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En defensa de la libertad de voto de los facho-pobres

Paco Sánchez
Paco Sánchez
Funcionario jubilado de Almería, ex militante socialista, y negacionista de casi todo
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análisis

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Desde el pasado 28 de mayo, no paro de leer editoriales donde la falsa izquierda española, con sus tertulianos, sus actores e intelectuales y sus medios afines, no dejan de insultar a todos aquellos que no les votaron, dedicándoles todo tipo de epítetos despectivos como facho-pobres. Otros intentan hacer aproximaciones a tal incompresible proceder desde la psicología o las emociones, buscando motivaciones inconscientes que permitan eximir de culpa a los votantes no afines de su insensata elección electoral. Yo voy a intentar encontrar cordura en dicho proceder desde el sentido común y desde la dignidad y la libertad inherentes a las personas.

Al parecer, para la falsa izquierda, el bienestar económico, además de sus conquistas sociales reinventadas, debe ser el leitmotiv de todo votante pobre. Son incapaces de concebir que, incluso los pobres, tengan dignidad suficiente para anteponer otras cuestiones a su pobreza. Por otro lado, eso de que la falsa izquierda que gobierna España defiende mejor la economía de los más desfavorecidos es algo presunto y no demostrado. Al contrario, los datos demuestran que cada vez que nos gobierna la falsa izquierda, el abismo entre ricos y pobres se ensancha, por mucho que la economía crezca y se aprueban medidas estéticas y cosméticas. Buena prueba de ello es aprobar una subida de las pensiones del 8,5%, sin un coeficiente corrector, subiendo en igual medida la pensión máxima y la pensión mínima, lo que agranda aún más la brecha entre los de arriba y los de abajo.

Pero volviendo a las dificultades de la falsa izquierda para comprender porqué para los pobres la situación económica no es siempre la prioridad a la hora de decidir su voto, habría que recordar que, históricamente, las personas han salido a luchar, dando la vida incluso, por los derechos humanos antes que por los derechos económicos. En general, las personas están dispuestas a entregar antes la vida por la libertad y los derechos civiles y sociales inherentes a la dignidad humana, que por mejoras económicas y laborales. Por eso, los derechos fundamentales de la persona, que ha sido la mayor conquista de la humanidad, es la que tiene una protección más reforzada en todas las constituciones democráticas. Y mira por dónde, resulta que es esta falsa izquierda la que está atacando, con la complicidad de sus medios afines, esas conquistas en materia de derechos humanos y libertades públicas. Ha sido la falsa izquierda, no la derecha, la que ha vulnerado el derecho a la igualdad y a la no discriminación consagrado en la Constitución española, al criminalizar a la mitad de la población española, los hombres, por el pecado de pertenecer al sexo masculino. Esa es la verdadera violencia de género. Y es esta falsa izquierda la que ha recuperado el derecho penal de autor que, en la facultad de Derecho, nos decían que era propio de los regímenes totalitarios, aprobando leyes que castigan por tu pertenencia a un determinado colectivo, en este caso el sexo, no por el hecho en sí. Esto es algo tan evidente y palmario, que todos los juristas reconocen en privado, pero ninguno públicamente. Y luego se extrañan de que la práctica totalidad de hombres que se divorcian corran despavoridos a los brazos de Abascal. Vox no criminaliza por sexo, pero lo hace por razón de raza o procedencia, con menas e inmigrantes, algo igual de execrable, pero si tengo que elegir entre que me criminalicen a mi o a terceros, el voto siempre es egoísta. En mi caso, para elegir entre dos formas de fascismo, me quedo siempre en casa.

Hay que recordar también que ha sido esta falsa izquierda la que ha dinamitado los derechos constitucionales a la libertad de expresión y la libre difusión de ideas y opiniones, alegando el novedoso recurso fascista del bien común, censurando y criminalizando a cualquiera que emita una opinión que no comulgue y coincida con la suya. En la misma línea, y aún más grave, han convertido la ciencia en dogma, en la nueva religión, criminalizando y censurado a cualquier científico disidente que quisiera mostrar evidencia en un sentido diferente. La ciencia no puede ser democrática, la ciencia se autodefine como falsable y refutable. Es su esencia. Por eso, la ciencia no es democrática, porque una sola persona puedo demostrar que el mundo entero se equivoca, como ya hizo Galileo, pero aún hoy los queman en la hoguera antes de dejar que se expresen. Es por eso que la falsa izquierda criminaliza, en lugar de fomentar, los debates abiertos, libres y públicos, en las materias que no les interesan, sean las vacunas o sea el calentamiento global. ¿Qué miedo tienen al debate libre si creen que sus argumentos, sus estudios y sus expertos son serios y solventes? Para hurtar el debate científico libre, hacen creer a los ciudadanos que son idiotas y no tienen capacidad para discernir. Por eso, la falsa izquierda se erige en el valedor de tus intereses y los de tu familia y tus hijos, incluida la salud.

El derecho a rechazar tratamientos médicos es otro derecho fundamental cuya consecución ha costado muchas vidas, sufrimiento y dolor; y que se pudo consagrar en los países democráticos, ante el horror y el espanto de los numerosos experimentos médicos sin consentimiento, que se hicieron durante el siglo XX, especialmente en la Alemania nazi. A pesar de ello, esta falsa izquierda, emulando a Josef Menguele, se ha adentrado en una oscura y diabólica cruzada, en complicidad con la industria, no con la ciencia, para eliminar esa gran conquista y volver a imponer tratamientos médicos, incluso experimentales, recurriendo otra vez al fascista pretexto del bien común. Y luego dicen que no entienden porque los pobres no les votan. No entienden que antepongan su derecho a la vida y a la salud a una prometida, pero nunca materializada, mejora económica. Es muy preocupante, y muy sintomático, que la comunidad científica y médica contraría a la obligatoriedad de las vacunas, cuando se puso sobre la mesa dicho debate, se plantearan dialogar con VOX como única opción para presentar recurso de inconstitucionalidad.

Pero se ve que todo lo anterior, para la falsa izquierda y su coro progre, son cuestiones menores que los pobres no deberían anteponer, a la hora de votar, a sus falsas promesas de bienestar económico. Pues tal vez habría que decirles, a estos nuevos caudillos, lo que ya le dijo un jornalero andaluz a un cacique en 1936: “En mi hambre mando yo”.

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