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El efecto del «piquillo» ignominioso de Rubiales

Vicente Mateos Sainz de Medrano
Vicente Mateos Sainz de Medrano
Periodista y Doctor en Teoría de la Comunicación de Masas.
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análisis

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Las bravatas chulescas de matón de barrio, llenas de veneno machista lanzadas como pedradas, en la Asamblea de la FEF, por Luis Rubiales para justificar sus vergüenzas —que todos hemos visto atónitos—, confirman que el machismo sigue vivo en todos los ámbitos sociales escondido bajo una falsa pátina de defensa de la igualdad que retiene lo que se lleva dentro, para mantener —en este caso—  la bicoca de controlar la satrapía de la FEF, de la que se beneficia con un salario de 600.000 euros anuales, más 3.000 mensuales para pagar la casa y numerosas gabelas en función del cargo. El pensamiento conservador y machista que Rubiales lleva dentro, estalló con exabruptos que avalan la necesidad de mantener e incentivar las políticas de igualdad para acabar con la fragua del machismo, los micro machismos que, para los machistas, son siempre inocentes acostumbrados a rozar y tocar a las mujeres que mamaron desde pequeños, y en los que siguen sin ver ninguna malicia.

De ahí su sorpresa al ser reprendido socialmente por las imágenes en acciones y actitudes, impropias para cualquier hombre, y más para el representante público del fútbol español. Vulgaridad en el palco —recogida con asombro por los medios internacionales— y manoseos constantes de Rubiales en las merecidas celebraciones por la victoria en el mundial femenino de fútbol, que asienta un nuevo espacio de igualdad:  chupando plano a las vencedoras, entrando en su vestuario como si fuera su casa, rodeando el cuello de las jugadoras a la menor oportunidad, pasándoles la mano por el pelo con libidinosidad patriarcal, poniéndoles la mano en el hombro, tocándoles la parte baja de la espalda, dándole palmaditas en el culo al descuido o apretándoles las caderas o los brazos: que todos hemos visto.      

Rubiales reaccionó como un cobarde — como actúan los matones y chulos cuando se les pilla en un renuncio— haciéndose la víctima de una campaña orquestada contra él que avaló con mentiras y un mensaje perverso verbalizado con teatralidad y golpes de pecho para reforzar sus falsedades, apuntalado con artimañas rastreras como el trucaje de fotos o atribuir a la afectada, declaraciones que nunca hizo para convertirla en culpable: fue ella la que me incitó. Y ya, en el sumun de la estulticia, atribuyéndose una capacidad y conocimiento que no tiene para distinguir el feminismo bueno del malo apelando, de modo abyecto, a sus hijas menores presentes en el aquelarre machista que protagonizo.  

Pocas veces se ha producido un clamor social tan compartido y crecido contra un personaje público, cuyas andanzas al frente de la FEF ha dejado numerosos cadáveres en solo cinco años: los de todos aquellos que se han desmandado incumpliendo sus dictados, o múltiples expedientes sobre sus tejemanejes con el dinero federativo y algunas denuncias por abusos: incomprensiblemente almacenados en un cajón por el CSD. Carácter autoritario del sátrapa expresado en la baja por depresión que han solicitado cinco trabajadores del departamento de comunicación en solo ocho meses. Hechos que hablan de la discrecionalidad absoluta con la que Rubiales ha manejado el dinero de la FEF, convertida en una fosa séptica clientelar que funciona mediante el sistema de compra de voluntades y adhesiones con dinero, al margen de un control público que audite y fiscalice su gestión. ¿Hasta cuándo?  

La FIFA ha tomado la delantera apartándolo durante tres meses del control de la Federación, que el TAD debe implementar inhabilitándole para toda responsabilidad administrativa en una organización de relevancia pública, cuyo objetivo es favorecer la práctica deportiva y expandir los valores de igualdad y convivencia; y no convertir a los mandamases federativos en reyezuelos de Taifas, capitaneados por un pirata autoritario. No puedo dejar de mencionar la actitud infame de los seleccionadores de las selecciones nacionales femenina y masculina, que han esperado —después de aplaudir con gusto las butades de Rubiales— a ver acorralado y sin salida a su jefe para retirarle su apoyo.

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