No hace mucho escuché a varios representantes políticos indicar y afirmar tajantemente que en este país la justicia es igual para todos, independientemente del nombre o la posición social y familiar a la que pertenezcan. El argumento sostenido me pareció que alimentaba más el patrocinio y promoción de un producto deficiente que intenta venderse de cualquier manera, que la realidad latente que golpea una y otra vez la democracia en la residimos.
El dictado de la sentencia puede en muchos de los casos tener una equidad consecuente, pero la ejecución de la misma atiende con una gran diferencia a unos y otros. Y los ejemplos están ahí. Hay cientos de ejemplos, imposibles de nombrar en varios párrafos de un artículo de opinión, y donde la afilada ejecución de la sentencia encarcela y acuchilla con mayor grado a simples ciudadanos que, a quienes, en una u otra manera, profesan una posición de poder o de familiaridad con el poder. Por eso, esa frase esgrimida donde se indica de manera fehaciente y seria que la justicia es igual para todos, independientemente del nombre o la posición social y familiar a la que pertenezcan, es solo una pancarta publicitaria que enarbola la intención de que creamos de que ello es así, es una apariencia que insulta.
En todo momento, desde el principio de todo, de todo el arquetipo estructurado por unas u otras naciones para regir el compendio de ciudadanos que habitaban dentro de su territorio, las influencias sustentadas siempre han favorecido a familiares, acólitos y otros ciudadanos afines al poder. Esto es una evidencia que todavía permanece, aunque el colorido y las sombras que desde los diferentes ámbitos del poder maquillen, o intenten maquillar el desgarro y el desorden en el dictado de las sentencias y en el cumplimiento de las mismas.
Cualquiera puede argumentar públicamente que la justicia es igual para todos, independientemente del nombre o la posición social y familiar a la que pertenezcan, y en símil tesitura, cualquiera puede pensar que una sonrisa al público desde el púlpito del poder para indicar que toda funciona correctamente es solo otra argucia hipócrita para no atender la falta de equidad entre unos y otros, pero en la mayoría de los casos, la justicia no es igual para todos.