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Apuntes sobre TRIUNFO SIN GLORIA 

Antonio Álvarez Gil
Antonio Álvarez Gil
(Melena del Sur, Cuba, 1947). Escritor cubano-sueco. Ha publicado artículos, relatos y novelas en Estados Unidos, Latinoamérica y Europa. Entre sus libros de cuentos figuran Una muchacha en el andén, Unos y otros, Del tiempo y las cosas, Fin del capítulo ruso y Nunca es tarde. Tiene, además, publicadas las novelas Las largas horas de la noche, Naufragios, Delirio nórdico, Concierto para una violinista muerta, Después de Cuba, Perdido en Buenos Aires, Callejones de Arbat, Annika desnuda, Las señoras de Miramar y otras cubanas de buen ver y A las puertas de Europa. Por su obra de narrativa ha recibido El Premio David, en Cuba, y los Premios Ciudad de Badajoz, Ateneo Ciudad de Valladolid, Generación del 27, Kutxa Ciudad de Irún y Vargas Llosa de Novela, en España. Tras haber vivido durante largos períodos en Cuba, Rusia y Suecia, Álvarez Gil se ha radicado en la provincia de Alicante.
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análisis

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En 1998 vine por primera vez a España. Llegaba desde Suecia, invitado a participar en el Salón del Libro Iberoamericano de Gijón. El evento estaba patrocinado por las autoridades de la ciudad y organizado por un grupo de escritores hispanoamericanos y españoles residentes en Asturias. Lo presidía el tristemente desaparecido poeta y narrador chileno Luis Sepúlveda, y uno de sus colaboradores más cercanos era el también fallecido compatriota mío Justo Vasco, a cuya generosidad se debía mi presencia en el foro. Sin que yo hubiera reparado en ello, mi viaje coincidía con el centenario del “desastre del 98” en España.

Fue mi primer contacto con el país, con una tierra y un pueblo que inmediatamente reconocí un poco como míos. La suerte y los buenos oficios de Vasco quisieron que entre las actividades que me tocaba desarrollar figurara una conferencia sobre la guerra en Cuba y el fracaso de 1898 para la metrópoli, incluidos sus efectos en la sociedad española en general y los cambios devenidos en el mundo a partir de aquel trascendental acontecimiento. Y todo ello desde el punto de vista de un cubano.

Como yo no había estado nunca antes en el país, cuando acepté leer la conferencia no comprendía en su justa medida el sentido trágico que la frase “desastre del 98” contenía en sí misma, ni lo que continuaba aún significando para los españoles del siglo XX. Así y todo, me preparé lo mejor que pude para el evento, desempolvé libros de Historia, anduve por algunas bibliotecas de Estocolmo, y les hablé a los asturianos sobre la guerra organizada en 1895 por José Martí, la cual había desembocado tres años más tarde en la intervención de los Estados Unidos, el susodicho desastre y el nuevo mapa geopolítico del mundo. Concluida mi conferencia, desde el público me hicieron algunas preguntas y luego yo seguí participando en otras actividades, presentaciones de libros y visitas a los pueblos y lugares históricos de Asturias.

Y el tiempo pasó y yo escribí nuevos libros y regresé varias veces a Gijón. Y veinte años más tarde me trasladé a vivir definitivamente a la madre patria. Y un día oí una frase que me llamó la atención: “Más se perdió en Cuba” y luego otra, dicha esta por un eminente político español: “Cuba es parte de la historia de España”. Y leyendo, hablando con los españoles de todas las capas sociales y, sobre todo, con colegas e intelectuales de las más variadas tendencias políticas, empecé a comprender de veras lo que habían significado para el pueblo español los hechos de 1898 en Cuba y la pérdida de la Isla ante la naciente potencia norteamericana. Por eso escribí “Triunfo sin gloria”, porque, entre otras cosas, quise exponer ahora en este libro lo que no supe decir entonces, en aquella conferencia en Gijón. Hoy puedo ponerme en el lugar de aquel pueblo hermano, sentir su vacío existencial en el 98, su agravio y su sentimiento de pérdida irremisible. Hay, sin embargo, una pregunta que, pese a todo, me sigue volviendo de vez en cuando a la cabeza: ¿Esa pérdida fue producto de la guerra que iniciaron los cubanos y ganaron los Estados Unidos, o de los actos erróneos y desatinos de los políticos que gobernaban entonces en Madrid? ¿Pudo haber sido otro el destino de Cuba? Quien lea “Triunfo sin gloria” sacará sus propias conclusiones al respecto. Tal vez estas coincidan con las mías.

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