Querido Jomián:
Hace casi cuatro años que nos dejaste, hace casi cuatro años que tú madre tuvo que usar el dinero que se te concedió para una nueva silla de ruedas en tu propia incineración. También hace casi cuatro años que pidieron a tu madre, Yulisa, esos 2.736 euros de tu silla de ruedas, cobrando ella 640 euros de pensión, con la cual os mantenía a ti (con todos los gastos extras, debidos a tu Discapacidad) y a tus tres hermanos. Y hace casi cuatro años también desde que mis amigos de la Plataforma de Apoyo a la Ley de Dependencia de Castilla-La Mancha organizasen una campaña de “cowdfunding” para pagar ese dinero que os pedía la Junta de Castilla-La Mancha.
Pues bien, mi querido amigo, ignoro si en algún lugar podrás leer estas líneas, pero espero no hayas escuchado a la señora que hizo a tu madre devolver el importe de tu silla de ruedas, no quisiera que te revolvieses en tu tumba como a nosotros y nosotras se nos ha revuelto el estómago.
Dice esta señora que su partido no recortó en Dependencia, que su Gobierno fue un ejemplo de aplicación de la Ley. Si hermano, lo has leído bien, la misma persona que pidió el dinero a tu madre después de muerto se ha atrevido a decir eso. Si te lo estás preguntando, no, no se la ha caído la cara de vergüenza.
Pues te cuento. Además de lo tuyo, esta señora, según nuestras amigas de la Asociación de Directoras y Gerentes de Servicios Sociales, en su Índice DEC, en su periodo de Gobierno hizo un recorte de 314 millones al año en dependencia, un 32% del Presupuesto anual. Como ves no tiene muchos motivos para sentirse orgullosa, ni para dar lecciones a nadie sin incurrir en una inmoralidad tan burda que no tiene precedentes en la política. Hasta el propio Maquiavelo se sonrojaría, o mejor dicho, la llamaría torpe, por ser tan burda y evidente.
Lo peor de esto, compañero, es que no es un caso aislado tanto a nivel estatal, como a nivel internacional. Pongamos como ejemplo tres declaraciones.
En primer lugar, recordemos las declaraciones de Patricia Flores, que en 2014 era Consejera de Sanidad de la Comunidad de Madrid y dijo lo siguiente: “¿Tiene sentido que un enfermo crónico viva gratis del sistema?”.
Otro ejemplo son las declaraciones de el actual Presidente de Argentina, Mauricio Macri, quién ha hecho desaparecer, o quiere hacer desaparecer las pensiones a personas con discapacidad por ser un gasto para el Estado que no debe soportar, según él, y carga con esa responsabilidad a la familia.
Por último, hay políticos, como Javier Nart, que, siendo eurodiputado de Ciudadanos, en 2015, llamó subnormales a las personas síndrome de Down y apostaba directamente por la eugenesia mediante aborto obligatorio, que no voluntario. El Sr. Nart, evidentemente, no apoyaba la libertad de las mujeres, sino que atacaba a las personas con discapacidad.
A esto hay que sumar el ya famoso “tontitos” de Celia Villalobos , por ejemplo .
Esto forma parte de una discafobia política creciente, generada, principalmente, por razones socioeconómicas. El Estado del Bienestar ha crecido cada vez más y nuestra esperanza de vida también. Esto, como ya vengo diciendo durante décadas y resumiendo, choca con el orden económico neoliberal mundial que nos escupe laboralmente, como es lógico en un sistema que busca la multitarea, (una persona debe hacer cuántas más tareas mejor para ahorrar costes), la competitividad y la máxima productividad, y que nos ve como una carga social. Todo esto, es incompatible con sus planes de sueldos cada vez menores, por lo tanto cotizaciones menores y menores impuestos, lo que lleva a menor gasto social.
Pero como en cualquier democracia, la clase política es un reflejo de la sociedad y también hay una discafobia mediática y social. Como por ejemplo, expulsiones de locales públicos a grupos de personas con discapacidad o personas individuales con discapacidad, como el caso de Julia, una mujer de 49 años con síndrome de Down de Cuenca que asistía a una charla con su hermana.
Esta discafobia tuvo su último capítulo más reciente en un bar de Valencia, la pizzería Filence. Esta pizzería no dejó entrar a unas personas en silla de ruedas por “ser un lío”.
También hay discafobia mediática, como el caso de Susana Griso, que se negaba a pagar a mi amigo José Manuel Mancisidor Olaizola (Budy) los ejemplares de su libro: “Tengo parálisis Cerebral. Pero no estoy enfermo”, que fue a presentar a su programa Espejo Público.
Otro caso de discafobia mediática son las burlas en el programa La Vida Moderna por la sustitución de Pablo Echenique por Raúl Gay en las Cortes de Aragón, en septiembre de 2017.
Todos estos casos tienen en común otra obsesión del sistema neoliberal, la imagen. En este sistema todo se vende, incluidas las personas y para eso la imagen es vital y nuestra imagen no inspira respeto, ni da bien en cámara. Hasta ahora se ha explotado nuestra imagen como elemento pasivo de lástima, pero ahora queremos ser elementos activos y esa imagen ya no sirve.
En el caso de La Vida Moderna, entra en juego otro factor, la rebelión de la izquierda postmoderna contra lo políticamente correcto, el todo vale y no hay límites ni etiquetas. Un discurso que lleva a una ambigüedad ideológica muy peligrosa, como hemos visto a principios y mediados del siglo.XX. En el mundo del humor, esto nos puede llevar otra vez a los 80 y 90 en el Estado español. ¿Vamos a volver al “Mi marido me pega”, de Martes y 13 o a los chistes de tartamudos y “mariquitas” de Arévalo?. Pero este caso no tuvo relevancia ya que tanto quienes se rieron como de quienes se rieron pertenecen a esta izquierda postmoderna. Pero, evidentemente, a mi no me hace gracia.
Tanto ha crecido la discafobia que ha llegado al Defensor del Pueblo. Esta institución en su Informe Anual de 2017, en su epígrafe 9.3.1, comenta su preocupación por la creciente discafobia y alerta de que en 2016 los casos aumentaron un 16% .
Querido Jomián, ya me despido de ti. Como ves, tu caso es la brutal punta de iceberg de un problema creciente del que nadie habla el odio, el miedo y el asco a la discapacidad. En otras palabras, la discafobia.