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Color y sabor en el México colonial (I)

Patricia López Haas
Patricia López Haas
Historiadora del Arte y Periodista sigue de cerca el mundo de la cultura. Realizó un posgrado en Sotheby's Institute de Londres sobre el mercado del arte y el coleccionismo. Su mirada amplia y sin fronteras trata los temas con curiosidad felina. Con experiencia en prensa escrita, en la actualidad es columnista en otro medio de comunicación.
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análisis

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Esta vez vuelvo a México, como ya hice en mi primer artículo para este diario, las miradas felinas son curiosas y paseando descubren sitios inesperados en los que sentirse bien. Qué sería de la vida sin un poco de gozo, pues un “valle de lágrimas” como se empeñaban en decirme en el colegio. Así que, mejor veámosla en color y sin mucho llanto, si eso es posible…

El otro día leía en un suplemento semanal que Ciudad de México siempre ha sido un lugar de paso para los viajeros y turistas. Me quedé reflexionando y sí, así es. Pocos son los que se quedan, destinos como Cancún o la Rivera Maya hacen de la capital una ciudad desconocida. Es grande. Muy grande. Ya desde el avión asombra. Una vez en tierra el viajero o visitante se queda desconcertado ante el caos urbanístico y circulatorio. Es difícil situarte y comprender su estructura a base de autopistas que unen barrios, zonas o colonias con mayor o menor estilo.

Voy a hacer una pequeña aproximación a algunos barrios pintorescos de Ciudad de México, salpicada de gastronomía local, que he conocido gracias a la cortesía de mi impecable anfitrión que, aun siendo español, lo conoce todo. Y me dejo mucho. Polanco, San Ángel, Coyoacán, Cuernavaca y el casco histórico de CDMX protagonizan este escrito.

El cosmopolita barrio de Polanco es lo más parecido a Europa que puedo reconocer. Sobre todo, porque puedes pasear y está lleno de restaurantes con terraza. Me gustó Polanquito, con sus tiendas de alebrijes y ropa, es un mini barrio blanco rodeado de preciosos sitios en los que desayunar, comer o cenar.  En la avenida de Masaryk se concentran buena parte de las tiendas de lujo. Tal vez lo más me sorprendió fue la afición, entiendo que heredada de su vecino del norte, por los centros comerciales. Algunos de un diseño espectacular, todo sea dicho.

Pero hay barrios con encanto, me gustaría destacar dos: el de San Ángel y el de Coyoacán. En el primero, declarado como Barrio Mágico, me compré un precioso cuadro de estilo vanguardista en el que destacan el naranja y el rosa, todos los sábados ponen un mercado en las plazas del Carmen y de San Jacinto, en el que cientos de artistas exponen sus obras. Imposible resistirse. Y, ¿por qué los llamo con encanto? Pues por su herencia colonial. En San Ángel las calles adoquinadas y sus grandes mansiones te acompañan durante el paseo. Se respira arte, allí visité, por ejemplo, la casa-estudio de Frida Kahlo y Diego Rivera, dos estudios en los que destacaría la iluminación natural y la colección de arte prehistórico de Diego Rivera. Y qué decir de la comida. Entre lienzos y mercadillos hicimos una alto en un magnífico restaurante de comida tradicional mexicana, San Ángel Inn, que está situado en una hacienda del siglo XVII. El patio con su jardín lleno de flores y mesas al aire libre me dejó fascinada, además, es casi obligado tomar como aperitivo uno de los cócteles más famosos del mundo, las “Margaritas”, cuyo origen parece que está en su bar.

El bohemio barrio de Coyoacán linda con el de San Ángel y es famoso por ser el lugar donde se encuentra la casa natal de Frida Kahlo, en la que no pude entrar porque había que sacar la entrada online y el siguiente día disponible era el de mi regreso a España. Por fuera es azul y se observa un precioso jardín. Con independencia de que nos guste más o menos su obra, creo que la casa merece la pena visitarla. Frida es inclasificable, surrealista, naif y dolorosa. Sí, sus cuadros reflejan una vida marcada por la poliomielitis, un accidente de tranvía y varios abortos. Junto a su casa, en la que nació y vivió con su marido, el también artista Diego Rivera, se encuentra un frondoso parque o jardín rodeado por restaurantes con agradables terrazas en las que tomar cualquier delicia local. Pasear por Coyoacán transmite paz, la de las pequeñas poblaciones, aunque estemos en una ciudad de muchos millones de habitantes.

En el próximo artículo hablaré de la ciudad de Cuernavaca y un poco más de la Ciudad de México y de su gastronomía. Encanto, color, música y una vegetación exuberante esperan al viajero en los barrios que trato en este y en el siguiente escrito.

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