Soy de la opinión que Carlos Alcaraz debería haberse saltado el Master 1000 de Madrid, por mucho que disfrute yo viéndolo en directo, para reservarse de cara a Roland Garros.
Creo que él también lo piensa, y por eso juega con miedo. No lanza nunca la derecha a la máxima potencia si puede evitarlo. Se ajusta y sube la banda elástica que le protege el brazo al menor pretexto. Se vigila y observa a sí mismo.
Alcaraz tiene miedo. Miedo de nuevas lesiones. Y por supuesto todavía no se ha librado del eco de la maldición de Djokovic, cuando en Wimbledon el serbio le dijo que lograría grandes cosas si la salud se lo permitía.
Todos los tenistas tienen lesiones. Djokovic tantas como cualquier otro, y por eso administra con cuidado sus participaciones en los torneos y se reserva para los Grand Slam.
Cierto que Alcaraz se enfrentaba en octavos de final a un hueso realmente duro de roer. Struff. El mismo que el año pasado le hizo sufrir en la final. El mismo que le sacó de Roland Garros en 2021 cuando Carlitos era realmente muy Carlitos. El miedo siempre ha sido un mal consejero. Incluso si consigue ganar el Máster de Madrid no sé si realmente va a merecer la pena el esfuerzo. Naturalmente es el propio Alcaraz y su equipo quien decide. Desde los asientos de la Caja Mágica solo opinamos e intuimos.
Y Nadal… Impresionante cómo ha luchado. Inolvidable el paralelo con el que ha conseguido el que muy probablemente será su último punto ganado en el Open de Madrid.
Lo ha dado todo y tampoco debe descartarse que siga creciendo. De Montecarlo a Madrid ha dado un salto de gigante. Si consigue dar otro de igual magnitud de Madrid a Roland Garros, teniendo en cuenta que estará en su escenario favorito y más mítico no debe descartarse que acabe consiguiendo su último milagro.
Una maravilla y un lujo y un privilegio los jugadores de tenis que tiene España ahora mismo.
Tigre Tigre
