Fue muy bonito ver llorar como cachorritos a un montón de tipos duros, hombres hechos y derechos.
Y si alguien piensa que los futbolistas no son tipos duros que se deje pegar una patada con una bota de tacos por un animal fortísimo que además está corriendo.
Son tipos duros. Trabajan muchísimo. Y es maravilloso como a veces, como le sucedió ayer a Argentina, consiguen el merecido premio.
Lo más alucinante para mí en el partido de la final de Qatar de los mundiales de fútbol de 2022 fue la cohesión del equipo argentino. Utilizando una metáfora para niños, inspirada en una película infantil, Argentina era la UNIMENTE de Buzz Lightyear, mundo del Toy Story.
Todos eran iguales, todos eran el mismo, y por eso cuando el entrenador sacó a di María del equipo, sus razones tendría, el conjunto se desequilibró y tardó en volver a aceptar que tenía nuevos miembros. Como cuando nos quitan una muela y nos ponen un implante. Se tarda un poquito en recuperarse y aceptarlo.
Fue un partido precioso, un espectáculo inolvidable incluso para aquellos a los que no les interesa el fútbol, cómo ha sido mi caso durante muchos años, pero quizá a partir de ahora empezaré a mirarlo con otros ojos.
Los grandes emires de Catar (en español se escribe con C y no con Q) han corrompido políticos, deportistas y hecho con su dinero lo que les ha dado la gana, pero lo cierto es que el espectáculo final fue alucinante.
Al menos algo nos llevamos en esta ocasión los humildes ciudadanos de a pie del mundo entero, un espectáculo inolvidable. Una batalla y una gesta de las que quedan en la memoria. La corrupción en el mundo actual está por todas partes y es repugnante y por supuesto sería preferible que no existiera, pero ya que existe y nos quitan el pan a los humildes, o nos lo suben brutalmente de precio, por lo menos esta vez nos han dejado ver circo de calidad magnífica.
Bravo por Argentina. Bravo por la alegría que los espectadores del mundo entero tuvieron entre las manos mientras veían el partido.
Tigre Tigre
