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Verstappen: sí, pero no cómo siempre

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análisis

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Sí. +No cómo siempre. Verstappen, Max Verstappen, ganó una carrera que fue como deberían ser todas, o al menos la mayoría, de las carreras en Fórmula 1: con alternativas y emoción. Sí con alternativas nacidas de circunstancias auténticas: el ancho real de la pista, el viento y la lluvia. No con alternativas creadas artificialmente en los despachos:

no le pises los callos a tu suegra,

si te huele el aliento y rozas con el nudillo la falda de tu compañera diez segundos de penalización

y mañana te quedas sin recreo.

Todo era verdad, todo olía a verdad, todo era Holly Mary en el circuito Gilles Villeneuve de Canadá. Cualquiera se podía estrellar contra el muro. CONTRA EL MURO DE LOS CAMPEONES. Y cualquiera podía ganar la carrera. La sombra protectora de Adrian Newey ya apenas protege ni a RedBull ni a Verstappen. Pero ahí estaba el holandés, grande como el más grande de todos los tiempos, sacando de dónde no había:

-Te has equivocado, Lando Norris, ¡y te paso! Y te has vuelto a equivocar y no consigues adelantarme al salir del pit-lane.

-No eres tan bueno como te crees, George Russell.

Aunque sí, por supuesto, Russell es buenísimo, como es buenísimo Norris o Piastri, y aún más bueno que ninguno de los anteriores el piloto del que no se habló porque lo hizo todo perfecto: salió sexto y quedó sexto sin que en ningún momento lograran afectarle a sus planes las circunstancias. Fernando Alonso.

Estábamos aburridos de ver ganar a Verstappen, porque era aburrido cómo no ganaba. No por él. No porque él nos caiga mal o nos aburra.

Nuestro aplauso, Max. Bien conducido y bien jugado.

Tigre tigre.

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