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El martirio de Gaza apunta al fin del sionismo

Federico Relimpio
Federico Relimpio
Nacido en Sevilla (España) en 1965. Estudia Medicina en la Facultad de la misma ciudad. A partir de 2009 adopta un punto de vista crítico hacia la medicina contemporánea que repercute en su ejercicio profesional y en su actividad pública. Desarrolla posteriormente una actividad literaria que compatibiliza con colaboraciones en prensa generalista y en blog personal, reivindicando un ejercicio profesional más próximo al paciente y sus necesidades. A fecha de hoy, compatibiliza su labor literaria y el articulismo con el ejercicio profesional.
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análisis

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Soy crítico con el sionismo – entendido como patria geográfica confesional del judaísmo -. Si ya en sus inicios fue una idea cuestionable, a la altura del tiempo se ha demostrado una experiencia catastrófica, y a los hechos me remito. En este momento muchos judíos – de Israel y de la diáspora – están de acuerdo con este punto de vista.

   Instalado el laicismo en Occidente, relegado el hecho religioso a la esfera privada o extra institucional, podemos dar por superado el antijudaísmo religioso o étnico salvo en comportamientos marginales. Queda así obsoleto el marco que justificó la aparición del sionismo a finales del siglo XIX.

   Los judíos son Occidente. Así se definen. Esta es la razón esgrimida por Estados Unidos para justificar su respaldo sin matices. No se cuestiona este hecho, sino el experimento histórico de insertarse a la fuerza en una tierra que ya tenía unos pobladores. Violando todos sus derechos elementales. Generando así la raíz de un conflicto irresoluble. Porque lo es, de hecho.

   En este sentido, cabe preguntarse en qué piensan los ideólogos del genocidio palestino y del fait accompli como motor nacionalista. ¿Acaso ignoran que el nacimiento de Israel en 1948 debió no poco a la corriente internacional de simpatía hacia el pueblo judío tras los terribles sufrimientos de la Shoah? ¿No se percatan de la corriente actual en signo opuesto atraída por el martirio de un pueblo pobre y casi inerme, masacrado día tras día por un ejército ultramoderno apoyado por el poder internacional que en su día se autotituló como «faro de la libertad en el mundo»?

   Treinta y tantas mil víctimas – cifra en ascenso – entierran definitivamente la única posibilidad hipotética del derecho de Israel a existir: la generación de un orden laico multi étnico en la antigua «Tierra Santa». Abandonada esta idea en manos de la Realpolitik y sus dictados, es probable que las décadas por venir permitan presenciar la lenta decadencia de un terrible experimento histórico. Un proceso cuyos resultados finales permitan volver a ver con asombro «La Lista de Schindler»: ¿Cómo estos niños, llegados a adultos, pudieron ponerse las gorras de plato y regenerar la máquina de exterminio en la que fueron triturados tantos de sus familiares?

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