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De la estirpe de Frankenstein

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análisis

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El 10 de Abril de 1815 el volcán Tambora, de Indonesia, entró en erupción y sus cenizas recorrieron el mundo provocando un duradero enfriamiento que alteró los ciclos agrícolas y llegó a producir hambrunas. Los efectos también llegaron a Villa Diodati, la elegante mansión suiza donde pasaban aquel frío verano Lord Byron y su grupo de invitados, todos ellos poetas y escritores románticos, entre los que se encontraba Mary Shelley. Todos ellos eran amantes de la naturaleza, estaban fascinados por los avances de la ciencia y adoraban las historias de terror gótico. La noche del 16 de Junio de 1816 cuando pasaban la velada  frente a la chimenea, Lord Byron propuso a cada miembro del grupo que escribiera una historia de terror. Polidori, el médico personal de Byron escribió la historia del vampiro, un seductor  aristócrata que  deja sin sangre a todas las mujeres que caen en sus redes. Este personaje fue el antecedente de Drácula, de Bram Stoker. Y Mary Shelley escribió  un relato llamado Frankenstein, el moderno Prometeo. Ese relato resultó ser una de las más turbadoras novelas de la literatura universal. La macabra historia de Victor Frankenstein, un joven científico y su terrorífica criatura, un monstruo estremecedor hecho con trozos de cadáveres al que consigue dar vida.

Una tarde fría y desapacible de principios de 2019, en la sede central del PP de la calle Génova número 13, en una sombría sala de reuniones, un grupo de políticos del PP buscaba un candidato para la presidencia de la Comunidad de Madrid. Los oráculos no podían ser más funestos, según todas las encuestas y sondeos, la izquierda  iba a ganar las elecciones. Pero el PP, sabedor de que la izquierda iría dividida, en su ya conocido esquema de tres por cuatro calles, seguiría fiel a su costumbre de andar siempre enfrentados a la hora de las elecciones.  Aunque pasadas éstas, cuando la cosa ya no tuviera remedio, unos y otros reconocerían el error  y escenificarían un ya tardío e inútil acercamiento que cabrearía más todavia a sus  sufridos votantes. La gresca en el seno de la izquierda suele producirse por un quítame allá esa posición en la lista, unas declaraciones fuera de lugar, una ponencia hostil, una crítica que es percibida por algunos como una agresión, una desavenencia en la foto del cartel, la disputa de un despacho, despachejo, y a veces  hasta una pobre silla, hace que  todo se vaya al traste y se rompa en varios partidos y partidillos encabezados por los que siempre se ven como primeros espadas y nunca, bajo ningún concepto, consentirían llevar el hatillo o el botijo de otro candidato. Antes muerto que subalterno.

Los dirigentes del Partido Popular allí reunidos, conocedores de ese talón de Aquiles, de esa endémica debilidad de la izquierda, decidieron no tirar la toalla, aunque tampoco había que esmerarse ni complicarse mucho en encontrar un candidato. Su intención era, a la vista de tan adversos augurios, que podían ser verdad, crear una criatura para la ocasión, alguíen para salir del paso, un candidato o candidata de fabricación casera, con poco o ningún bagaje, de perfil no muy pulido y acabado, no sea que no llegara ni a salir. En principio, con que supiera leer y escribir sería suficiente.

El candidato, así se acordó, estaría hecho con los materiales caseros, trozos de cadáveres políticos, de antiguos cargos ahora sin ocupación conocida, de ésos que siempre andan arriba y abajo por la cafetería, las escaleras y ascensores, y que nadie  sabe nunca qué hacer con ellos. Los altos cargos allí reunidos pensaban en un candidato o candidata de perfil bajo, para salir del paso, después ya se vería. La idea era buscar una persona con algo de encaste de  Esperanza Aguirre, Aznar y otras primeras figuras que estuvieran disponibles.

De aquella discreta reunión de alto nivel  surgió la candidata a la presidencia de la Comunidad de Madrid. Su nombre era Isabel Díaz Ayuso. Esperanza Aguirre se encargaría de todo, de retocarla y  reprogramarla convenientemente, no en vano había sido su mentora, de hecho había trabajado para ella llevando la cuenta en redes sociales de su perro, “Pecas”. Aguirre, la veterana política que gustó de las mieles del poder político durante muchas décadas, a su vez era una aventajada discípula de J M Aznar, de cuyo sórdido y tenebroso laboratorio salieron muchas criaturas, como por ejemplo Mariano Rajoy. No confundir a este Mariano Rajoy con un tal M. Rajoy que aparece en un conocido listado de receptores de sobres sorpresa, una especie de huevos Kinder rellenos de billetes, a los que los dirigentes del PP, como ocurre con los niños, se aficionaron mucho. La Aguirre dirigió y  llevó a cabo personalmente este experimento con su bata blanca, su casco, botas y guantes protectores, e insufló a la criatura su ideología, sus malvadas consignas, su permanente inquina dirigida a los adversarios políticos, que ella se encargó de que la candidata no los viera como tales, sino como malignos enemigos a quienes atacar y arremeter de forma permanente, tengan o no razón, eso da igual. Y dio forma a tan espectacular transformación entre enormes arcos fotovoltaicos y zambombazos y chisporroteos eléctricos de millones de voltios.

