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Sam Shepard, un humanista del siglo veintiuno

El polifacético escritor, dramaturgo y actor estadounidense, fallecido en 2017 de ELA, legó un emocionante testamento literario, Espía de la primera persona, que ahora ve la luz en España

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análisis

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Muy pocos en el mundo logran atrapar en apenas un centenar de páginas tanta emoción, tanta contención, tanta sabiduría como logra el polifacético Sam Shepard (Fort Sheridan, Illinois,1942 – Midway, Kentucky, 2017) fallecido tras sufrir la enfermedad degenerativa ELA. Todo ello y mucho más se puede encontrar en Espía de la primera persona, una novela sui géneris muy especial, a medio camino entre el libro testamentario y el manual de resistencia vital a través de la escritura. Porque eso es precisamente lo que hace el que fuera amigo y colaborador de los Stones, batería de un grupo de acid rock, actor, coguionista de cine, poeta, dramaturgo a la altura del mismísimo Tennessee Williams y también escritor ganador del Pulitzer, además de pareja de la actriz Jessica Lange durante casi tres décadas.

Dejó un legado diverso y apabullante, repleto de reflexiones más actuales que nunca. De muestra, sirva esta por ejemplo: “La democracia es muy frágil. Tienes que cuidarla. Tan pronto como dejes de ser responsable y le permitas convertirse en tácticas de miedo, ya no es democracia, ¿verdad?, es otra cosa. Puede ser que esté a una pulgada del totalitarismo”.

Espía de la primera persona’ es una novela sui géneris muy especial, a medio camino entre el libro testamentario y el manual de resistencia vital a través de la escritura

En este testamento literario que ahora publica Anagrama, escrito al final de su vida, Shepard se muestra tan indomable como siempre, pese a que la enfermedad ya le atenazaba casi por completo. De ahí que la luminosidad creativa demostrada en estas bellas e intensas páginas sean un ejemplo de entereza, dignidad y sobre todo maestría artística. Como señala el título del libro, alguien espía a alguien, concretamente a un hombre sentado al otro lado de la calle sentado en una mecedora mientras recibe atenciones de sus familiares. Los recuerdos evocadores se suceden y retratan el mundo que vivió en primera persona el polifacética artista estadounidense. En suma, todos ellos agrupados dan la dimensión de una perspectiva vital que retrata al unísono una época muy determinada: del Watergate y Vietnam al problema de los migrantes latinoamericanos. Los territorios literarios que recorre Shepard conmueven por lo fronterizo y misterioso, una América profunda tan real como metafórica y lírica.

Esta obra trasciende la ficción narrativa para situarse por méritos propios en el universo lírico del autor, su belleza incuestionable así lo impone de principio a fin y hace que la lectura de estas intensas cien páginas sean un verdadero acto de fe en la belleza en sí y por sí misma. Un placer para los sentidos, pocas obras literarias pueden arrogarse este mérito.

La intensa trayectoria vital de Shepard, truncada por la implacable enfermedad de la ELA, es la de un humanista del siglo veintiuno en el pleno sentido de la definición. Sus polifacéticas dotes para la creatividad artística, ya sea en el cine, la literatura o el teatro, evidencian que estamos ante un autor muy especial, dotado como pocos del sentido exquisito de la sensibilidad creadora.

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