A Boris Pérez no le gustan los días de mucho calor. Aguanta mejor el frío. El calor excesivo, sobre todo en algunos días de verano, lo lleva con dificultad. Tampoco es amigo de usar el aire acondicionado y lo considera un último recurso.
Recordó a Willis Haviland Carrier, que fue un ingeniero e inventor estadounidense. Hay otro Willis que es mucho más famoso, un tal Bruce, con quien no tiene parentesco conocido. A Willis Carrier la historia todavía no le ha dado la importancia que se merece por su invención: el aire acondicionado. La primera instalación doméstica de aire acondicionado se realizó en el año 1914 en Minneapolis.
Boris intentó reproducir cómo habría aparecido la idea de este invento, que viene a tener el mismo fundamento que un frigorífico, también llamado nevera o refrigerador, tan imprescindible en todas las casas hoy día.
El frigorífico mantiene fríos los productos que tiene en su interior, e imaginó a Willis Carrier un día en que habría una ola de calor, sentado en su casa mientras miraba con envidia a una botella de leche fría en el interior de su nevera. En ese momento quizás pensaría en cómo construir un refrigerador que fuera lo suficientemente grande y capaz como para meterse él mismo dentro.
El siguiente razonamiento debió ser sustituir las paredes del frigorífico por las paredes de la vivienda, es decir, convertir la casa en un frigorífico. Con esta idea solo faltaba construir el motor e instalarlo en algún lugar del domicilio. Mirando por la ventana pensaría que la potencia del motor debería tener en cuenta el tamaño de la vivienda pero también la diferencia entre la temperatura de la calle y la que se quiere dentro de la casa, porque no es lo mismo que fuera haga 40 grados que 25.
Hoy el aire acondicionado forma parte de esas comodidades imprescindibles. Se hace duro trabajar en una oficina en verano sin aire acondicionado, o ir a un comercio, cine o local que no lo tenga, cuando hace tan poco tiempo el único aire acondicionado que existía se llamaba abanico.
Boris pensaba esto en plena ola de calor que se le hacía eterna cuando se encontró con su amigo Carlos. “Convéncete de que no hay ninguna ola de calor, Boris”, le dijo Carlos. “En verdad hace fresquito, lo que pasa es que con tanto calor no se nota”.