España vive una gravísima crisis social que los diferentes gobiernos de Pedro Sánchez están siendo incapaces de frenar. Más bien al contrario, a pesar de que se han aprobado medidas que, en teoría, deberían haber puesto freno, como las diferentes subidas del salario mínimo, la aplicación del Ingreso Mínimo Vital, el blindaje de la revalorización de las pensiones, la realidad es que en los estratos medios e inferiores no se siente una mejora del bienestar. Este es el gran fracaso de Sánchez.
Más allá de análisis sobre medidas de corte político, que tampoco es muy favorable, la cuestión social está en estado crítico, tal y como recordó la Comisión Europea en un informe durísimo publicado en diciembre de 2024.
Hay muchos factores para entender la crisis social que se ha cronificado desde el año 2018. Por un lado, está la absoluta desconexión entre los beneficios empresariales y los salarios de la clase media y trabajadora. Con Pedro Sánchez las empresas han obtenido grandes beneficios, más allá de las alharacas del Partido Popular, de Isabel Díaz Ayuso y de la extrema derecha. Sin embargo, los trabajadores no están recibiendo nada del crecimiento macroeconómico.
La comparación entre la evolución de los salarios y los beneficios empresariales en España revela una desconexión creciente. Mientras que los beneficios empresariales han aumentado a un ritmo considerable, los salarios no han seguido el mismo ritmo de crecimiento. Esta brecha ha contribuido a una mayor desigualdad económica y ha generado preocupaciones sobre la capacidad de los trabajadores para mantener su poder adquisitivo.
Los distintos gobiernos de Sánchez han sido incapaces de hacer una trasposición adecuada entre el crecimiento de la productividad laboral con los salarios. Esta divergencia entre sueldos y beneficios empresariales ha derivado en una mayor desigualdad económica, en limitación de la capacidad de gasto de las familias y, por tanto, del consumo interno, además de una percepción de injusticia económica que está siendo aprovechada por la extrema derecha para crecer entre las clases medias y trabajadoras.
Crisis social
Los distintos gobiernos de Pedro Sánchez desde que accediera al cargo en 2018 cuentan con la legitimidad absoluta desde un punto de vista de los instrumentos democráticos y constitucionales. Otra cosa es que se puedan cuestionar el contenido de determinados pactos alcanzados con fuerzas parlamentarias o el incumplimiento sistemático del contrato que Sánchez firmó con los españoles en los diferentes comicios generales.
Sin embargo, lo que los datos oficiales demuestran es que, desde que Pedro Sánchez alcanzó el poder, la crisis social se ha cronificado, se ha vuelto sistémica. Esto ha derivado en un aumento en el descontento popular, tensiones políticas y una creciente desigualdad económica. Estos factores han impactado de manera significativa en la cohesión social y la estabilidad del país, porque están siendo aprovechados por el populismo de extrema derecha, como ya sucedió en los años 30 del siglo XX.
La disparidad creciente en la distribución de ingresos y patrimonio ha contribuido de manera significativa a la crisis social. Los beneficios empresariales han aumentado de manera desproporcionada en comparación con los salarios, exacerbando la desigualdad y generando una percepción de injusticia económica entre la población. Los salarios en España están prácticamente estancados, a pesar de la subida del SMI, lo que limita sobremanera limitando el poder adquisitivo de los hogares, hecho que se ha acrecentado con la crisis de inflación derivada de la guerra de Ucrania. Esta situación ha llevado a un aumento en la precariedad laboral y a una mayor dependencia de los subsidios gubernamentales, lo que ha alimentado el descontento social.
Por otro lado, el panorama político tampoco ayuda. La fragmentación y la polarización, la falta de consenso y la dificultad para formar gobiernos estables han generado incertidumbre y han exacerbado las tensiones sociales como, por ejemplo, la crisis en el acceso de la vivienda que sólo se podrá solucionar con un pacto de Estado que sólo será posible con un gran acuerdo entre el PSOE y el PP.
Mercado laboral destrozado
Los más de seis años que lleva gobernando Pedro Sánchez han estado marcados por una notable intensificación de la precariedad laboral. Este fenómeno, que se manifiesta en la creciente inestabilidad en el empleo, la disminución de los salarios reales y las condiciones laborales desfavorables. Esto se demuestra en los datos oficiales del INE y del SEPE. Hay más cotizantes, pero los empleos son de mucha peor calidad. Esto supone el verdadero fracaso de la reforma laboral aprobada con el beneplácito y las felicitaciones de la patronal.
