miércoles, 15mayo, 2024
22.3 C
Seville

12 de mayo: ¿Elecciones autonómicas, de País, o «catastróficas»?

Santiago Quijano
Santiago Quijano
Catedrático de Universidad (Psicología Social y Organizaciones). Profesor honorífico de la Universidad de Barcelona.
- Publicidad -

análisis

- Publicidad -

El 12 de mayo han sido convocados a las urnas todos los ciudadanos de Cataluña, se sientan catalanes o no. En principio una convocatoria autonómica más, en la que muchos partidos lucharán por conseguir los votos que les permitan gobernar. Pero ¿realmente son unas elecciones autonómicas?

Formalmente sí, por supuesto. Pero la coyuntura política y las presentes circunstancias hacen que los ciudadanos se encuentren, de facto, ante unas elecciones que van más allá de las autonómicas, y que pueden convertirse en unas elecciones de país. Porque la entrada en la campaña electoral de Carles Puigdemont, (que, más allá de su individualidad, es símbolo de Cataluña, y de la capacidad y voluntad de decidir del «Poble català»), constituye una singularidad que modifica las características de estas elecciones. Puigdemont dice que se presenta para restituir la Presidencia que fue anulada por el 155 , y para reanudar el camino que la represión y la división bloquearon , acabar el trabajo iniciado, y llevar a los ciudadanos de Cataluña a la calidad de vida que merecen, por lo que son, hacen y generan con su trabajo (Elna 21/4/2024) . Este mensaje genera esperanza y alegría en muchos independentistas (no en todos, ciertamente), y recelo, rechazo, e inquietud en quienes quieren que Cataluña siga vinculada a España como lo ha estado hasta ahora. Pero, ¿realmente, qué significa buscar la Independencia de Cataluña? Algunos identifican «independencia de Cataluña» con un rompimiento total con España, como si fuera posible un olvido y una negación de los lazos económicos, culturales, sociales, etc., entre los dos países, y de los vínculos que a lo largo de los años, por distintas razones, muchos ciudadanos de Cataluña tienen con España. No, no es ni puede ser esto. Por razones topográficas, históricas, económicas, sociales, emocionales, etc., ambos países están obligados (algunos dirían «condenados») a relacionarse. No pueden no relacionarse. La cuestión radica en qué tipo de relación pueden y quieren mantener los independentistas entre Catalunya y España. Independencia significa, de entrada, cambiar las miradas mutuas entre ambos  países. La mirada de España sobre Cataluña, en el inconsciente colectivo de los españoles, ha sido y es, con formas e intensidades diversas (al menos desde 1714), la de «tierra conquistada». Esto significa una tierra de la que se extrae toda la riqueza posible, mientras se procura eliminar su cultura, lengua, valores, e identidad, (para asimilarla a la forma de ser del conquistador). La mirada de muchos ciudadanos de Cataluña sobre España ha sido a menudo la de un conquistador poderoso, frente al cual no se puede hacer mucho, y con quien es necesario congraciarse para obtener los máximos beneficios. Pues bien, «Independencia» significa, de entrada, cambiar las miradas de «conquistador-tierra conquistada», por la de «sujetos políticos con decisión propia», con dignidad y derechos en paridad.

Para conseguir este cambio, ¿tendrán que dialogar Cataluña y España? Sí, claro. Más que dialogar: NEGOCIAR. Una «mesa de diálogo» se hace simplemente para intercambiar ideas, miradas, posturas, sin ningún sentimiento, conciencia o actitud de compromiso que pueda derivarse de lo tratado. Una «mesa de negociación», en cambio, logra la defensa de la lengua catalana (por parte del gobierno de España) en el Parlamento y las Instituciones europeas, el establecimiento de una mesa de negociación en Suiza con presencia de un mediador internacional, y la aprobación de una ley de amnistía, totalmente necesaria como punto de partida para poder seguir negociando. Cosas todas que se pensaban imposibles hace unos pocos meses.

