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El universo escultórico de Miró se expone en Santander

Antonio González Aguayo
Antonio González Aguayo
Licenciado en Historia, Escenografía teatral y con estudios de periodismo. Escribo en diferentes medios digitales.
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análisis

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El Miró más actual, inconformista, transgresor, iconoclasta, radical y sorprendente se expone estos días en el Centro Botín de Santander, bajo el título Joan Miró: Esculturas 1928-1982. Se trata de 94 trabajos –algunos prestados por primera vez–, de los que 45 se exhiben junto con sus objetos originales y 18 son monumentales, lo que da una idea de lo extraordinario y complejo de su obra.

La muestra, comisariada por la experta en la obra del artista María José Salazar y el nieto de Miró, Joan Punyet Miró, aborda el talento creativo del artista barcelonés para transformar objetos de la vida cotidiana en esculturas con la presencia de objetos originales y los materiales básicos que usaba en sus composiciones. Según Salazar, aquí se podrá ver un “Miró moderno, parece un artista del siglo XXI. Hizo siempre lo que quiso, y además con un halo poético. Poesía y libertad son sus señas de identidad”.

La mayoría de las obras proceden de la colección privada de la familia Miró y de las Fundaciones Miró de Barcelona, Pilar y Joan Miró de Mallorca. También se encuentran obras cedidas por instituciones internacionales como el Museun of Modern Art de Nueva York, la The Pierre and Tana Matisse Foundation de Nueva York, la Fondation Maeght de Saint-Paul-de-Vence y la Galeria Lelong de París.

Los periodos artísticos del artista que se pueden ver, distribuidos en cinco espacios, abarcan desde sus inicios escultóricos en París, con su trabajo La danseuse espagnole (1928) –que es más una pintura o collage que una escultura–, pasando por la vuelta a la forma con el ceramista Josep Llorens Artigas en los años cuarenta, hasta su etapa de madurez con el trabajo Personnage (1982), creado a partir de una servilleta del restaurante barcelonés La Puñalada.

También son importantes sus esculturas pintadas en 1967, como Femme et oiseau o Jeune fille evade entre otros. O aquellas monumentales tan increíbles caso de Femme Monumento (1970), Porte I (1974), L’Oeil Attia las diamante (1974) o Souvenir de la Tour Eiffel (1977). Esta última de tres metros de altura y confeccionada con objetos encajados. Hablamos, en definitiva, de la faceta artística del Miró menos conocido y “poco divulgado”, ha afirmado Salazar.

Y es que los objetos para Miró acabaron siendo un alfabeto visual que retroalimentó su arte. “Por primera vez mostramos los objetos que él encontraba y por los que creaba las obras”, ha asegurado la comisaria. De hecho, el propio artista dijo una vez: “Me siento atraído por una fuerza magnética hacia un objeto, sin premeditación alguna; luego me siento atraído por otro objeto que al verse ligado al primero produce un choque poético”. Y en otra ocasión confesó: “Quiero hacer esculturas enormes. Me preparo amontonando cosas en mi estudio”.

Lo más interesante de todo es que el espectador puede seguir el proceso creativo del artista, desde la idea original hasta la obra terminada, ya que en la muestra se encuentran sus yesos, dibujos preparatorios, fotografías, vídeos y numerosos objetos encontrados, algunos de ellos muy raros, que formaron parte de su imaginario escultórico. También se hallan representados todos los materiales con que trabajaba: hierro, bronce, madera, pintura, papel, fibras de vidrio o resinas sintéticas.

Son tan variopintas y revolucionarias estas obras, que su mujer Pilar nunca las entendió ni dejó que entraran en su casa. Mandó dejarlas siempre en el taller. La razón es que las encontraba antiestéticas y, literalmente, feas. Salazar contó una anécdota: “Cuando el Estado español hizo la selección de obras para la dación que la familia Miró hizo (como pago de impuesto de sucesiones), tras la muerte del artista, Pilar Juncosa, su viuda, preguntó: ¿De verdad que os interesan las esculturas? Joan es un chatarrero”.

La comisaria subrayó además que en este “universo Miró”, “irrepetible”, se puede descubrir tanto su lado más “poético” como el más “personal” y que es la oportunidad para ver una recopilación concentrada del mundo escultórico del artista barcelonés, ya que, difícilmente se podrán “volver a ver en el Estado durante un tiempo”. La muestra estará en el Centro Botín hasta el 2 de septiembre.

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