A todo el mundo le sorprendió el nombramiento de Iván Redondo como Jefe de Gabinete de la Moncloa tras la moción de censura, sobre todo por el pasado en el Partido Popular del asesor que, con el paso del tiempo, ha pasado a ostentar la categoría de camarlengo. Redondo es un hombre formado en Estados Unidos y, como tal, es normal que pretendiera convertir su cargo en un sucedáneo de lo que ocurre en la Casa Blanca: la persona más poderosa después del presidente, porque tiene acceso directo y capacidad de influencia.

Sin embargo, ahí está Redondo, trazando su plan en el que tan alto se ha visto que ha cometido graves errores que, aunque pudieran resultarle rentables en el largo o medio plazo, fuera de Ferraz, le han debilitado de cara a quienes aún siguen defendiendo un modo de hacer gobierno en base a la coherencia ideológica y respetando la razón de Estado. Aunque no lo crean, aún hay políticas y políticos que siguen creyendo en que la política es algo más que un escandallo o una tabla de Excel donde reproducir las consecuciones de los objetivos marcados.

En la situación actual en la que el presidente Sánchez es atacado por el acuerdo alcanzado con EH-Bildu para la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado, resulta que el Jefe de Gabinete es un vasco antiabertzale que durante muchos años ha trabajado profesionalmente para el PP. En un momento en que hay que intentar apagar las andanadas de los conservadores y los ultras con argumentos que demuestren que se está pretendiendo presentar a EH-Bildu en un escenario similar al de los años 80 con Herri Batasuna, Sánchez se encuentra solo, salvo que se una a quienes, desde la ideología, le encumbraron nuevamente a la secretaría general.

Iván Redondo siempre ha sido un hombre pagado como asesor  por el PP y cercano a las posiciones defendidas por Mariano Rajoy y, posteriormente, a Soraya Sáez de Santa María. Cuentan que, inducido por la entonces vicepresidenta con ansias de poder, fue cuando diseñaron el plan «mejor Sánchez que Susana» con el apoyo de los barones para una confrontación electoral, una vez sustituyera a Rajoy con su plan de la presidencia del Gobierno.

El momento era el apropiado para llamar a las puertas del exsecretario general del PSOE y ofrecerle posibilidades de futuro, incluido un voto de censura perfectamente diseñado. Pedro Sánchez estaba absolutamente defenestrado y con dudas, incluso, de presentarse a las primarias a pesar del gran apoyo que tenía de la militancia socialista. Cuando Redondo llega al actual secretario general socialista, éste era un político amortizado por culpa de sus errores y, en menor medida, del aparato aún controlado por las viejas glorias que no han sabido ni pasar a la segunda línea de la política ni asumir que los tiempos de los aparatos han pasado a la historia para dejar el poder de decisión en las bases.

Según ha podido saber este medio, Redondo presentó la moción de censura como un movimiento, en el que Sánchez no perdía nada, pero ganaba protagonismo político teniendo en cuenta que en 2018 el secretario general del PSOE no tenía presencia en el Congreso.

Sin embargo, en ese instante se están produciendo movimientos paralelos en el propio gobierno de Rajoy. Soraya Sáenz de Santamaría quería alcanzar el poder y aprovecharse del ciclo económico positivo para presentarse ante el votante del PP como la única capaz de frenar el ascenso de Albert Rivera. No obstante, necesitaba un movimiento de los socialistas, precisamente, la moción de censura que provocara la dimisión de Rajoy. ¿Jugó Redondo con dos barajas?

Fue entonces cuando se produjo una reunión secreta entre Sáenz de Santamaría y Pedro Sánchez en la que la exvicepresidenta anima al secretario general socialista a que presente la moción de censura con el argumento de que se desactivaría tanto a Ciudadanos como a Podemos. Soraya, además, le indica que, si ella llegara a ser presidenta, convocaría elecciones que, gracias al ciclo positivo de la economía, volverían a potenciar al bipartidismo. A Pedro Sánchez la propuesta le cuadraba, sobre todo cuando fue Redondo quien le dijo que eso no iba a pasar, que Rajoy, antes de dimitir, estaría dispuesto a convocar elecciones. Ahí comenzó a negociar los apoyos a la moción, sobre todo con el PNV que ni quería nuevos comicios ni, por supuesto, a Soraya de presidenta.

Rajoy sabía de los movimientos de Sáenz de Santamaría, como buena parte de su gobierno. Por eso, cuando se marchó al restaurante a la única ministra a la que no llamó fue a Soraya y, de ahí, la escena del bolso encima del escaño de Mariano Rajoy que, en realidad, fue una especie de empoderamiento, un anunciar a España que «ese es mi sitio».

El Jefe de Gabinete de Sánchez es un hombre muy listo e inteligente, pero, en ocasiones, la inteligencia se transforma en arrogancia, casta y soberbia, en consecuencia, este comportamiento le lleva a cometer graves errores que son aprovechados por quienes desean mantener un Partido Socialista trasnochado y enfundado en las calzas de la vieja socialdemocracia, es decir, del rupturismo con el pueblo y de la complicidad con las élites.  

¿Es un error que el PSOE pacte o alcance acuerdos con EH-Bildu? No, es lo normal que se hace en democracia: dialogar, negociar y pactar con los partidos democráticos. Sin embargo, en un partido socialista unido sobre la base ideológica, la legítima discrepancia jamás se convierte en un arma para debilitar al gobierno, como pretenden los barones y los viejos dirigentes.

El problema viene cuando el objetivo es desideologizar al PSOE y cimentar el apoyo popular en base a la imagen unipersonal del líder. Cuando así se hace, quienes aún creen que son el faro que guía al socialismo (aunque dejaran de serlo hace años) tienen el campo abonado para convertirse en minas antipersona que debilitan a ese líder y, por extensión, a todo el partido.

Por eso, la estrategia de Iván Redondo de crear un escenario donde la ideología deja paso a las ideas debilita totalmente el proyecto del PSOE y lo deja a los pies de los caballos, cosa que es aprovechada tanto por la derecha que tan bien le pagó en el pasado y por barones y viejas glorias convertidas por conservadores y ultras en los paladines de lo que han dado en llamar «el PSOE de verdad», es decir, del Partido Socialista que estaría dispuesto a crear una «gran coalición» renunciando a unas esencias que han forjado la historia democrática de España.

España no es Estados Unidos y aquí los proyectos basados en liderazgos unipersonales suelen tener fecha de caducidad. ¿Qué debe hacer un Jefe de Gabinete o un súper asesor en una situación como la actual? Evitar dar munición y quedarse de perfil cuando las decisiones políticas están focalizadas en respetar las líneas rojas ideológicas que no se pueden superar en ningún caso. En medio de la polarización, no se puede pretender aislar al líder de sus bases ideológicas, porque esa estrategia lleva a un escenario de tierra quemada donde no hay más salida que la unión, desde la debilidad, con los adversarios.

En medio de la polarización actual, el desvío de las esencias ideológicas no lleva más que a la desafección más absoluta, es decir, lo mismo que pretende hacer la extrema derecha con el sistema democrático. El PSOE ya sabe lo que es que el pueblo le dé la espalda por, precisamente, traicionar su programa, algo que sucedió cuando los que ahora son los paladines de la derecha estaban al frente. Ese es el camino de Iván Redondo, el mismo de Felipe González y otros exdirigentes que están más a gusto junto a la derecha que con los que en tiempos pasados fueron los suyos. Por eso, el Jefe de Gabinete de Pedro Sánchez se ha convertido (o lo era ya) en el mejor aliado de Felipe González, de los barones y, por ende, del PP.

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