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El Psoe: un gigante político con pies orgánicos de barro

Julián Molina Illán
Julián Molina Illán
Psicólogo, Fisioterapeuta, Enfermero, Filólogo, e Historiador del Arte.
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análisis

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Soy militante socialista, y a los militantes no nos está permitido hacer daño al partido a través del escarnio público. A mí personalmente no son solo los Estatutos los que me impiden hacer una crítica destructiva contra mi partido; también me lo impide mi conciencia. Sin embargo, y al igual que un médico que nos receta un tratamiento doloroso o difícil de tragar para mejorar nuestro estado de salud, considero mi obligación poner en conocimiento de todos, y aunar voluntades de la única manera que me parece posible, para poder llegar a un número significativo de gente, sobre todo si tenemos en cuenta que nuestros simpatizantes nos deben importar tanto como nuestros militantes. Por eso escribo este artículo y, así pues, de la misma forma que el médico antes aludido no es un mal médico por recetarnos lo que necesitamos, aunque no nos guste, considero mi obligación ayudar a mi partido, en esta ocasión, criticándolo constructivamente antes de la elaboración de unas listas electorales que deberían hacerse de otra manera.

Cuando Pedro Sánchez ganó sus primeras primarias lo hizo esgrimiendo un puñado de argumentos sencillos, pero potentes. Recuerdo cómo, delante de mí, a un metro de distancia, dijo: “quiero cambiar mi partido para cambiar España”. ¿En qué ha cambiado el partido desde aquellas palabras? Absolutamente en nada (como no pretendamos que lo de consultar a la militancia los asuntos políticos más relevantes sea algo que alguien pueda creerse…)

Pero, vayamos por partes. Es bueno que expongamos someramente cómo se elige a la gente en este partido (de una forma muy parecida a como se eligen en los demás partidos…), y qué consecuencias tiene el que las cosas se hagan de esta manera. Lo primero que debemos saber es que, salvo contadísimas excepciones, la disciplina en este partido no se aplica como tal abriendo expedientes a quien se salta las normas y se excede en alguna actuación o comentario. No, esto es excepcional. Lo normal es que la disciplina se aplique a través de las listas electorales: esto es, dejando fuera de las listas a quien estorba o no ha sido suficientemente sumiso. ¿Cómo se confeccionan pues las listas? Con los que “agradan” y son lo suficientemente sumisos. Esto como principio rector. Pero el asunto es algo más sórdido. En realidad, no es exactamente una cuestión de agrado o sumisión. Es cuestión de pactos orgánicos a los se llega para medrar en el mundo de la política; es decir, lo que impera es “apóyame tú a mí hoy, que yo te apoyaré a ti mañana”; o, “colócame tú a mí a éste aquí, que yo colocaré al tuyo allí”. Así de triste es la vida orgánica de los partidos. Todos son iguales, pero a mí me preocupa el mío. Se acaparan cargos orgánicos, no para resolver los problemas internos y potenciar, y mejorar, y modernizar la vida orgánica y las estructuras de los partidos; no para mejorar la formación, o integrar las propuestas de la sociedad civil; no para involucrar, escuchar, convencer, convivir, integrarse con la población y hacer de la política algo de todos, algo en lo que merezca la pena participar; no, el poder orgánico se utiliza y se acapara para asegurarse el poder político. Así, la mejor manera de asegurarse la candidatura, es ocupar previamente la secretaría general. La mejor manera de asegurarse ser diputado o diputada, es pertenecer a una ejecutiva regional, y para estar en una ejecutiva regional, lo más eficiente es ejercer la secretaría general de una agrupación. Por supuesto, dicho todo esto en términos generales, no absolutos. Hay honrosas excepciones que a mí no me sirven porque son eso, excepciones, cuando tendrían que ser una norma. A la militancia se le ofrecen “trágalas” en forma de listas cerradas, y además se suele “aleccionar” al personal sobre la conveniencia de votar en uno u otro sentido. Y lo peor, se utiliza también el miedo como instrumento argumental. Las “mesas de camilla” (es decir, acuerdos a espaldas de la militancia para conseguir espurios objetivos personales) están al orden del día. Todo el mundo lo niega, pero todo el mundo lo sabe.

El sistema es tan ineficiente que, sin dar por supuesto ningún nombre, puedo asegurar que en el Congreso de los Diputados hay tremendos antisanchistas dentro del Grupo Socialista que, además, apenas saben hacer la “o” con un canuto. Sé que es brutal lo que digo, pero lo que nos tiene que preocupar no es que yo lo diga, sino que sea verdad. Y lo es.

Pedro Sánchez también cayó en el error de luchar por la secretaría general con el objetivo de ser el candidato. Para qué engañarnos… También tenemos a un José Luis Ábalos, secretario de organización, y máximo jefe operativo del partido, ocupado fundamentalmente en cuestiones políticas que van, desde sus competencias como Ministro de Fomento, hasta su protagonismo como negociador de un posible gobierno de coalición, pasando muchas veces por la portavocía del gobierno. Así es imposible atender las cuestiones orgánicas.

Compañeras y compañeros, el nuestro es un partido muy viejo, y se nota. Sus estructuras son antiguas, desfasadas, ineficientes, y que no reflejan la realidad de nuestro partido y nuestra sociedad. Ya no son estos unos tiempos en los que la mayoría de la gente no sabía leer y escribir y, forzosamente, tenía que delegar. Tampoco son tiempos de secretismos y exiguos accesos a la información. No, todo el mundo está informado, y sabe cómo sacarle provecho a dicha información, siempre y cuándo las estructuras del partido proporcionen los mecanismos de transparencia y participación necesarios basados en el perfil, la capacidad y el mérito. Basta de apaños, contubernios, y arreglos interesados. Corren vientos favorables para el Psoe, y las victorias, como bálsamo de Fierabrás, lo alivian todo; pero son solo un alivio parcial, y temporal. Las reformas y modernizaciones que el Psoe necesita deben abordarse en tiempos de bonanza porque si no, hacerlo en tiempos de crisis internas solo lleva a hacernos daño los unos a los otros, dividir al partido, debilitarnos, y que, al final, los problemas sigan sin resolverse. La solución a nuestros problemas no es difícil. En realidad, la militancia lo tiene bastante claro. No sé si el Sr. Iván Redondo será la persona adecuada para asesorar a nuestro Secretario General en estos asuntos, o si el propio Secretario se acuerda de a qué se refería cuando dijo que quería cambiar el partido para cambiar España. Yo no lo he olvidado, y, como yo, tantos compañeros y compañeras. Cualquiera de nosotros y nosotras puede ejercer de asesor en esta materia. Si el compañero Pedro quiere, solo tiene que preguntar.

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1 COMENTARIO

  1. Julian magnifico analysis ,todabia creo que hay personas honradas en tu partiedio y tarde o mas bien temprano conseguiremos un govierno de progreso, y que nos consulten.

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