¡No destruyas lo que no comprendes!. Esta es la premisa fundamental de una regla general conocida como la cerca de Chesterton. Esta regla nos aconseja que nunca debemos destruir, cambiar o alterar algo sin entender por qué fue creado en primer lugar. Es una apelación a la humildad a esa española costumbre de criticar y tratar de reformar desde políticas e instituciones hasta costumbres familiares, protocolos laborales, leyes de educación o líneas de código en programas informáticos.
La cerca de Chesterton nos recuerda que, sin una comprensión adecuada de lo que está sucediendo, las consecuencias de una acción apresurada podrían ser mucho peores que el problema que se intenta solucionar. Aunque el nombre de ‘la cerca‘ pueda sonar extraño, se debe a la forma en que fue ilustrada por el famoso escritor y filósofo inglés Gilbert Keith Chesterton (1874-1936). Su prosa era sutil y al mismo tiempo quirúrgica, con una capacidad innata de diseccionar la sociedad con una amable sonrisa. Sólo recordar que entre sus cuentos cortos encontramos los del detective sacerdote Padre Brown, que han transcendido despues de Agatha Christie y Conan Doyle.
La “cerca de Chesterton” es una regla general que nos previene del adanismo tan común en nuestros días. Milei y sus compadres son un buen ejemplo de ello.
En el contexto de las inteligencias artificiales, esta regla cobra especial relevancia. Nos insta a no destruir, cambiar o alterar algo si no comprendemos por qué fue creado en primer lugar.
Como en la política, la falta de sentido común en torno a la inteligencia artificial (IA) nos debe hacer recordar la “cerca de Chesterton”. Vivimos un momento en que algunos «profetas» tecnológicos están vendiendo soluciones sin haber comprendido completamente cómo funcionan sus clientes y también clientes que, incluso empujados por sus propios trabajadores, son capaces de poner en manos de una tecnología que no conocen, que está en fase beta -no lo olvidemos-, el futuro de su empresa y sus familias.
Al igual que la cerca de Chesterton, que parece que se ha construido sin una razón aparente, la locura en torno a la IA ha llevado a un frenesí de promesas y soluciones revolucionarias. Sin embargo, al igual que la cerca, estas soluciones pueden carecer de una base sólida y un propósito claro.
Es esencial que aquellos que trabajan en el campo de la IA se tomen el tiempo necesario para comprender el propósito y la razón detrás de las soluciones antes de ofrecerlas. Solo a través de un enfoque riguroso y centrado en el usuario se pueden desarrollar soluciones efectivas y éticas en el campo de la IA. Solo a través de un entendimiento profundo podemos desarrollar estrategias efectivas y evitar consecuencias no deseadas.
Vaya, como en la política.
