Una de las claves del crecimiento de la extrema derecha a nivel mundial es el desprestigio de las formaciones de izquierdas. Para ello, se está aplicando una estrategia por la cual se manipula lo que significa el progresismo, sobre todo desde un punto de vista económico. El objetivo principal no es otro que la ciudadanía esté dispuesta a renunciar a la protección social del Estado.
Muchos contenidos reproducidos a través de los canales online que utilizan los diferentes movimientos de extrema derecha inciden en algo como que el socialismo es «robar una parte de lo que los trabajadores ganan para entregárselo gratis a quienes no hacen nada». Esto es falso. Las políticas progresistas, según la teoría porque luego cuando los partidos de izquierdas gobiernan terminan claudicando ante los poderes reales, se basan en generar un estado del bienestar que cubra las necesidades fundamentales de las personas a través de una política impositiva progresiva, es decir, que los que más tienen más aporten en beneficio de los que menos tienen.
Esto es visto por la extrema derecha como un atentado a la libertad individual y, por esa razón, plantean recetas económicas en la que se elimina el concepto de Estado a través de la supresión total de los impuestos. Esto, evidentemente, no beneficia a las clases medias y trabajadoras, sino a las grandes fortunas. En cambio, son precisamente los trabajadores los que están posicionándose a favor de ese escenario cuando, en realidad, el final es la pobreza extrema.
Las políticas económicas de reducción de impuestos y recortes en el gasto público son enfoques frecuentemente adoptados por los gobiernos con el supuesto objetivo de estimular el crecimiento económico. Sin embargo, la realidad ha mostrado que estas medidas que proclama la extrema derecha tienen efectos adversos en el ámbito social, particularmente en el incremento de la pobreza y la desigualdad.
Así se ha demostrado en países gobernados por la extrema derecha como Argentina, El Salvador, Italia o Estados Unidos en la primera etapa de Donald Trump en la Casa Blanca.
Argentina y la motosierra de Milei
Las políticas económicas implementadas por el gobierno de Javier Milei han tenido un papel crucial en el aumento radical de la pobreza. La liberalización económica, la reducción de subsidios y el recorte fiscal han llevado a una contracción del gasto público en áreas esenciales como salud, educación y asistencia social. La privatización de empresas estatales y la desregularización de mercados también han contribuido a aumentar la desigualdad y a reducir las oportunidades de empleo digno.
El desempleo ha aumentado significativamente, exacerbado por la contracción de la economía y la falta de políticas efectivas de creación de empleo. Además, muchos trabajos han pasado a ser precarios, con condiciones laborales inestables y bajos salarios, lo que ha empujado a más argentinos a la pobreza.
La desigualdad social en Argentina se ha acentuado bajo el gobierno de Milei. La brecha entre ricos y pobres ha crecido, con una concentración de la riqueza en un pequeño segmento de la población mientras que una gran mayoría lucha por sobrevivir.
El acceso a servicios sanitarios de calidad se ha visto gravemente afectado por el aumento de la pobreza. Las familias con bajos ingresos tienen menos posibilidades de acceder a tratamientos médicos necesarios, lo que ha llevado a un deterioro general en la salud de la población.
La educación también ha sufrido las consecuencias de la pobreza. Los niños de familias pobres enfrentan mayores barreras para asistir a la escuela y completar sus estudios. Las tasas de abandono escolar han aumentado, y la calidad de la educación pública se ha deteriorado debido a la falta de recursos.
La inseguridad alimentaria ha aumentado por culpa de las políticas de Milei, con más familias luchando por poner comida en la mesa. La malnutrición y el hambre son problemas crecientes, especialmente entre los niños, lo que tendrá efectos a largo plazo en el desarrollo y el bienestar de la población.
El Salvador de Bukele, pobreza sobre pobreza
Otro de los tótems de la extrema derecha mundial es Nayib Bukele, el presidente de El Salvador al que se glorifica por su política de mano dura contra las maras y la construcción de macrocárceles en las que viven en condiciones inhumanas los miembros de las bandas.
