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Entrevista a Vicente Cervera, autor de «El sueño de Leteo»

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análisis

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Vicente Cervera nos trae un nuevo libro de versos, El sueño de Leteo. Es mucho lo que esta acoge de ese sentido lirico de Hölderlin frente a los momentos convulsos de hoy en día. También, y a través de una erudición pasmosa, de la que han podido disfrutar una infinidad de alumnos que han pasado por las aulas de la Facultad de Letras en la Universidad de Murcia, que se puede observar en la lectura de sus poemas, esos mismos conocimientos de literatura y filosofía clásica griega que, de igual forma, movieron al poeta alemán.  Leteo es el río del olvido que atraviesa el Hades, pero el poeta albacetense no quiere plantear aquí, tal como se recoge en esta entrevista, el deseo de cantar a lo que se ha perdido, sino a una necesidad de dialogo, contando con la presencia tanto del dolor como de la desesperación,  para “identifica todo aquello que debe trascenderse”. En definitiva, es transitando estos versos que participamos en esa interlocución, la cual incluye una propuesta fundamental, y que va mucho más allá del lamento por lo desaparecido. Es así, y sin más dilaciones,  que les invito a que se adentren en la siguiente conversación con este autor. .   

Francisco: Leteo es el río del olvido que atraviesa el Hades, este tiene la peculiaridad de provocar un olvido completo a quien bebe de sus aguas ¿Por qué un canto a lo perdido? ¿Hacia dónde nos quiere llevar su travesía?

Vicente: El título del poemario plantea, a través del mito greco-latino de Leteo, asimilado a la visión del mundo ultraterreno en la poesía de Dante, la presencia del olvido en nuestra existencia física y en nuestra vida espiritual. El río Leteo permitía ascender del Infierno al Purgatorio, en la escenografía dantesca, olvidando todo aquello que supuso dolor y pesadumbre -bajo la especie del pecado- para purificar el alma y conseguir desvincularse de ese fardo oscuro y grave. La remodelación que planteo en el libro de esta tradición obedece no tanto al deseo de cantar lo que se ha perdido, para ascender a otro espacio más leve y puro, sino a la necesidad de dialogar con la presencia del dolor y de la desesperación con el fin de identificar todo aquello que puede y -también, de algún modo, debe- trascenderse. La trascendencia implica aceptación y consciencia. El olvido forma parte de una parte inconsciente que nos induce a actuar de manera mecánica y repetida, sin iluminación posible. Sin embargo, es posible remontar ese estado de penuria del alma arrostrando esa faceta que nos liga al desasosiego y dando forma al ser que nos permite elevarnos a un estado de mayor plenitud y consciencia. El sueño de Leteo es ese sueño de las almas que todavía no han despertado a la liberación de su ser. La poesía, la expresión estética, la belleza, la música y la plasticidad verbales son el medio para que ese proceso se materialice y el ser despierte de ese sueño. Por eso el primer poema, titulado asimismo “Leteo”, funciona como antesala de todo el libro y en él se verifica ese desdoblamiento del sujeto poético con su otro yo, en quien se concentra la opacidad del “no ser” que, sin embargo, persiste a modo de dolor y olvido. No se trata, pues, un canto elegíaco a lo desaparecido, sino más bien de darle voz de esa voluntad afirmativa hacia la revelación, al reconocimiento del yo y de los otros, el autoconocimiento que la poesía posibilita no sólo ya para el poeta sino para todo lector que se asome a sus versos. Un proceso que implica adentrarse órficamente en la desazón, el delirio y la oscuridad para enfrentarse a ellas y promover así ese despertar del sueño, donde lo perdido es lo vivido e integrado, lo que permite resurgir de las cenizas de toda temporada en el infierno, con la propensión abierta hacia el vuelo de la consciencia.

Francisco: Para Nietzsche el olvido no era solo un defecto de la memoria sino que también cumplía una función necesaria. Este menciona que la historia es la que convierte en hombre al hombre; pero un exceso de esta también provoca que deje de serlo. Funes el memorioso, el famoso personaje de Borges, carecía de la capacidad de abstraer, de encontrar diferencias y, por tanto, de algo tan propio del hombre como es el pensar ¿qué semejanza trata de manejar su obra entre las situaciones actuales y ese río que cruzaba el inframundo? ¿Intenta alertarnos ante un mundo sobresaturado de información?

