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Alcoholismo y aborto, ¿cuál es la diferencia?

Julián Molina Illán
Julián Molina Illán
Psicólogo, Fisioterapeuta, Enfermero, Filólogo, e Historiador del Arte.
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análisis

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Sé que soy muy pesado con el tema de la Formación; sé que prácticamente no hablo de otra cosa… pero ¿qué le puedo hacer? La ausencia de Formación está en el origen de todo el desastre político que nos rodea en España, y en el mundo entero. Vuelvo a recordar, Formación no son carreras universitarias (aunque también), sino una visión reflexiva de la realidad. Lo que ocurre es que cuando se estudia mucho es inevitable reflexionar mucho, con lo que estudiar mucho suele estar muy correlacionado con la Formación, aunque la correlación no es igual a 1 (“1” significa correlación máxima).

Resulta que el Partido de los Poderosos ha sustituido a Pablo Casado (conocido en el mundillo de la política como Pablo “el rana”, “el príncipe de la charca”, y lindezas por el estilo) debido a su inoperancia y falta de formación (carrera regalada, máster en la universidad de Harvard-Aravaca, y cosas así); el sustituto es el ínclito Núñez Feijóo, hombre de inconfesables amistades íntimas, y no precisamente de su época de estudios. Y digo de su época de estudios porque parece que tampoco ha estudiado mucho. Anda que no se van a acordar en el Partido Porompompero de Soraya Sáenz de Santamaría…

Nuestro amigo Alberto ha hecho unas declaraciones sobre la nueva Ley del Aborto que van a pasar a la Historia: ha comparado el aborto con el alcoholismo. Ahí es nada. El tema del aborto no es un tema del que a mí me resulte cómodo escribir, pero sólo por una razón: la complejidad del tema excede el ámbito de un artículo de 800 palabras. Existe el peligro de simplificación y no quisiera yo ser malentendido o contribuir a la confusión. Sin embargo, en el día de hoy voy a hacer un esfuerzo para explicarle a Alberto Núñez Feijóo la diferencia entre abortar y emborracharse.

El alcohol es un tóxico, y consumido en grandes cantidades un veneno extraordinariamente destructivo. Desgraciadamente es una droga social, lo cual significa que su consumo está apoyado en multitud de situaciones y se considera incluso algo positivo: se brinda para celebrar, para relacionarse, e incluso se bebe para olvidar, o para reducir el nivel de autoconciencia a la hora de cometer una tropelía (a esto le llamamos “beber para adquirir valor”). Por no hablar de que suele estar detrás de una parte muy importante de los accidentes de tráfico, accidentes laborales, y crímenes de todo tipo. Una lacra, un desastre sin paliativos

La Ley establece que una chica mayor de 16 años pueda interrumpir su embarazo sin el consentimiento de sus padres, pero no dice nada de que sus padres no puedan estar informados. La cuestión es que cuanto menor es una mujer, mayor es el impacto que un embarazo no deseado puede generar en su vida, y, en este sentido, las consecuencias de una prohibición o de una insufrible presión inculpatoria son infinitamente mayores que, por ejemplo, a los 30 años.

Equiparar embrión o feto a VIDA HUMANA es un error garrafal que está en el origen de la controversia sobre el aborto. Los “antiabortistas” están convencidos de que se está “abortando” una vida humana, cuando esto no es cierto. El tema es complejo y no puedo extenderme más. Solo lo resumiré en la siguiente frase: abortar un embrión, o un feto, nunca puede ser un crimen o un asesinato porque no se está “matando a nadie”. Ni desde el punto de vista biológico, ni desde el punto de vista social o psicológico, ni desde el punto de vista jurídico. Si el Alberto Núñez Feijóo tuviera formación, lo sabría.

No está prohibido que los menores de 18 años consuman alcohol, sino que alguien pueda suministrárselo (vendérselo, o regalárselo), por ser una droga destructiva de la salud. Tampoco es que los chicos y las chicas menores de 18 años vayan contándoles a sus padres la gran borrachera que cogieron el día anterior… Sus padres lo saben, por supuesto; los adolescentes siguen bebiendo… ¿entendemos que el problema es otro?

Una mujer de 16, 17… o 25 años pasa por un trauma muy duro cuando aborta, pero ni punto de comparación al desastre que supone para su vida pasar por un embarazo no deseado, y, sobre todo, tener un hijo/a no deseado y que, por mil razones, no va a disponer de la atención y las oportunidades que a esa supuesta madre le gustaría darle para realizarse como tal, por no hablar también del destrozo que un hijo o hija llegados en mal momento puede representar para los padres. Y por favor, no me hablen de egoísmo, porque no es el caso. En este sentido el aborto es, a pesar del drama y la carga psicológica que representa, un elemento liberador en la vida de esa mujer. El alcohol, un atentado contra la salud. ¿Qué tendrá que ver una cosa con la otra?

Un saludo a todo el mundo.

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