Que «la primavera, la sangre altera» es algo que nos han repetido hasta la saciedad desde pequeños y, mínimo, lo escuchamos una vez al año. Pero siento decir que la primavera no altera la sangre. Aunque a este refrán no le falta razón – aunque sólo en parte – y en primavera vamos a estar más dispuestos a iniciar y mantener relaciones sexuales.

Toca empezar esta segunda parte sobre las mentiras sobre el sexo con una «media verdad». Y es que también hay que ver que no todo lo que nos cuentan es mentira.

Lo que nos ocurre en primavera es que nuestro cuerpo se despierta del letargo en el que se sumió con la llegada del invierno (menos horas de luz, más frío, tendencia al resguardo,…). Así, la mayor cantidad de horas de luz y la mejora de las temperaturas favorecen que nuestro organismo produzca más melatonina y otras hormonas (dopamina, noradrenalina,…) que inciden en el apetito sexual. Especialmente, hay una mayor producción de testosterona que, como ya comentamos en la 1ª parte, es la que mayor incidencia tiene en la libido, tanto en hombres como en mujeres.

Estoy con la regla y, por tanto, no hay sexo

Fuera del tema del sexo, las creencias generadas en torno a la menstruación tienen entidad propia y demuestran hasta qué punto el ser humano tiene capacidad de inventiva. Y hay que decir que las mujeres contribuyen mucho al mantenimiento de la imagen negativa que tiene este hecho mensual.

«Me voy a poner mala» es la frase que ha salido por la boca de todas las mujeres en algún momento de sus vidas. Esto le da una connotación negativa, de enfermedad, de infección, de suciedad o de algo malo a un hecho por el que pasan todas las mujeres y que, en la mayoría de los casos, no tiene excesivas repercusiones en la vida de la mujer.

Así, cuando una mujer está menstruando es como si todo lo que le provoca algún placer debiera pararse durante unos días y, así, esta ideación también se ha llevado al terreno del sexo. De esta manera, existe la creencia de que durante estos días el mantener relaciones sexuales puede provocar infecciones en el hombre o la mujer o que, simplemente, es mejor no tener sexo porque la mujer está de mal humor y no va a conseguir nada. Cabe decir que ambas ideas son falsas. No hay riesgo mayor o diferente del que se corre cuando la mujer no está menstruando (mientras se usen los métodos de protección adecuados).

Sí hay que señalar que, durante el período menstrual, la zona vaginal está más sensible, por lo que a la hora de practicar la penetración puede sentir alguna molestia. Ante este hecho, no hay que prestar demasiada atención y hay que tener en cuenta que no todo es penetración en el sexo, por lo que podremos hacer otras muchas cosas en el caso de que la penetración resulte molesta.

Y con esta idea vamos a enlazar a la siguiente creencia:

En una relación sexual siempre tiene que haber penetración

Esta es una idea que nos ha venido transmitida por el énfasis que las religiones han puesto en la función reproductiva de la relación sexual, para la cual, sí tiene que haber penetración (cuando hablamos de una pareja heterosexual).

Sin embargo, la concepción del sexo como algo placentero debe desterrar la idea de que tiene que haber penetración siempre. De hecho, la penetración debería trasladarse a un plano secundario, ya que puede llegar a ser lo que menos placer genere de todo el contacto sexual.

El ser humano tiene muchas zonas erógenas cuya estimulación le proporciona placer. Algunas de esas zonas se encuentran en los genitales, pero no hay que olvidar que también se pueden estimular de formas distintas a la penetración. La masturbación, los juegos, las caricias, los besos, el sexo oral,… todos sustituyen a la penetración y la pueden llegar a hacer innecesaria o accesoria.

En la imagen de la derecha podéis ver, gráficamente, algunas de las zonas erógenas de hombres y mujeres. Cabe señalar que hay muchas más de las que aparecen y que todo ello va a depender de la persona. Así, puede haber alguien a quien no le resulte placentero que le estimulen los pezones (que sí aparece en el imagen) y sí le da placer que le estimulen la zona perianal (que no aparece en la imagen). Conocer tus zonas erógenas puede formar parte de un juego dentro de la pareja o con uno mismo.

Es decir, la penetración es una parte más de la relación sexual y no la relación sexual en sí. Así, al igual que otros actos sexuales, puede estar presente o no durante una relación sexual.

Placer es igual a orgasmo y, si no hay orgasmo, no hay placer

Todo es un error. Tanto orgasmo como placer implican una serie procesos biológicos orgánicos (contracciones musculares) y, además, una serie de procesos mentales y psicológicos.

Hablar de placer es complejo e idiosincrático, es decir, propio de cada persona. Esto viene a decirnos que lo que le provoca placer a una persona no tiene por qué tener el mismo efecto en otra, por lo que va a ser una sensación subjetiva. Igual ocurre con el orgasmo.

Tener un orgasmo implica la contracción de los músculos pélvicos de forma involuntaria y como consecuencia, en la mayoría de los casos, de una repentina liberación de tensión sexual acumulada. Estos espasmos que se provocan en la zona genital tienen que ser percibidos por el cerebro como algo placentero, lo que hará que la experiencia se considere satisfactoria.

En el hombre, el orgasmo se relaciona con la eyaculación; sin embargo, puede existir orgasmo sin que se produzca eyaculación o eyaculación sin que haya orgasmo. Esto va a depender, en mayor o menor medida, de los procesos mentales que entren en juego durante el acto sexual. También se ha descubierto que los hombres pueden llegar a tener un orgasmo mediante la estimulación de la próstata, que se debe realizar a través del recto anal.

En las mujeres es más complejo, ya que no parece haber un evento que indique que se llega al orgasmo, aunque puede darse una mayor lubricación vaginal en el momento del orgasmo (o eyaculación femenina). La mayoría de las mujeres alcanza el orgasmo clitoriano, que se consigue a través de la estimulación del clítoris, más fácilmente que el vaginal, que se consigue con la estimulación más prolongada de la cara superior interna de la vagina. En este caso, también va a depender de los procesos mentales que entren en juego.

Sin embargo, no siempre tiene que existir orgasmo para que la relación sexual se considere satisfactoria. El clímax que se alcance durante la relación sexual va a depender de quienes participen en ella. Se puede conseguir mucho placer a través de la estimulación de las zonas erógenas de forma repetida, a través de juegos sexuales o fantasías, etc… de esta manera puedes pasar un buen rato, divertirte y disfrutar, sin necesidad de que se llegue a un orgasmo como tal.

Considerar que si no hay orgasmo estamos ante una relación sexual fallida lo único que nos aporta es malestar y no contribuye a que posteriores relaciones sexuales se desarrollen con naturalidad, influyendo en la pareja de forma negativa.

Ante esto, hablar con la pareja sobre lo que a cada uno le gusta y explorar esos gustos de forma conjunta puede ayudarnos a mejorar mucho nuestras relaciones sexuales y el conocimiento que tenemos de nosotros mismos.

Y, con estos, ya hemos repasado algunos mitos más sobre el sexo y, espero que, aclarado algunas dudas con respecto a algunos tabúes relacionados con este tema.

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