenas están empezando a manifestarse".
El retrato global de la sequía "revela la urgencia de esta crisis y el imperativo de aumentar la resiliencia en todo el mundo", comenta Ibrahim Thiaw, secretario ejecutivo de la Convención. "Necesitamos una transformación profunda para hacer frente a sequías que cada vez son más frecuentes y graves, reduciendo los niveles de los embalses, hundiendo el rendimiento agrícola, afectando la diversidad biológica y extendiendo las hambrunas".
El informe ha sido elaborado en colaboración con la Alianza Internacional para la Resiliencia a la Sequía (IDRA).
Lluvias impredecibles, pérdidas agrícolas
El organismo destaca, por ejemplo, que la cuenca hidrográfica del Plata en Brasil y Argentina no vivía una sequía tan grave como la de 2022 desde hace 78 años. Esta situación ha reducido el rendimiento agrícola y afectado a los mercados mundiales de cultivos.
En concreto, se prevé una caída del 44% en la producción de soja de Argentina en 2023 en comparación con los últimos cinco años. Ello supone la cosecha más baja desde 1988 y 1989, lo que puede contribuir a una caída estimada del 3% en el PIB en el país este año.
De igual modo, la sequía se manifestó el año pasado en Europa fue la más grave de los últimos 500 años.
En el Corredor Seco de Centroamérica, 1,2 millones de personas necesitan ayuda alimentaria tras cinco años de olas de calor y lluvias impredecibles.
Las predicciones apuntan a que 170 millones de personas sufran sequías extremas si la temperatura media mundial aumenta 3º por encima de los niveles preindustriales. Esto representaría 50 millones más de lo previsto si el calentamiento se limita a 1,5º.
Soluciones
El documento destaca la restauración del suelo, la gestión sostenible de tierras y las prácticas agrícolas respetuosas con la naturaleza como aspectos críticos para aumentar la resiliencia global al fenómeno.
"Adoptando técnicas agrícolas como cultivos resistentes a la sequía, métodos de riego eficientes, labranza cero y otras prácticas de conservación del suelo, los agricultores pueden reducir el impacto de la sequía en sus cosechas y en sus ingresos", señala.
La gestión eficiente del agua es otro componente clave de la resistencia mundial a la escasez, Esto incluye la inversión en sistemas sostenibles de suministro de este recurso, medidas de conservación y la promoción de tecnologías eficientes para su uso.
La preparación ante los desastres y los sistemas de alerta temprana también son esenciales. Invertir en vigilancia meteorológica, recopilación de datos y herramientas de evaluación de riesgos puede ayudar a responder rápidamente a las emergencias por la sequía y minimizar sus impactos.
Cooperación internacional y respeto a la vida
Los autores concluyen que para aumentar la resiliencia mundial a la falta de agua es necesaria la cooperación internacional, el intercambio de conocimientos y la justicia medioambiental y social.
"El único modo de avanzar es respetando los límites planetarios y las interdependencias de todas las formas de vida. Tenemos que llegar a acuerdos globales vinculantes sobre las medidas proactivas que deben tomar las naciones para reducir las sequías", señalan.