El azar en forma de situación personal ha hecho que este fin de semana haya viajado a Alemania, a una pequeña localidad cercana a Fráncfort, para acudir a la boda de mi sobrino Lucas, el mayor de los primos entre los que están mis hijos. Como primero de esta generación familiar ejemplifica una de las situaciones que es, y será, cada vez más habitual en el presente y en el futuro inmediato.

Lucas es un joven que como muchos coetáneos suyos se trasladó al país germánico durante su formación para cursar un año allí como Erasmus. El resto, como la vida misma, se desarrolló con naturalidad y ahora trabaja en Múnich y emprende su vida personal con una joven alemana, Nadja, que a su vez trabajó un tiempo en España. No voy a referirme al tópico, muchas veces mal utilizado, de la falta de oportunidades en nuestro país, simplemente porque creo que cualquier país europeo también es «nuestro» y las posibilidades no son de uno u otro lugar sino de nuestra sociedad, de nuestro entorno, más allá del meramente geográfico. Aquí las fronteras no se miden en kilómetros.

La cercanía es un concepto relativo y meramente subjetivo que solo se justifica en la percepción propia. Para un joven de Castilla y León, qué está más lejos, ¿Múnich o Sabadell?Aunque sí tenemos que reconocer una diferencia cuantitativa. Me gustaría que España consiguiera ser de los países que ofrecieran más oportunidades a los jóvenes españoles y… europeos. La búsqueda de una vida mejor, esa que nos permita realizar nuestro proyecto vital, es el origen de todos los movimientos migratorios y contribuye no solo a la búsqueda de nuestra propia felicidad sino también al equilibrio demográfico y al reparto de riqueza y bienestar.Pero esto no es nuevo.

La generación de nuestros abuelos dejó atrás el mundo rural, esencialmente agropecuario, en favor de la agrupación natural en pueblos más grandes y capitales de provincia. La de nuestros padres lo hizo igual, buscando las grandes ciudades y su desarrollo industrial. Y ahora la historia se repite con la misma cadencia y naturalidad.

A estos movimientos consustanciales al ser humano les hemos puesto la etiqueta, cargada de prejuicios, de ser un efecto secundario de la globalización, sin pensar que esto ha existido, en mayor o menor medida, en toda la historia de la humanidad: somos nómadas con querencia a sedentarios.Comenzaba con el recuerdo a esa gran película de Carlos Iglesias en la que muchos nos sentimos protagonistas, la de aquellos españoles que se fueron a Suiza en la década de los años 50 o 60, ya en el siglo pasado, pero con una diferencia esencial: ahora, cuando los españoles vamos a cualquier país europeo, nos miramos entre iguales.Pero no todo es idílico.

En este momento la Unión Europea duda de ser eso: unión. Y es preocupante, máxime cuando nos unen los mismos retos, nuestro desarrollo socioeconómico en momentos de turbulencias múltiples, nuestros desafíos y, sobre todo, el maldito terrorismo que busca la desunión sembrando terror. Contra esta barbarie que estamos sufriendo seremos más eficaces si compartimos la lucha por erradicarlo. Europa vive una crisis en sus cimientos, los que se basan en la igualdad y en la fortaleza que aporta estar todos juntos. No hay diferencia por haber nacido en uno u otro país y existe la «libre circulación de personas», un término frío y con un aroma mercantilista que no nos gusta, pero que si se pierde destruirá lo fundamental, es decir, la libertad, la tolerancia y la cooperación a la que aspirábamos.

Quienes repudiamos cualquier tipo de separatismo, tenemos que reconocer que la mejor oportunidad que nos dio la política internacional es que España y los españoles nos sintiéramos ciudadanos de la Unión Europea, es decir, europeos de pleno derecho.Desde el franco suizo, pasando por la peseta, hemos llegado al euro. Ha sido un largo camino plagado de esfuerzos que no podemos desperdiciar. Sería un gran error y un retroceso globalizado. Nos unen muchas cosas además de la seguridad, objetivo irrenunciable en estos momentos tan dolorosos.Mi sobrino Lucas nació en Madrid, nació en Europa

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Nací en Toro (zamora) hija de"maestros de escuela", de esos que solo aspiraban a desarrollar su vocación y eso era era el centro de su vida. Licenciada en Medicina por la Universidad de Salamanca, por creer en un sueño. Sueño que, pese a ejercer pocos años, marcó mi interés por ayudar a las personas y, por ende, a la sociedad. En la Administración Sanitaria, he ejercicio como Inspector médico, y he sido directora del Hospital de los Montalvos en Salamanca. También he sido Directora General de Salud Pública de la Consejería de Sanidad de Castilla y León . Como actividad política he sido Consejera de Familia e Igualdad de Oportunidades, alcaldesa de Zamora y Consejera de Empleo, portavoz y Vicepresidenta de la Junta de Castilla y León. Esta es mi vida profesional, pero la que de verdad me mueve es la personal, la del compromiso social. He trabajado en el mundo de la Cooperación Internacional, tanto en la parte asistencial y social, como la destinada al Desarrollo. En este sentido, he colaborado especialmente con los saharahui en Tindouf (Argelia) y colaborado con otros proyectos en Etiopía, República Dominicana, India y Perú. Las dos vidas han sido paralelas y complementarias, aunque estoy segura que esta última es la más necesaria.

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