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Otra vez nos hace la pascua la antipática Lagarde

La presidenta del Banco Central Europeo anuncia una subida de tipos de interés que encarece el precio del dinero

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análisis

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¿Se acuerdan de Christine Lagarde, la decimoséptima mujer más poderosa del mundo, según la revista Forbes? En 2012, el Fondo Monetario Internacional, dirigido por esa dama de aspecto antipático y envarado de señorita Rottenmeier, llegó a sugerir que el problema de la economía global era que la gente vivía mucho, con el consiguiente gasto social y en pensiones. Aquellos análisis ultraliberales provocaron una auténtica ola de indignación popular en todo el mundo y Juan Carlos Monedero llegó a espetarle a la jefa del FMI “¡danos ejemplo y muérete!”, que tampoco es que fuese muy elegante, pero al hombre le salió del alma.

Ayer, Lagarde (Lagarta la llaman muchos españoles en la calle) –esta vez en calidad de presidenta del Banco Central Europeo–, volvió a situarse en el centro de la polémica al recordarnos que los tipos de interés van a seguir subiendo, con el consiguiente encarecimiento del dinero, de las hipotecas, en general del coste de la vida, ya de por sí muy achuchada. O sea, que la señora vuelve a tomarla con el pueblo, que a fin de cuentas es quien paga los platos rotos de cada subida de interés. En una rueda de prensa tras una importante reunión del organismo que dirige, la responsable de la mayor entidad financiera europea nos lo dejó meridianamente claro: “Está muy claro que el BCE no está pausando. Sabemos que aún queda terreno por recorrer”. Ya puede echarse a temblar, sufrido lector de esta columna. Cuando a Lagarde se le mete una idea entre ceja y ceja estamos perdidos.

Con ese funesto augurio, la banquera de banqueros viene a decirnos que, cuando ya pensábamos que lo peor había pasado, seguimos estando en un ciclo de subida de tipos que no sabemos cuándo puede terminar. Ahora mismo el incremento del precio del dinero se ha situado a 25 puntos básicos, la menor de las siete subidas consecutivas de la tasa adoptadas por la institución desde el pasado mes de julio. Sin embargo, en cualquier momento vuelve a darnos el sartenazo y a meternos otros 25 puntos más, algo que, de ocurrir, sería nefasto para las economías micro y macro (se dispararía el coste de los créditos a hogares y empresas) y la deuda del Estado. Solo aquellos grandes ahorradores que tengan buenos depósitos en el banco ganarían con la decisión, claro que, con la que está cayendo, ¿quién es el guapo que tiene más de cuatro euros en la cartilla? El español vive al día, los salarios siguen siendo bajos (Garamendi se niega a cualquier tipo de pacto de rentas) y la inflación, aunque se mantiene relativamente controlada gracias a las medidas intervencionistas del Gobierno, continúa ocasionando estragos en los bolsillos. Pues en ese contexto, a Lady Ultraliberal, a Miss Money, a la señora Lagarde (representante de las clases linajudas de esa Europa que solo se preocupa por las grandes fortunas), no se le ocurre otra cosa que gastar bromas con el temita. “Unos pensaban que era apropiado subir 50 puntos básicos y otros 25, pero no escuché a nadie pedir cero”, dijo explicando cómo fue la reunión con los distintos gobernadores financieros. Ya no cabe ninguna duda: Lagarde se ríe de todos nosotros.

Pocos ciudadanos saben realmente qué se cuece en el Banco Central Europeo y en qué manos están. Entre las funciones del BCE figuran diseñar la política monetaria de la zona euro. Además, tiene el derecho exclusivo de autorizar la emisión de billetes (los estados miembros pueden emitir monedas, aunque la cantidad debe ser autorizada de antemano por el BCE). Pero entre sus principales competencias está contribuir a “mantener un sistema financiero estable y a la vigilancia del sector bancario”. Y aquí es donde nos da la risa. Las crisis bancarias nos vienen ya de dos en dos. Unas se producen por contagio de entidades norteamericanas que se van al garete de la noche a la mañana. Otras se incuban aquí, en la vieja Europa.

No hace mucho el sistema bancario suizo sufría un terrible terremoto con el hundimiento del Credit Suisse, la en otro tiempo prestigiosa entidad helvética que ha tocado fondo tras años de escándalos, corrupción y nefasta gestión bancaria. Dicen que algunas de las fortunas de los más grandes delincuentes económicos mundiales se encuentran en las cajas fuertes de ese banco a punto de irse a la quiebra. El 9 de febrero de 2023, un mes antes de la quiebra del Silicon Valley que desató el pánico financiero en todo el mundo, el Credit registró una pérdida anual de 7.300 millones de francos suizos, la mayor desde la crisis financiera de 2008. Esa desastrosa situación contable fue definida por los auditores con un fantástico eufemismo: “debilidades materiales” en los controles sobre la información financiera. Las acciones se desplomaron un 25 por ciento. Y si el UBS no llega a comprarlo de urgencia, solo Dios sabe dónde estaríamos ahora. Probablemente en otro crack y en otra recesión histórica de consecuencias calamitosas. ¿Dónde andaban la señora Lagarde y sus magníficos augures y arúspices incapaces de prever un problema sistémico con antelación? Ni siquiera olieron lo que se nos venía encima.

Con esta séptima subida, otra gaita o puñeta más que nos hace la señora Lagarde, el precio del dinero se sitúa en su nivel más caro desde 2008. Prosigue por tanto el endurecimiento de la política monetaria en la UE, que una vez más recaerá sobre los débiles según el librillo de la maestrilla Lagarde, esa mujer liberal que rechazó la reestructuración de la deuda griega, que allá donde ha estado suavizó las leyes contra la especulación bancaria y que fue declarada culpable por negligencia en el escándalo Tapie. Ahí es nada. Y luego algunos ingenuos se preguntan por qué los chalecos amarillos franceses están quemando ayuntamientos.

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