A pesar de que la reforma laboral se diseñó como una forma de mejorar la calidad de los puestos de trabajo, la realidad es que ha dejado suficientes herramientas para los empresarios irresponsables para generar un escenario de mayor inseguridad para los trabajadores. La proliferación de los contratos a tiempo parcial, tal y como se desprende de las estadísticas mensuales del SEPE, es la causa principal de la precarización del empleo, por más que haya aumentado la tasa de contratos indefinidos.
El aumento de la precariedad laboral ha tenido repercusiones directas en la distribución de la riqueza y la pobreza en la España de Pedro Sánchez. La polarización del mercado laboral, con una creciente brecha entre empleos bien remunerados y empleos precarios, ha exacerbado las desigualdades sociales. Muchas familias han visto cómo sus ingresos, a pesar de tener empleo, se han derrumbado, lo cual ha incrementado las tasas de pobreza hasta una situación «crítica», tal y como señalaba la Comisión Europea en su informe.
Las condiciones laborales precarias que se han encapsulado en la España de Pedro Sánchez tienen un impacto negativo en la salud de los trabajadores. La inseguridad laboral, la falta de beneficios y la presión constante por el desempeño pueden conducir a niveles elevados de estrés, ansiedad y depresión. De ahí el incremento de más del 20% en el consumo de antidepresivos y opiáceos en España desde 2018, según datos de la OCDE.
El motor económico de Europa… ¿para quién?
Todos los organismos económicos internacionales, como el FMI, la OCDE, el BCE o el WEF indican que España está liderando el crecimiento económico de la Unión Europea. Sin embargo, ese éxito macroeconómico de los gobiernos de Pedro Sánchez no tiene un impacto directo en el bienestar de las clases medias y trabajadoras.
Uno de los factores clave para que esto se esté produciendo es la desigualdad en la distribución de la riqueza. En la España de Sánchez, el crecimiento económico está beneficiando desproporcionadamente a los sectores más ricos de la sociedad, mientras que los ingresos de las clases medias y trabajadoras permanecen estancados o, directamente, se están derrumbando.
Aunque, en teoría, España tiene un sistema fiscal progresivo, la realidad es que no es así y, aunque los gobiernos de Sánchez han aprobado tasas especiales para determinados sectores empresariales o para los altos patrimonios, lo cierto es que el sistema fiscal español es absolutamente regresivo. Es decir, los impuestos representan una carga mayor para los ciudadanos de menores ingresos en comparación con los más ricos. No hay más que comprobar las tasas impositivas que, una vez que se han aplicado las generosas exenciones que permite la ley y que han aprovechado las múltiples lagunas legales existentes, los más ricos pagan, proporcionalmente, muchos menos impuestos que las clases medias y trabajadoras y, por supuesto, que los autónomos y las Pymes.
Por otro lado, el desempleo y el subempleo que Sánchez no ha conseguido atajar son factores que están afectando muy negativamente a la distribución de los beneficios del crecimiento macroeconómico. Esto quiere decir que una parte muy importante de la ciudadanía no está participando plenamente en el mercado laboral, lo que reduce la capacidad adquisitiva de los hogares y perpetúa la pobreza y la exclusión social.
La ineficiencia y la falta de enfoque en las políticas aprobadas provocan la desconexión entre el crecimiento macroeconómico y el bienestar ciudadano. Los efectos de la corrupción pasada y presente, la falta de transparencia y una planificación deficiente son factores que también contribuyen a esta problemática.
Evidentemente, Pedro Sánchez puede cambiar de rumbo, pero todo parte de una base de estabilidad política que permita la generación de escenarios viables y efectivos para el desarrollo de una política social que llegue a las clases medias y trabajadoras. Los resultados reales, no propagandísticos ni sectarios o ideológicos de los gobiernos de Sánchez en materia social, no se diferencian mucho de los del gobierno de Mariano Rajoy. Para lograr esta estabilidad política, Sánchez sólo tiene un camino que no tiene intención de transitar. Ese será su fin, pero también el del bienestar de una ciudadanía tan desesperada que se está yendo al lado oscuro. Como dijo el Maestro Yoda, «el lado oscuro no es más fuerte, es el camino rápido, fácil y seductor». No hay más que ver quién juró ayer el cargo de presidente de los Estados Unidos y de quién estaba rodeado.