¿Te acuerdas cuando eras un bebe? Por si lo habías olvidado ¡Tu también fuiste un bebe! Y no, no naciste con tu metro setenta, asúmelo de una vez, tu madre es como las demás y no desarrolló la capacidad uterina hasta esos niveles.

¿Recuerdas las veces que te caíste? No te preocupes, te refresco la memoria, después de meses en una cuna babeando, decidiste que querías descubrir el mundo por ti mismo, claro te hacía falta andar y salir de esa cuna que seamos francos ya se te hacía pequeña. Si piensas que simplemente te levantaste y diste los primeros pasos así sin más, acéptalo de una vez sigues sin ser el hijo de una súper mamá con un gran útero. Sé que es difícil de creer pero empezaste a gatear antes que andar, y ni te nombro las veces que te caíste antes de dar el primer y segundo paso, pero todas te levantaste, todas las veces volviste a intentar lo que por naturaleza nos es inherente. Y, por si no lo sabes, en tu mente de bebé no existía la ansiedad por acelerar el proceso, muy al contrario que tus padres, intranquilos porque aún no dijiste papá o mamá, o porque aún no podías sostenerte con tus piernecitas.

Y ahora que eres como tus padres, que dejaste de ser bebé y que cambiaste el hecho de descubrir por el de pensar, te llenas de ansiedades, de miedos y quieres acelerar todos los procesos.

Claro que esto es porque vivimos en el mundo de la inmediatez, de la competencia, el individualismo, en un entorno que a veces va incluso más rápido que nosotros y en su carrera olvidamos detenernos y simplemente ser.

La vida es una declaración de intenciones seguida de un acto que tiene sus consecuencias, y dejamos a un lado el proceso de caminar y descubrir hasta llegar a nuestra meta.

Si dentro de tu declaración de intenciones está la de ser escritor, si no puedes dejar de escribir en tu mente, aunque no plasmes ni una sola palabra en el papel, entonces estas en el camino. ¡Vale! Es cierto, no nos vamos a mentir, todos queremos un betseller, millones de libros vendidos y ganar unos cientos o miles más, pero créeme que eso no te hace un escritor. Existen escritores muy valorados que odiaban su trabajo, que aprendieron la técnica y lo veían una simple salida más al momento en el que vivían. Las motivaciones para escribir son diversas, pero si no pudieras dejar de hacerlo por el resto de tus días, si la respuesta es un rotundo si, el alma de escritor, publiques o no, la tienes tatuada en tu ser.

A pesar de esto nos volvemos impacientes en los resultados, pues te recuerdo que también somos humanos y necesitamos alimentar no solo nuestro cuerpo si no el ego.

La impaciencia es el peor compañero de viaje no solo para el escritor, para todo en la vida, y es que te vuelvo a recordar que antes de echar a correr, hay que gatear y andar primero, comprender que todo tiene un proceso. Como olvidamos ser bebés, muchos cometemos el mismo error, y cuando queremos las cosas para ayer, una buena aliada de vida es la Paciencia Inteligente, reconocer los tiempos de espera y maduración, controlar las emociones pues hay un tiempo para hacer las cosas y un tiempo para dejar que sucedan…

La Paciencia Inteligente es otra declaración de intenciones que con la actitud adecuada, el esfuerzo necesario y la fe inquebrantable… puedes alcanzar lo que quieres y sientes dentro de ti.

Escribir puede parecer una tarea ardua, pero no lo es tanto, sólo hay que centrarse en el ser y no correr, “La teoría en el ser hacer tener”.

Cuando te centras en el ser y no en el estar, entras en tu sistema de raíces, te conoces a ti mismo, te centras en tus debilidades para convertirlas en fortalezas, pero, como a todo ser humano, no nos gusta los esfuerzos y queremos resultados inmediatos, y llenamos la copa de la impaciencia, y en vez de hacer, aparentamos ser y no hacemos nada, y curiosamente así esperamos tener.

“Quien mira hacia dentro despierta, quien mira hacia fuera sueña”

Ser y escribir es como entrar en un estado de meditación, donde se establece un incremento de creatividad, sentarse a solas en una habitación, dar conciencia a lo que estás haciendo, no irte con tus pensamientos, miedos y preocupaciones, cabe decir que la música suele ser una gran aliada para sumergirse en este estado. El espacio que existe entre las notas musicales es lo que crea la música, sin ese espacio sólo habría ruido. Lo mismo ocurre con los pensamientos cuando no existe un espacio entre un pensamiento y otro sólo tenemos ruido en la mente, en el estado de meditación es posible la poesía.

En cambio nos zambullimos en el ruido de nuestros pensamientos e imploramos ¡¡Señor dame paciencia y dámela ya!!

 

 

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