Todo esto a muchos españoles (y a una parte de los ciudadanos de Catalunya) les parece una «catástrofe», algo que pone en peligro la supervivencia de España… y algunos piensan que de Catalunya. ¿Estamos, entonces, ante lo que pueden ser unas elecciones catastróficas?

Tal vez sí, pero no en el sentido coloquial de esta palabra, sino en su sentido científico. Existe en ciencia el «Paradigma de la complejidad», y, dentro de este paradigma, «la Teoría de las catástrofes».

Esta teoría es una «teoría de los cambios bruscos». Dice que una «catástrofe» es un punto de singularidad que tensiona la estructura del sistema hacia el caos (no en sentido coloquial, sino científico), donde las relaciones entre variables no son lineales, son no-proporcionales, y donde pequeñas causas pueden provocar grandes efectos («el batir de las alas de una mariposa puede provocar un huracán en otra parte del mundo»).

Un voto mayoritario de los catalanes a Puigdemont (una «pequeña causa»), puede ser una singularidad, un «punto de catástrofe», una pequeña causa que propicie un momento crítico importantísimo, que genere finalmente un cambio brusco en la dinámica de la relación Cataluña-España.

Una aplicación de la teoría de las catástrofes en el campo humano, es la llamada «catástrofe psicológica», el salto brusco que se da, por ejemplo, en la estructura de la percepción de la conocida imagen de «la joven-vieja». Hemos estado viendo una «vieja» en la «imagen», y de repente vemos una «joven» (o al revés). Existe en esta percepción una discontinuidad estructural. En la percepción gestáltica de la imagen como un todo, ha cambiado la estructura de la relación de las partes que se integran en el todo. La imagen, siendo la misma, ya no es la misma. Antes era una «vieja». Ahora es una «joven».

Los ciudadanos que viven en Catalunya pueden generar, de repente, una discontinuidad estructural en la «vieja» relación con España. Pueden generar una nueva y «joven» relación, como algo posible que está potencialmente en la estructura, y que (de forma no suficiente, pero sí necesaria) depende de ellos realizar. A partir de este cambio estructural, la relación Cataluña-España podrá seguir existiendo de forma estable.

Para ello los catalanes necesitan individual y colectivamente una alta percepción de autoeficacia, «creencia de que son capaces de desarrollar un curso de acciones que les llevará a la consecución efectiva de un objetivo». Han tenido ya esta experiencia en organizar y llevar a cabo un referéndum no reconocido legalmente, pero verdadero en su existencia, frente a todas las fuerzas y medios de España para impedirlo. Ni la policía, ni la guardia civil, ni el poder judicial, ni el CNI pudieron impedirlo. Creer que algo es imposible, lo hace imposible. Creer, en cambio, que es posible, abre el camino a la acción motivada, fuerte y resiliente, que, con frecuencia, conduce a la consecución de objetivos. ¿Qué votarán los ciudadanos de Catalunya: autonomía (y continuidad como hasta ahora), o «un punto de catástrofe» que cambie la «vieja» a una «joven» relación con España que abra nuevas posibilidades?

- Publicidad -
- Publicidad -

Relacionadas

- Publicidad -
- Publicidad -

1 COMENTARIO

  1. Sap greu que aquesta reflexio no s’hagi difós abans; es una via real d’enteniment i diàleg sobre els problenes històrics derivats de la incompetència i abús del poder central per entendre la realitat,-no sols Catalana, sino de diversos pobles d’Espanya-: pensant que es tracta de «lluites de poder», -a l’estil dels bàrbars-, s’impedeix qualsevol via de reconciliació entre els ciutadans i els seus pobles.

DEJA UNA RESPUESTA

Comentario
Introduce tu nombre

- Publicidad -
- Publicidad -
Advertisement
- Publicidad -

últimos artículos

- Publicidad -
- Publicidad -

lo + leído

- Publicidad -

lo + leído