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La cerveza, un disfrute milenario

A España la cerveza llegó con Carlos I, el que después fuera V de Alemania, o más bien del Sacro Imperio Romano Germánico, nacido en Gante (hoy Bélgica), y desde entonces la cerveza compite con el vino que, tradicionalmente, como en todo el imperio romano, tenía más arraigo, lo que también sucedía en la península Ibérica (la Hispania romana), pero desde entonces ha ido ganando peldaños

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análisis

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La fiesta de la cerveza de septiembre-octubre, o el conocido Oktoberfest alemán, ya se ha expandido por otros países, entre ellos España, como está extendido el uso y disfrute de la cerveza por casi todo el mundo. Siempre me fascinó esta bebida que cada vez tiene más variantes y que se puede encontrar allá donde vayamos. Pero reflexionando, este Oktoberfest, que se celebra desde 1810 y hoy es visitado en muy pocos días por millones de personas, es relativamente joven respeto al ancestral invento de la cerveza. Tan es así que asirios y egipcios la consumían, y se ha ido perfeccionando y adaptando a los tiempos.

Lo que no entendía es porqué en España se la llama cerveza, o el muy similar ‘cerveja’ en portugués, mientras que en Alemania y Países Bajos es ‘bier’, en Francia ‘bière’, en Inglaterra ‘beer’ y en italiano ‘birra’, forma coloquial también usada en España. Indagando sobre el origen de tan extendida bebida me llevé alguna sorpresa, ya que las raíces son distintas y ambas provienen del mundo latino romano. Así que permítanme latinizar esta historia de tan popular bebida, de cuya existencia ya tenemos constancia por unas tablillas de arcilla, de 5.000 años a.C., encontradas en Irán o por el propio código de Hammurabi.

La primera consulta al diccionario de la RAE: “Cerveza, bebida alcohólica hecha con granos germinados de cebada u otros cereales fermentados en agua y aromatizada con lúpulo, boj, casia, etcétera”. Nada sobre el origen, así que, a buscar el diccionario de Sebastián de Covarrubias, de 1611, el primero solo en lengua española, el Tesoro de la lengua castellana o española, donde se atribuye la cerveza como “cierta bebida que en las partes donde hay poca cosecha de vino, y los habitantes son amigos del beber, como hecha en Alemania y en todas aquellas partes septentrionales (norte de Europa). Ordinariamente se hace de cebada y en muchas partes de trigo, o de ambas, mezclándolas con otras cosas y, en particular, flor de lúpulo. Es una bebida para los que usan de mucho gusto. El nombre de la cerveza viene del alemán. Dioscórides la llama Zythum (vino de cebada), del griego, que se transforma en Zhytheza y de allí en Cerveza. Pero algunos quieren se haya dicho Cerere, porque los gentiles atribuían a la diosa Ceres (diosa de la agricultura) la invención de los miles y muchas veces se forma por el trigo y la cebada que son materia de la Cerveza”.

¿Viene el nombre de cerveza de la diosa Ceres o de otra raíz germánica? Habrá que remontarse al mundo romanizado, cuando las legiones guardaban las fronteras norte imperiales de los pueblos bárbaros centroeuropeos. Y allí, el sofisticado mundo romano, más dado al vino, en sus intercambios comerciales fronterizos, también empezaron a consumir la cerveza de aquellas tribus, de tal forma que algunos de sus clásicos, como Plinio el Viejo, o Tácito, dejaron su impronta sobre esta bebida.

La Germania (léase en latín guermania) fue el nombre romanizado de las numerosas tribus que habitaban más allá de la frontera norte del Imperio romano, tribus dispersas sin unidad política, aunque presentaban cierta convergencia cultural y lingüística. Aquel nombre de Germania sigue hoy siendo usado en inglés o en italiano, pero no en español o francés. Nuestra Alemania proviene del ‘germano’, de la raíz All (todos) y Man (hombre), que viene a significar todos los hombres o todos los pueblos. Esos, precisamente, que constituían las numerosas tribus del norte de Europa. Ese contacto hace que los historiadores romanos se fijen en la Germania, así que centrémonos en ellos.

