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Martínez-Almeida vende la moto a los madrileños

El alcalde de Madrid propone el ciclomotor como alternativa a la bicicleta porque contamina menos

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análisis

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El alcalde de Madrid, Martínez-Almeida, quiere que los madrileños se suban a la moto eléctrica para reducir la contaminación y luchar contra el cambio climático. A buenas horas mangas verdes. Media vida negando el problema de la polución y haciéndole la cruzada demagógica a Manuela Carmena para terminar enfundándose la camiseta de Greta Thunberg como si se tratara de la elástica de su querido Aleti. Así son estos chicos del PP. Cuando llegan leyes como el divorcio, el aborto y el matrimonio gay se rasgan las vestiduras, se oponen numantinamente y se encastillan en sus posiciones reaccionarias, pero cuando gobiernan ellos no solo no tumban los necesarios avances sociales, sino que se divorcian, abortan y se casan con sus parejas del mismo sexo a calzón quitado. Ahora toca subirse al movimiento ecologista del que tantas veces se han burlado.

Con su propuesta de motorizar a sus paisanos, Almeida pretende convencernos de que se ha concienciado por fin y de que ha tomado nota del temporal Filomena y de las inundaciones que estos días arrasan Alemania. Todo es puro postureo. Lo que de verdad seduce y atrapa al alcalde es la idea de un Madrid pintoresco y atractivo para el turismo, un Madrid de chulapos, majas y manolos subidos a la Vespa como en los sesenta, que es la edad mítica y nostálgica que toda persona de derechas lleva metida en la cabeza con la idea de que vuelva a hacerse realidad algún día.

Cuando medio mundo se sube a la bicicleta verde y ecologista, cuando cientos de millones de chinos pedalean moviendo el planeta, cuando Macron está ofreciendo 1.500 euros y una bici eléctrica a cada francés a cambio de su coche contaminante de gasolina, va y nos sale el alcalde de Villa y Corte vendiéndonos la moto de la moto. Pero Almeida no engaña a nadie. El primer edil puede ser cualquier cosa menos un ecologista convencido. Ahí está su batalla incansable y sin cuartel en los tribunales para enterrar Madrid Central, el gran proyecto de Carmena que restringía el tráfico rodado en el centro de la capital hasta reducir drásticamente las emisiones tóxicas tan letales para la salud humana como para el clima planetario. Y aún nos duele la mandíbula de tanto reírnos al recordar aquel célebre debate televisado que mantuvo con un grupo de escolares en el que una niña le preguntó qué rescataría antes en caso de desastre, la catedral de Notre Dame o el Amazonas. El primer edil popular se metió en un charco mayor al responder que antes apostaría por invertir en el célebre templo parisino que en la selva tropical hoy tambaleante por un voraz incendio. “¿Pero por qué, si el Amazonas es el pulmón del mundo y tiene muchos árboles y muchas plantas?”, le preguntó incrédula y en su bendita inocencia una de las pequeñas alumnas. En ese momento al alcalde se le nubló la vista, se le enrojecieron las mejillas, se le puso cara de póker y para salir del atolladero en el que le había metido aquella chiquilla con un sentido común demoledor y una lógica aplastante solo se le ocurrió decir: “Sí, el Amazonas es el pulmón del mundo y tiene muchos árboles, pero la catedral de Notre Dame es un símbolo de Europa y de las mejores cosas que nos han pasado en España está haber ingresado en la Unión Europea”. Aquella mítica intervención del alcalde propia de un youtuber pasado de rosca fue una de las obras cumbres del surrealismo berlanguiano español en este convulso siglo XXI. Y mira tú que el listón de la estulticia política estaba alto.

Pero más allá del desatino, desvarío o metedura de pata del regidor castizo, lo que quedó claro en aquel instante es que estábamos ante un alcalde de ideología ultraliberal, un trumpista contaminante, uno de esos capaces de licuar el Ártico para exprimirle un poco más de gas a las entrañas de la Tierra. Quizá no un negacionista radical y violento, pero sí uno de esos primos de Rajoy que anteponen la economía a un ecosistema limpio y saludable.

Ahora Almeida vuelve a meterse en el jardín del cambio climático, un asunto del que no tiene ni pajolera idea porque no es lo mismo ser conservador que ser conservacionista y además nunca le ha preocupado la agonía de este pobre y maltratado planeta. Si le hubiese interesado el planeamiento municipal sostenible, el entorno verde y la salud de los madrileños, habría mantenido Madrid Central con todas sus consecuencias, pero prefirió hacer populismo barato para ganar las elecciones, que a fin de cuentas es lo que busca todo político del PP. Está claro que Almeida es la antítesis de Juan Jesús Vivas, el sensato presidente de Ceuta que le ha puesto un cordón sanitario a la extrema derecha. Mientras el líder ceutí planta cara al bravucón ultraderechista Verdejo en cada sesión parlamentaria, Almeida se entrega de forma humillante a los Monasterio, Ortega Smith, Espinosa de los Monteros y demás cuchipanda del madrileñismo posfranquista, retro y cañí. Y así van en la Meseta, arriando la bandera LGTBI del balcón del Ayuntamiento, renunciando a los avances sociales más elementales, entregando el país a los herederos del Tío Paco.

Un nostálgico de la moto

Almeida ya piensa en verde, pero no en el verde Greenpeace, sino en el verde Vox, que le pone más y le da más votos. Con su propuesta de la moto, quiere convencernos de que de repente le ha entrado el remordimiento y el arrebato ecologeta ante el grave problema del cambio climático, el caos circulatorio y la contaminación. Mucho nos tememos que su oferta tiene más de propaganda política que de verdadera concienciación ante el gigantesco problema al que se enfrenta la humanidad. Llenando la urbe de ciclomotores, por mucho que sean eléctricos, lo único que va a conseguir el alcalde es una ciudad más ruidosa y de botellón, de manera que los madrileños ya no morirán de cáncer de pulmón sino de estrés, ansiedad e insomnio. El edil planea una ciudad turbina, una colmena de motos como molestos insectos zumbantes que no duerme nunca ni deja dormir, una ciudad hum donde no se puede pegar ojo. Ya lo dijo Ayuso: lo más bonito de Madrid son sus monumentales atascos y su boina negra radiactiva.

Almeida sigue yendo contra los signos de los tiempos. Le guste o no, la solución a la movilidad de las grandes ciudades pasa necesariamente por la bicicleta, no por convertir Madrid en el Circuito de Jerez. Está visto que este alcalde está muy lejos del gran Tierno Galván, que hace cuarenta años ya le daba cien vueltas en modernidad, lucidez y visión de futuro. Este hombre se quedó en el Madrid de los sesenta, de ahí que añore aquellos tiempos de las riadas juveniles en Vespa, la nueva burguesía franquista tomando la Castellana con sus cabras ruidosas al ritmo de Sor Citroën (da, dabadaba…) Todavía no ha entendido de qué va esto del calentamiento global y mira que se lo está explicando todo el mundo, los científicos de la ONU, los expertos de la Cumbre de París y los Bardem con sus viajes a la desesperada para salvar la Antártida. Cualquier día organiza una concentración de los Ángeles del Infierno frente a la Puerta de Alcalá como ejemplo de sostenibilidad. Si da dinero a los hosteleros de Ayuso, ¿por qué no? Aquí se trata de vender la moto.

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