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Amenaza de guerra

Julián Arroyo Pomeda
Julián Arroyo Pomeda
Catedrático de Filosofía Instituto
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análisis

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La Ministra de Defensa anuncia permanentemente sobre la guerra, calificándola como una ‘amenaza total y absoluta’. No es simplemente una hipótesis, sino una realidad. Algunos pueden dejar de leer aquí porque el autor les parecerá un aguafiestas. ¿Pretende perturbar nuestros próximos días festivos? Nada más lejos de mi intención.

Hoy en día, un ataque nuclear con solo un misil podría lanzarse desde Rusia a España. Tenemos el peligro muy cerca. Sin embargo, no existe una percepción y conciencia adecuada de este peligro, algo muy característico de los países del sur. ¿Acaso alimentamos un insuperable deseo de vivir, ignorando el tiempo de vida que nos queda?

No es una situación pesimista, sino un recordatorio de que el ataque puede ocurrir ahora y en cualquier momento. Los optimistas pueden pensar que no es precisamente hoy cuando sucederá, debido a que se dan las condiciones más favorables para ello. Los países fronterizos con Rusia comienzan a creer en la amenaza.

Otros opinan que hay factores que lo impiden. Por eso, no es posible ser el primero en presionar el botón nuclear. Quien envíe armas nucleares sobre un territorio debe estar seguro de las consecuencias. Es poco realista pensar que si se lanza un misil nuclear sobre el lugar donde vivimos, ciertamente ya no veremos más allá de la destrucción. No importa si los atacantes también caen; nuestro entorno ya habría sido destruido. Los países limítrofes y también los más alejados sufrirán las consecuencias.

Se destruiría la tierra conocida No sería ya una batalla sino un aplastamiento total y único. Algunos países están proponiendo enviar tropas a Ucrania porque no ven otra solución ante la negativa de Rusia a ceder. Otros creen que esto podría llevar a una escalada aún más peligrosa. Lo único que queda es mantener la calma y la paciencia con la mayor serenidad posible, sin ninguna imprudencia. Necesitamos permanecer muy calmados para que no estalle tan peligroso volcán. Ningún líder parece que pueda ya pararlo.

No se trata de una situación pesimista, sino de recordar que es ahora cuando puede ocurrir. Ahora y en cualquier momento, dicen los optimistas. Bueno, pero es precisamente hoy en día cuando puede suceder, porque se dan las condiciones más favorables para ello. Los países que forman frontera con Rusia sí empiezan a creérselo.

¿Dónde está implantándose nuestra esperanza de seres humanos racionales? Europa carece de armas nucleares, el arsenal ya la tienen otros. Por ello, cuentan con capacidad suficiente para destruir y aplastarnos a todos. ¿Quién se atrevería a actuar así? Solo alguien sin escrúpulos y de un sentimiento tan patriota y nacionalista que no consintiera que le quitaran ni un milímetro de su país. La cuestión es que se sienta obligado a atacar a otro, porque si no podrían no respetarlo a él.

Para comprender esto es muy importante la concepción que se tenga de la índole de la naturaleza humana. En la historia ha habido dos concepciones extremas por radicales… Thomas Hobbes (siglo XVII) mantenía que el hombre es un lobo para el hombre. Por eso tenía que haber un Estado fuerte que protegiera a los individuos. De otra parte, Rousseau (sigo XVIII) sostenía la bondad natural del hombre, que únicamente el progreso social y la técnica la pervierten. Kant era un profundo admirador del ginebrino y su posición es la de una “sociable insolidaridad”. A esto es a lo que había que atender.

En su tiempo transcurría la guerra de los 30 años con enfrentamientos encarnizados entre católicos y protestantes. La causa eran las ideas religiosas de ambos, que influían en lo social y en lo político. En este contexto escribió Kant La paz perpetua. Por paz entiende el fin de toda hostilidad. No hay que olvidar el periodo histórico en que vivió. Tenía que acabar la guerra y las violencias. Era el cese de la violencia. Esto es lo que exige a los países que están en guerra para llegar a unos acuerdos de paz.

Hay para esto una razón ética profunda. Cuando un Estado ataca a otro, convierte a los individuos en cosas, es decir, se toma a las personas como medio, pero solo son fines y no medios. Tampoco se puede matar para servir al Estado, porque entonces los soldados-personas obedecen al Estado, siendo ellos medios y se ataca a un principio moral, junto a “los derechos de la humanidad”.

Para superar todo esto hay que declarar una Constitución republicana con tres principios: el de la libertad, el de la dependencia de la Constitución (esta es a la única a la que nos sometemos) y el de la igualdad (la Constitución republicana se creó mediante un contrato entre todos los ciudadanos). Algunos creen que esto es un tópico y no se puede cumplir. ¿Por qué no? Si no puede ser más actual. La libertad constituye a todo ser humano, siendo su raíz. Todos están sometidos a la ley son iguales por naturaleza, por lo que se impone el respeto mutuo. La paz ha de ser perpetua, lo exigen los derechos de la humanidad.

Por si acaso, no acepta ejércitos permanentes (miles perpetuus), que desaparecerán con el tiempo. En resumen, termina el Apéndice 1: “Buscad ante todo acercaros al ideal y la razón práctica y a su justicia; el fin que os proponéis –la paz perpetua– se os dará por añadidura”.

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1 COMENTARIO

  1. «Buscad ante todo acercaros al ideal y la razón práctica y a su justicia». Es como si se lo pidiese a la gente, al pueblo, a los ciudadanos. ¿Alguien cree que son los ciudadanos los que piden estas guerras? Los pobres ciudadanos están horrorizados, a verlas venir, sin arte ni parte. Las gravísimas decisiones de enviarnos a la guerra (y enviarnos la guerra), las toman cuatro ricos que necesitan las guerras para ser más ricos. Es decir, para expropiarnos más y mejor a la Humanidad. ¿Alguna vez se ha sometido a referéndum ir a una guerra? ¿A que no?

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