Y en unas pocas pero intensas sesiones dio una nueva vida política a Isabel Ayuso, una criatura capaz de todo con tal de agradecer su insospechada designación para las altas esferas políticas del partido. De obedecer sin escrúpulo ni remilgo alguno, siempre buscando la excelencia en todos y cada uno de sus actos, y teniendo siempre en mente como primer objetivo dar gusto a su creadora y benefactora. Una más que satisfecha creadora que por fin pudo triunfar como tal después de muchas pruebas fallidas, tantas que llegó a  reconocer que todas sus anteriores criaturas, todas ellas de terrorífica factura, le habían salido ranas. Todas sin excepción, hasta el punto que ya la comparaban con Galvani, “la nueva Galvani”, que también usaba ranas en su laboratorio para sus experimentos. Pero esta vez la “Doctora” Aguirre acertó de pleno y su criatura está sirviendo de manera admirable para el fin que fue creada. Incluso podría decirse que está superando todas las expectativas puestas en ella. Se trata de un ser sin moral ni principios, capaz de mentir sin mover un solo músculo de la cara, ni un pestañeo después de soltar un disparate, una simpleza, una maldad, un desvarío capaz de causar una gran vergüenza ajena. Una experta en retorcer y dar la vuelta a cualquier cosa, de insultar a diestro y siniestro con la cadencia de un lanzacohetes, de su  incontestable habilidad para  presentarse como infalible, como la salvadora, la  mujer providencial y la víctima mientras usa al mismo tiempo y sin contemplaciones el hacha del verdugo; capaz de culpar de todo lo que le sale mal a los demás, preferiblemente al gobierno, al que demoniza, denigra, calumnia, insulta y ofende constantemente. De decir cualquier barbaridad, lo primero que se le viene a la cabeza, sin filtro alguno, sin asomo de ética alguna, sin reparo y por supuesto sin una disculpa haya metido la pata hasta donde la haya metido. De la misma manera que no está en su manual de uso y entretenimiento hacer ningún tipo de autocrítica, tampoco lo está el emitir una disculpa por leve que ésta sea. Lo suyo es no dar nunca un paso atrás, tirar para adelante como sea, con razón o sin ella, qué más da, para eso está la propaganda, el autobombo y la música patriótica. Y en caso de que surja algún problema hablar con Florentino Pérez, Cáritas o El Corte Inglés. Y si ninguno de éstos lo soluciona, se tira del argumentario con el que fue programada: atacar a, además de al satánico gobierno socialcomunista culpable de todos los males habidos y por haber, a catalanes, a los rojos en general, a ETA, a Maduro..etc. Y para tapar cualquier cosa, la bandera, siempre usar la bandera, una bandera gigante, o las que hagan falta. Kilómetros y más kilómetros de bandera. Mejor no quedarse corto. Que se vea que se ama a la patria, no como otros. Lo peor es que hay mucha gente que cree que el amor a la patria consiste en exhibir y agitar la bandera. Cuando el amor a la patria es otra cosa. Y lo saben. Un ejemplo, entre otros, de amor a la patria sería simplemente no robar y perseguir a las tramas que se  enriquecen saqueando las arcas públicas. Así de sencillo.  Eso sí es amor a la patria y no tanto agitar la bandera, un gesto que no significa nada  si no va acompañado de hechos.

El virus y ahora la borrasca Filomena, de la que poco a poco nos vamos recuperando, ha puesto de manifiesto, una vez más, nuestra fragilidad, nuestra indefensión y desvalimiento como especie ante cualquier catástrofe de la naturaleza, que no tiene miramientos con nosotros, como nosotros tampoco tenemos con ella. Estos desastres y otros que sin duda vendrán, son algo frente a lo que hay que estar preparado y también algo a lo que acostumbrarse. A lo que a muchos nos cuesta acostumbrarnos es al uso y abuso por parte de la oposición política de estos desastres para, en vez de unirse y arrimar el hombro junto al resto de poderes públicos, como hacen en otros países, aprovechar la ocasión para sacar rédito político atacando y arremetiendo contra el gobierno central. 