Sin embargo, las políticas populistas de Bukele han incrementado la pobreza. Mientras se gastan recursos en construir prisiones, las familias trabajadoras sufren. Las iniciativas como el plan de infraestructuras y la adopción del bitcoin como moneda oficial han generado controversia y no han logrado resolver los problemas estructurales de la economía salvadoreña.
La concentración de la riqueza en manos de una minoría ha llevado a una mayor disparidad entre los ricos y los pobres. Esto se ve reflejado en el acceso desigual a servicios básicos como educación, salud y vivienda, lo que perpetúa el ciclo de la pobreza.
La falta de acceso a alimentos nutritivos y servicios de salud adecuados ha llevado a un aumento en las tasas de enfermedades y mortalidad infantil.
Meloni, la Italia desigual de siempre
Italia es la tercera economía de la Unión Europea y una de las 10 más importantes del mundo. No obstante, desde que gobierna la extrema derecha, la pobreza y la desigualdad se han exacerbado.
Las políticas económicas implementadas por el gobierno de Giorgia Meloni han sido criticadas por su enfoque insuficiente en la inclusión social y la redistribución de la riqueza. Las medidas de austeridad y la falta de inversión en sectores clave como la educación, la salud y la vivienda han exacerbado las desigualdades, dejando a muchas familias italianas en una situación de vulnerabilidad.
Las disparidades regionales entre el norte y el sur del país, así como las diferencias socioeconómicas entre grupos de población, han contribuido al aumento de la pobreza. Las zonas rurales y las periferias urbanas han sido particularmente afectadas, con una falta de acceso a servicios básicos y oportunidades económicas.
Trump, el mejor ejemplo de la mentira económica
El primer mandato de Donald Trump se caracterizó por importantes cambios económicos y sociales que impactaron directamente en los niveles de pobreza del país. Durante ese periodo, diversos factores contribuyeron al incremento de la pobreza, afectando a millones de personas y exacerbando las desigualdades existentes.
Una de las principales características de este periodo fue la implementación de políticas fiscales que incluían recortes de impuestos significativos, especialmente para las grandes corporaciones y los ultrarricos.
La reforma fiscal de 2017, Tax Cuts and Jobs Act, redujo considerablemente la carga fiscal para los ricos y las grandes empresas, con la esperanza de estimular la economía. Sin embargo, estas medidas no se tradujeron en beneficios sustanciales para las clases medias y trabajadoras, lo que derivó en un aumento considerable de la desigualdad y la pobreza.
Simultáneamente, Trump aplicó una reducción radical del gasto público destinado a programas de asistencia social, algo que profundizará en este segundo mandato. Muchos servicios básicos como la salud, la educación y la vivienda asequible recortados sus presupuestos, lo que afectó directamente a las familias más vulnerables. La reducción de estos servicios incrementó la dificultad para que las personas en situación de pobreza pudieran acceder a las herramientas necesarias para salir de esa condición.
A pesar de que la tasa de desempleo en Estados Unidos se mantuvo relativamente baja durante gran parte del periodo, la calidad del empleo disponible disminuyó. Muchos de los nuevos empleos creados eran a tiempo parcial, temporales o mal remunerados, sin beneficios sociales ni seguridad laboral. Esta precariedad laboral hizo que muchas familias no pudieran salir de la pobreza a pesar de tener empleo, ya que sus ingresos no eran suficientes para cubrir las necesidades básicas.
Durante el primer mandato de Donald Trump, las políticas de recorte afectaron gravemente a los fondos destinados a la educación pública, especialmente en comunidades de bajos ingresos. Esto generó una brecha educativa significativa, limitando las oportunidades de desarrollo personal y profesional de los jóvenes en situación de pobreza y perpetuando el ciclo intergeneracional de la pobreza.
La salud es otro factor crucial que influye en los niveles de pobreza. El recorte de fondos aplicada por Trump para programas como Medicaid u ObamaCare y la falta de acceso a servicios médicos asequibles afectaron gravemente a las regiones, ciudades y barrios más pobres.