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El difícil equilibrio de la izquierda independentista

Los partidos de la izquierda independentista se ven obligados a hacer equilibrios para tener un pie en independencia y otro en las políticas progresistas

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análisis

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Resulta inquietante disfrutar del juego de la política en los periodos pre-electorales, que es cuando las formaciones políticas afilan sus mensajes en forma de dardos envenenados para neutralizar al contrario. Y es emocionante, sobre todo, en este país nuestro que tiene tantos y variados frentes. Incluso hay varios partidos, con representación parlamentaria, que en sus programas defienden la creación de un estado alternativo y propio; y que juegan un papel determinante en la gobernabilidad del país.

Entre estos, y colocados en un más difícil todavía, están los partidos de la izquierda independentista, que se ven obligados a hacer equilibrios para tener un pie en independentismo y otro en hacer que el statu quo del marco territorial vigente vire hacia la izquierda en las políticas sociales.

En el caso de Cataluña —que cuenta con dos partidos de izquierda que defienden el autogobierno: la CUP y ERC— ha habido movimientos en el tablero político que han dado la vuelta a los posicionamientos de unos y no tanto de otros.

La CUP parece mantenerse firme en la postura de equiparar —en su pugna por defender la independencia— al PSOE y al PP. El candidato de la CUP al Congreso por Barcelona, Albert Botran, definía hace un par de días el vínculo que mantienen ERC y el Gobierno de Pedro Sánchez calificándolo como una “relación tóxica”. Parece que los antisistema se mantienen cerrados en banda y no se apuntan ni a una que no sea separarse del Estado.

Mientras tanto, los de Oriol Junqueras se permiten hasta alabar la labor de ministras como Irene Montero. Y todo ello después de haber sido socios de investidura con el PSOE y haber aprobado numerosas leyes de manera conjunta con el Gobierno progresista. Aunque, lo curioso del caso es que una formación de trayectoria moderada, salvo algún que otro periodo, haya acercado su posicionamiento al de la bestia negra de la política española: la izquierda abertzale.

Caminando juntos

Si por naturaleza la CUP está más cerca de Bildu que Esquerra, a efectos prácticos —y fruto del paso adelante en materia de implicación y participación que han ejercido los abertzales en la legislatura del Gobierno de coalición— el acercamiento entre Bildu y ERC se ha hecho evidente. Quizá no haya sido un acercamiento del todo intencionado y se haya tratado más bien de algo fortuito, ya que cada uno habrá tenido sus motivos, y estos parecen no responder a una estrategia conjunta.

El PSOE no ocupa nada más allá del centro y unos pocos centímetros de la derecha

Por su parte, Esquerra se ha visto inmersa en una legislatura que, primero, por intereses y, segundo, por coincidencia de intenciones le ha llevado a situarse en ocasiones importantes al lado del Gobierno progresista.

En cambio, los de Bildu parecen haberse acercado al Gobierno liderado por Pedro Sánchez por motivos tan saludables como sacar adelante leyes que mejoren la vida de las personas tanto si pertenecen a un territorio como a otro. Y por último, el papel de la CUP aparece cada vez más desdibujado respecto a sus homólogos vascos. Tanto en objetivos como en resultados.

Aunque también es cierto que los de Bildu están prácticamente solos como representación de la izquierda abertzale. Y también es cierto que la izquierda vasca ha aparecido en los últimos años de gobierno como una formación moderadamente sensata gracias a su implicación y a las intervenciones de su líder en el congreso: Oskar Matute.

Ser humilde no funciona

Al final, parece que los partidos más alternativos se nutren del espacio que dejan libres los demás y atendiendo a esto van perfilando sus acciones y mensajes. En Cataluña, ERC quiere adueñarse del voto de toda la izquierda que le permitan el PSC y Los Comunes y de todo el voto del independentismo que le permitan la CUP y JuntsxCat.

Pero lo cierto es que, después de los resultados del 28-M y teniendo en cuenta las encuestas de cara a las elecciones del domingo, los pronósticos anuncian una fuerte pérdida de votos para los republicanos. Teniendo en cuenta la estrategia de Esquerra parece claro que “quien mucho abarca poco aprieta”. Aunque tampoco parece que le funcione bien a la izquierda independentista hacer todo lo contrario. Es decir, concentrar su mensaje en un perfil de votante concreto lo máximo posible.

La CUP parece mantenerse ajena al contexto previo a las elecciones. Sus aspiraciones pueden parecer más humildes y locales: no quieren tener nada que ver con la izquierda española, ya que su único objetivo es el votante de izquierdas independentista. Lo cual les mantiene siempre, a pesar de su coherencia, con unos resultados muy modestos.

El rey del zasca

Un ejemplo de la elasticidad ideológica, que sirve para adaptarse tanto a los resultados electorales como al contexto de la acción política, podemos verlo en el portavoz adjunto de ERC en el Congreso, Gabriel Rufián, que tiene varios perfiles ideológicos: en la redes sociales es el azote de todo lo que huela a conservadurismo; en el congreso se muestra más como ariete del Estado represor; y en plena precampaña como un socio que subirá el peaje al hipotético Gobierno de coalición.

Aunque lo cierto es que en la batalla ideológica entre izquierda y derecha en tiempos de Twitter, Rufián se ha convertido en un parlamentario activista indispensable para contrarrestar los bulos y la desinformación de la derecha trumpista. El catalán es el rey del zasca y administra justicia a golpe de tuit como nadie.

Unos centímetros de la derecha

El panorama político en España ha cambiado mucho en los últimos años. Un ejemplo claro podemos verlo en que el debate con los portavoces de siete de las principales formaciones que se presentan a las elecciones y que ha sido mucho más interesante que el debate cara a cara de los dos principales candidatos a la presidencia del Gobierno.

Fruto de esa fragmentación y la consecuente necesidad de socios para formar gobierno estaría bien que los principales partidos fueran claros al respecto. Los socialistas están cambiando el discurso y Sánchez ya anuncia que gobernará con Sumar. Pero la pena es que desde el PSOE no se hayan destinado más esfuerzos en esta agitada precampaña para confrontar quienes son sus socios y quienes los del Partido Popular. Que queden claras las medidas programáticas —más allá de la divisibilidad de la nación— que llevan unos y que llevan otros. Es decir, donde se sitúa VOX en cuestiones como la migración, la violencia de género, el laicismo en las escuelas, el aborto o la defensa de la cultura de las diferentes nacionalidades que componen nuestro país; y donde se sitúan en esos asuntos —y en otros muchos— las formaciones que han apoyado al actual Gobierno. Nada tiene que ver la posición de la ultraderecha con la que tienen Bildu o ERC.

Quizá al PSOE no le interese dignificar demasiado a estos partidos, ya que así, cuando se hable de centro ideológico, ellos podrán asegurar que son el centro izquierda y que los demás son radicales. Y es que quizá el miedo de los principales partidos sea que la población despierte y se dé cuenta de que Sumar, ERC, Bildu o la CUP son partidos simplemente de izquierdas y que el PSOE no ocupa nada más allá del centro y unos pocos centímetros de la derecha. Y que teniendo en cuenta esto, el único extremo real sea el PP y los únicos populistas y radicales del hemiciclo sean los de Vox.

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