Para seguir con el permanente acoso y derribo, la perpetua campaña de crispación y enfrentamiento, cuando Filomena tenía al país contra las cuerdas,  el vicesecretario de comunicación del PP, Pablo Montesinos, en vez de ponerse a disposición del gobierno central,  él y todos los servidores públicos, para entre todos ayudar a una ciudadanía que atravesaba una gravísima situación, dice que el gobierno está desaparecido. El vicesecretario general del PP, Teodoro García Egea arremete igualmente contra Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, diciendo que han pasado la noche del viernes al sábado en casa, con  “mantita y peli”.

Y lo dicen sin caer en la cuenta, o quizás cayendo pero tirando igualmente para adelante en su obsesiva labor de acoso y derribo al gobierno central, que  Isabel Díaz Ayuso al igual que su vicepresidente Ignacio Aguado y el alcalde Martínez-Almeida andaron todos ellos desaparecidos durante la mayor crisis de emergencia climática de los últimos cincuenta años. Después asegurar, ella y los anteriormente citados, que la movilidad de Madrid estaba controlada, la realidad fue que ni siquiera llegaron a despejar los accesos a las urgencias de los hospitales, y no digamos ya abriendo unas imprescindibles rutas de seguridad para acceder a ellos.

No se puede exigir que en una situación tan extraordinaria como la que se produjo el viernes y el sábado durante la mayor nevada conocida, tanto el ayuntamiento como la Comunidad mantengan las carreteras y las calles despejadas, pero por lo menos deberían haber mantenido abiertos esos accesos imprescindibles para que ningún hospital quedara bloqueado, como quedaron todos. Pues no pudieron garantizar ni eso. Eso sí, culparon al gobierno de que no hacían nada, exactamente y punto por punto, la misma nada que estaban haciendo ellos. 

            Una vez más pudimos constatar que la Ayuso no gestiona, hace propaganda y jamás autocrítica, para eso no fue  programada. Lo que también hace es leer lo que le escribe  Miguel Ángel Rodríguez, su jefe de gabinete, un hombre de larga trayectoria, con una gran querencia por la bronca, que fue mano derecha, no podía ser otra, del gran Aznar,  asesor y hombre de confianza ahora también de la Ayuso, “el ideólogo del caos” como le llama un sector del PP por el daño que ha hecho a la coalicion con Ciudadanos. Además de leer lo que le escribe Rodríguez, la Ayuso, como no podía ser de otra manera, mete alguna morcilla, las que puede, de maldad y crítica destructiva de su cosecha contra el gobierno central al que culpa de todos los males habidos y por haber. Casualmente todos los aciertos son suyos y todos los fallos, todas las cagadas son de los otros, concretamente de ese gobierno social comunista, bolivariano… etc. que solo busca arruinar y destruir España…etc.

En vez de tanta propaganda y autobombo, de tanta chulería y prepotencia, tanto decir que la movilidad estaba asegurada con suficientes máquinas de esparcir sal, además de quitanieves y dos turbofresadoras, deberían haber reconocido que ni la ciudad ni la comunidad estaba preparada para una nevada de las  proporciones que ya avisaban y  aseguraban todas las previsiones meteorológicas. Si hubieran sido más prudentes, más sensatos, como es su obligación como gestores públicos, habrían pedido el cierre de los comercios. De esa manera habrían evitado miles de desplazamientos de trabajadores no esenciales. Pero no lo hicieron, su cobardía, indignidad y su pensamiento, solo y exclusivamente pendiente del beneficio económico, no se lo permitió. Y esos miles de trabajadores quedaron atrapados en sus lugares de trabajo y tuvieron que pasar la noche en los pasillos entre cartones o en sus coches en las carreteras. Y por supuesto, de toda esta nefasta gestión, que era de su total responsabilidad, culparon, con la mayor desfachatez y desvergüenza, al gobierno central. 

El monstruo creado por Mary Shelley era mucho más tierno y sensible,  más íntegro y benevolente, más comprensivo y humano. 

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3 COMENTARIOS

  1. Tal como lo cuentas, así sucedió, no tiene otra explicación.

    Los españoles estamos cansados de la clase política que se dedica a la bronca y la confrontación.
    Alguien se dará cuenta alguna vez???

    Los monstruos, como los de las Azores,aún están vivos y llenando de temores a los más valientes….

  2. Gracias por la claridad Alejandro, ahora nos queda el dilema de si la zona catastrófica es la nevada o el siniestro absoluto de tener a tal gobernanza en la ya vapuleada y ultrajada Comunidad de Madrid.Un fuerte abrazo. FJAVIER GC..

  3. Pienso que la Barbie debería haberse alojado en hotel de 6 estrellas, con todo pagado. Olvidarse de los madrileños , porque son gentuza que no respeta las normas. Ella sí. Esa es su ilusión pueril y lo ha demostrado en otra ocasión. Dios salve a Madrid, porque ya no es aquel «de Madrid al cielo»

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