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Fernando Ayala
Fernando Ayala
Doctor en Historia y miembro de la CEP del PSOE de la provincia de Cáceres. Responsable del Área de Memoria Democrática de la Ejecutiva Regional del PSOE de Extremadura.
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análisis

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La libertad de expresión, la diversidad de opiniones, el pluralismo…, son conquistas en las que hemos ido avanzando a lo largo de la consolidación de nuestros sistemas democráticos.

Sin embargo, estos valores que, en principio, no deberían ser ni indiscutibles ni cuestionados, se fragmentan, una y otra vez, con acontecimientos cotidianos que pueblan los medios de comunicación e intoxican los debates en las redes sociales e incluso en las tertulias supuestamente más profundas.

Hasta los que consideramos más formados, es más los profesionales del estudio y análisis del pasado, los historiadores, incurren, en ocasiones, en el error de no colocarse en el lugar y en el contexto temporal del otro para comprender sus comportamientos y así poder reaccionar ante sus actos.

Es más, parece claro que no podemos juzgar los hechos que no hemos vivido con la visión del mundo contemporáneo. Sin embargo, sí que podemos establecer una serie de pautas comunes que no deberían invalidar nuestras apreciaciones.

Por ejemplo, justificar las afirmaciones con argumentos y si es posible con documentación. No establecer guiones preparados de respuesta inmediata ante cualquier crítica que no nos gusta. En lenguaje coloquial, vendría a ser aquella expresión de “ pues anda que tú…”.

Si esto pasa con la validación de la Historia, independientemente del tiempo transcurrido, no menos cierto es que en el entorno de la vida pública, de la política, la comprensión de los fenómenos actuales recibe también el poso de la nula aceptación de las debilidades.

De esta forma es frecuente escuchar o leer comentarios ante cualquier noticia en la que el receptor, o el que se siente aludido, en lugar de pedir disculpas, en unos casos, o contraargumentar con datos o información diferente en otros, se limita a tirar de un guión establecido para acusar y acosar al emisor con cuestiones, que al margen de que puedan o no estar mal, no son el objeto del debate establecido.

Es decir, podemos llegar perfectamente a entender los hechos, pero no somos capaces de comprender, de asimilar, que en un intercambio de ideas no se gana porque se grite más, se tenga más fuerza o se desvíe la atención hacia otros temas.

Parafraseando a Unamuno, y es válido hoy en día: “ ganaréis pero no convenceréis”

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