Vicente: Cabe interpretar El sueño de Leteo desde una perspectiva personal e individual (tal como he explicado en la primera pregunta) o desde una mirada global, colectiva y social, ya que el olvido no solo es necesario sino que es real, sucede en todos los planos de la vida y lo que planteo en el libro es la determinación de despertar de ese sueño del olvido para encararnos con nuestro ser y también con toda la enorme parcela de “olvido” que existe en nuestro mundo, en nuestra sociedad y en nuestra visión de la existencia. El “despertar”, en efecto, puede encararse desde ambos planos: desde la psicología personal y el diálogo del sujeto con su espíritu, y desde la psicología social, el diálogo de la sociedad consigo misma. Eso no invalida la idea nietzscheana en absoluto, puesto que el olvido es necesario precisamente para facultar la función de la memoria. Sin él sería imposible vivir: de ahí el personaje de Borges. Pero otra cosa es el olvido como actividad inconsciente que nos aparta de las facetas que, por rutina, comodidad o cobardía, no queremos tener presentes, y han provocado un estado anímico de falta de conocimiento de elementos esenciales que al final mecanizan nuestra existencia. La poesía permite revivir aquello que, por dolor o por elección personal, hemos sumergido en nuestra psique sin haberlo resuelto o clarificado. La poesía es, como decía Octavio Paz, un “pasado en claro”, a través de la belleza, que recupera las experiencias personales -las dolorosas y las placenteras- para darles un lugar y un sentido, pero produce ese efecto liberador con sus propias herramientas y promoviendo una universalidad en la iluminación. En el poemario, por ejemplo, hablo de los “poetas del Leteo” que están “unidos en Eleusis”, significando con ello que hay una unión en lo arcano, en lo sagrado, en lo más remoto, que en la creación revive para permanecer. La poesía dota de sentido a la existencia.

Francisco: Leí al profesor Francisco García Jurado sobre su obra,  que esta “muestra una constancia de cómo de las cenizas de la memoria puede volver a brotar el fuego”. De ahí, le pregunto, ¿tiene algo de retrato?

Vicente: Sí, claro que sí. El fuego no puede brotar físicamente de las cenizas, porque en ellas resta lo ya apagado, pero de las cenizas de la memoria y de la transformación poética que de ellas se promueve en la creación sí es posible recuperar el fuego. El fuego es no sólo la luz de la inspiración sino también la reviviscencia de lo pretérito. Poemas como “Mi maestro”, “El filo”, “Cielo naranja”, “Dos almas” o “Del sueño” parten de vivencias personales donde parece haber quedado “en cenizas” todo lo que se experimentó, dándolo por concluido. Sin embargo, el poema, como un acto de alquimia verbal -en el sentido de Rimbaud- realiza esa metamorfosis, donde sentimos que reside el calor de aquella hoguera. El poemario me ha servido para dotar de forma y significado a lo que parecía destruido y caótico: como ha explicado en su reseña del libro Bernat Castany, se drenan las aguas de Leteo para comprender que el olvido es otro sueño y que el ser no tiene por qué permanecer dormido o aletargado. El autorretrato del poeta se llena de verdad y de matices auténticos, invitando así al mismo proceso de comprensión al “discreto lector” que participe del viaje. Esta es también la razón que justifica la división tripartita del poemario, un viaje, un tránsito desde el olvido y la desolación hasta las puertas de la claridad. La segunda parte ya experimenta con el gozo y la alegría, del estado de serenidad que anhela la sabiduría, saliendo de las tinieblas al alba, y en la tercera se proyectan momentos de la infancia y el canto a la paternidad, concluyendo con esa “semilla” que renace: el círculo donde la poesía otorga la apacibilidad.

Francisco: Hay una frase de un poema de Pablo Neruda que dice: “es tan corto el amor y tan largo el olvido”,  ¿Qué tan necesario es el olvido en la poesía?

Vicente: El verso del poema XX de Neruda es precioso, como todo el poema. Sin embargo, no lo comparto personalmente. El amor, si verdadero, nunca desaparece, siempre late en nuestra memoria. La experiencia del enamoramiento sí puede implicar brevedad, intensidad y, al fin, desaparición, pero yo no estoy hablando del enamoramiento sino del amor. En cuanto al olvido, puede ser largo, pero es precisamente  de lo que El sueño de Leteo quiere alertar. Cuando es consciente y deseado, cuando es consecuencia de aquello que hemos comprendido y asimilado en nuestra vida, el olvido se torna un proceso sano y fundamental para proseguir, pero cuando se trata de un olvido “engañoso” la cosa es diferente, porque implica que el objeto de ese olvido se ha aparcado, marginado o cubierto para que no nos moleste. Ese fenómeno tiene doble filo: aquello que olvidamos sin integrarlo o comprenderlo quedará latente en nuestra vida como lastre y no nos dejará avanzar. La poesía en una inmersión en la conciencia que roba jirones a ese ámbito, a ese desván o trastero donde se acumulan momentos que no queremos arrostrar pero que no pueden filtrarse verdaderamente en el olvido purificador. La poesía, como los sueños, pero de un modo activo y artístico, nos enfrenta a nuestro yo para devolvernos nuestro rostro auténtico. La poesía sería así la memoria personal y también la memoria colectiva.

Francisco: Ya por último, ¿tiene en mente algún otro proyecto literario del que nos gustaría hablarnos?

Vicente: Sí, tengo varios. Muchos poemas están esperando su oportunidad para configurar una sexta entrega poética, pero no tengo ninguna prisa. De momento, toca seguir con Leteo, realizando presentaciones y recitales, ofreciéndole el tiempo de vida que necesita para desenvolverse naturalmente. Tengo, eso sí, otro proyecto de escritura teatral, que me encantaría retomar, pues desde mi infancia me apasionó el teatro y durante un tiempo escribí muchos bocetos y ensayos. Ahora sería el momento de entregarme a su plasmación.

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