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¡Andalucía!, vivimos bajo la rebelión de las élites

Joaquín Francisco Castillo Eslava
Joaquín Francisco Castillo Eslava
Profesor de secundaria y doctor en Economía asociado a la UCA.
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análisis

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Siempre las élites socioeconómicas sometían a las grandes capas de la sociedad. Sin embargo, el tiempo pasó, y pensé que ahora eran las masas quienes la quieren gobernar para que todos y todas tengamos oportunidades. Y, no sólo, no ha sido así si no que hoy vivimos bajo la rebelión de las élites. Por tanto, el orden social caracterizado por una desigualdad atroz incrementa a pasos agigantados.

El tsunami de la extrema derecha en cualquier polo de occidente; la vuelta al bipartidismo (habiendo sufrido partidos políticos tradicionales una importante decadencia y credibilidad); y la polarización de la sociedad son consecuencias de un más que desgastado sistema capitalista que no sabe atender los desafíos y retos socioeconómicos actuales.

La desigualdad es el espejo perfecto que dinamita la ausencia de generación de oportunidades y “caricaturiza” de manera alarmante tanto la meritocracia como la movilidad social puesto que los beneficiarios son los mismos generación tras generación; es decir, la clase acaudalada.

Ante esta realidad inequitativa, por un lado, la derecha se radicaliza buscando el adalid de que la economía sea más liberal y privada (cualquier día se le ocurrirá que paguemos por el oxígeno, sino al tiempo) y se refugia para que unos derechos universales tomen tintes en blanco y negro (machismo, homofobia, xenofobia y racismo, entre otros). Mientras que la izquierda, se enquista en un “juego de egos” descuidando así la lucha esencial contra la economía actual que va desangrando las calles en desigualdades.

No dudo, que los distintos partidos políticos, en general, se de golpes en el pecho por anunciar cada vez que pueden los principios democráticos: igualdad, libertad, fraternidad y sufragio universal. Sin embargo, y sobre todo por la parte de la izquierda, es sonrojante que no manifiesten el verdadero dogma para lograr una democracia real que es la lucha contra la economía actual. De ahí, que por culpa de nuestro sistema económico se derive todas nuestras miserias representado por una desigualdad con rostro de todos los colores; genero, edad, raza, geográfica, y orientación sexual, entre otros.

Eso sí, la izquierda, además de sus egos, se centra en las reivindicaciones identitarias, que si son importantes y ayuda a la mejora de la sociedad. Por ello, décadas y décadas, de reivindicaciones, manifestaciones y promulgación de leyes que afinan en conquistas de derechos universales, pero hacen oídos sordos y nunca se han atrevido a combatir la lucha económica. Y no nos olvidemos, sin la victoria económica estamos abocados a la desigualdad infinita con un horizonte tenebroso de volver a tiempos donde las oportunidades solo quedan en posición de una minoría societaria.

En esta línea, en plena revolución tecnológica de la inteligencia artificial y el big data, la financiarización de la economía, un mercado desregulado, un cambio climático sin frenos, un manual consolidado de especular en vez de producir, la hiperglobalización y la hegemonía de la ideología liberal ha hecho estallar las costuras de la desigualdad hasta un punto que ya naturalizamos guerras, hambre y contaminación.

Además, el sistema económico actual se acelera en una mayor concentración de la riqueza (cada vez los sectores económicos se van quedando en menos manos -monopolios y oligopolios) que hace erosionar la competencia y a su vez a la pequeña y mediana empresa. Esto hace que se esté empujando hacia una mayor marginación de determinados grupos sociales; y, por ende, la división de clases aumenta.

Pues bien, bajo el sol andaluz, testigo de siglos de historia, Andalucía se enfrenta hoy a una encrucijada marcada por la rebelión de las élites contra el pulso de su gente. La desigualdad socioeconómica, lejos de disminuir, se ha intensificado, revelando las fracturas de un sistema que privilegia a unos pocos mientras margina a la mayoría.

Así, en el caso andaluz, el relato no iba a ser distinto. Mayor concentración de la riqueza donde, incluso, muchas empresas instaladas en Andalucía se llevan sus beneficios a otras regiones e, incluso, también lo tributan allí. Esto origina unas balanzas fiscales tan desequilibradas que originan unas colas interminables para que el medico nos atienda; o unas ratios educativas inadecuadas; y, evidentemente, una inversión insuficiente para generar empleos de calidad.

Cada día, los grandes capitales, con el permiso de nuestros gobernantes, adquieren nuestras tierras convirtiendo nuestra nación andaluza en un “se vende al mejor postor” con la consecuencia irreversible que nuestra soberanía se va acumulando en manos de una oligarquía sin escrúpulos. Esto va diezmando, poco a poco, al pueblo andaluz a un futuro sin libertad.

Hay que recordar que la nación andaluza, según la tasa Arope, es la nación con mayor riesgo en pobreza y exclusión social; y según el índice 80/20 somos los más desiguales del panorama nacional manifestando que uno de cada tres andaluces y andaluzas son desiguales (1d3). Pues bien, a pesar de estos escalofriantes datos las masas no hacen por unirse y aquellos y aquellas que se consideran de izquierdas siguen desorientados, divididos y sin una reacción firme para paliar tanta desigualdad.

Por ello, necesitamos un andalucismo alternativo que atesore la valentía de un proyecto de acción común donde el conflicto central sea la lucha económica. De lo contrario, si no nos levantamos, andaluces y andaluzas, la única rebelión que no se detendrá, será la de una élite que hará todo lo posible por salvaguardar sus privilegios mientras que los demás nos seguiremos ahogando bajo los “dolores” de Blas Infante.

Por cierto, menos Ortega y Gasset y más Lorca y Juan Carlos Aragón.

Por la revolución de los desiguales…

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1 COMENTARIO

  1. El término “élites”, se lo han apropiado las derechas occidentales para identificar a los progres, intelectuales, izquierdistas, ecologistas, feministas, woke… Por eso, me parece más apropiado hablar de oligarquía y oligarcas. Estos términos los evitan las derechas, quizá porque les identifican mejor.

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