Plinio el Viejo (25-79 dC) no mostró mucho aprecio por esta bebida, que según él se bebía en las regiones de climas duros y fríos, y eso condicionaba el carácter de aquellas tribus germánicas, aunque menciona en sus escritos cervezas de partes del imperio, como la Zythum egipcia, Caelia/Cerea en nuestra península hispánica, e incluso en la zona astur una bebida llamada Zythos (nombre de origen griego, como Zythum) y ya en la Galia encontramos la Cervesia. Para los romanos era la latinizada cerevisia, pronúnciese “quervisia”. ¿Pero, por qué la llamaban así?. Pues proviene de cornu (cuerno), que en todas las lenguas indoeuropeas tiene la misma raíz, siendo la ornamenta que llevan los ciervos (cervus), la cierva en latín es cerva, y el pelaje de estos animales …rubio tostado, ¡¡¡la cerveza, la cervesia o cerevisia romana (lease quervesia)! ¿Entonces, por qué Bier, Beer, Bière o Birra? No nos vayamos del latín porque en esas lenguas se prefiere acudir a la raíz latina de fermentar, borboteo, hervor. Así en su origen latino tenemos FERvens (hervir), FERveo (estar hirviendo), FERvesco (empezar a hervir), FERvidus (hirviente, ardiente), FERvor (efervescencia, fermentación) y claro de ahí (en su pronunciación) el origen de la palabra Cervisia, o lo que es lo mismo la Cerveza en alemán, inglés, francés o italiano. Póngase pues en duda los que atribuyen el origen a la diosa Ceres, la hija de Saturno y de Cibeles, la diosa de la agricultura, y por la que se celebraba en la antigua Roma, las mayores fiestas por las cosechas de cereales, algo así como el precedente de las actuales Oktoberfest. Si es cierto que la historia de la cerveza va unida a la agricultura de la antigua Mesopotamia y a Egipto, formando parte de la dieta de las clases más altas.

Publio Cornelio Tácito, siglo I d.C., nos dejó su impronta y también nos relató cómo eran los pueblos bárbaros de la Germania y algunos datos sobre su bebida preferida. Ya nos decía que los germanos “eran guerreros fieros a los que no les gustan cultivar la tierra y prolongaban el sueño hasta bien entrado el día”.  Y agrega: “pasan la mayor parte del tiempo sin ocuparse de nada”, quién lo diría de los alemanes de hoy. Eso sí, “cuando no estaban en guerra se dedicaban un poco a cazar”. Y agrega Tácito, comparándolo con el mundo libertino romano y agrupado en nombradas urbes, que los germanos no solían habitar en ciudades, que no agrupaban sus casas y que vivían aislados, respetando muchísimo el matrimonio y aportando el marido la dote. Limpios debían de ser porque al historiador romano le llama la atención que se lavasen con agua caliente, claro que lo entendía “porque allí dura mucho el invierno”. Apunta Tácito que “al no tener matrimonios, al no tener contactos con otras naciones, han logrado mantener una raza peculiar, pura y semejante solo a sí misma”. Pasaron los siglos y ya sabemos cómo en el XX se utilizó este argumento para aupar la raza aria sobre las demás y las consecuencias que tuvo en el devenir de la humanidad. Poco sabía Tácito que aquellos “ojos fieros y azules, de cuerpos grandes y cabellos rubios” marcasen profundamente el devenir del siglo XX.

Pero de los cabellos rubios de las mujeres surgió un mercado de intercambio con los romanos, postizos y cabelleras rubias para la sofisticada sociedad femenina romana a cambio del vino romano. Y eso, cito textualmente, que aquellas tribus bárbaras solo bebían “un líquido que obtienen de la cebada, o del trigo, y que al fermentar obtiene cierta semejanza con el vino”. Y aún más, aquellas tribus “de alimentación sencilla y austera, con frutos silvestres, carne de caza y leche cuajada, no mantienen la misma moderación ante la bebida. Si favoreces su embriaguez -dice Tácito-, suministrándoles cuanto deseen, se les vencerá por sus vicios, no menos fácil que por sus armas”. Y agrega, “para los germanos no es vergonzoso pasar el día y la noche bebiendo continuamente cerveza”. Y eso que el romano Tácito no conocía las Oktoberfest actuales.

A España nos llegó con Carlos I, el que después fuera V de Alemania, o más bien del Sacro Imperio Romano Germánico, nacido en Gante (hoy Bélgica), y desde entonces la cerveza compite con el vino que, tradicionalmente, como en todo el imperio romano, tenía más arraigo, lo que también sucedía en la península Ibérica (la Hispania romana), pero desde entonces ha ido ganando peldaños. No hay duda de que el gusto, la gustatio latina, va en aumento, pero aún queda camino para alcanzar a los mayores consumidores de cerveza, los checos, con 160 litros al año por persona, seguida por austriacos (106), alemanes (104) y polacos (100). En España se consume algo más de 85 litros de cerveza por persona y año. Y si queremos saber dónde se fábrica más cerveza hay que irse, como en tantas cosas, a China, que tiene una producción por encima de los 380 millones de hectólitros anuales. Le siguen Estados Unidos (215), Brasil (142) y México (120). Alemania, nuestro referente hoy, queda lejos en la producción de cerveza con ‘solo’ algo más de 90 millones de hectólitros al año. En el mundo se consume hoy unos mil millones de litros de cerveza anuales. Tanto se ha evolucionado con sus sabores y texturas, que hoy podemos encontrar más de 5.000 tipos de cerveza en el mundo, estando a la cabeza en variedad Bélgica, según la fermentación de las levaduras (granos) utilizadas para su elaboración.

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