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El final de Nagorno Karabaj acaba en tragedia armenia

Los armenios de Nagorno Karabaj se han convertido, al igual que en el pasado los bosnios o los ucranianos que huyen de la guerra en su país, en los últimos parias de Europa. Abandonados y traicionados por todos, obligados a marcharse por en un enemigo implacable, los armenios parecen condenados a ser un pueblo errante con su identidad a cuestas pero sin una tierra como destino y como patria verdadera.

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Tras la marcha de la mayoría de sus habitantes y la detención de la mayor parte de sus dirigentes por los azeríes, hoy se puede decir, sin ambages de duda, que el sueño armenio de un Nagorno Karabaj independiente se ha apagado para siempre. Los armenios de este enclave siempre disputado entre Azerbaiyán y Armenia optaron por la independencia allá por el año 1991, en el final de la noche soviética, y después lucharon con uñas y dientes por la misma entre 1991 y 1994, derrotando inicialmente a los azeríes y ocupando algunas provincias de Azerbaiyán en torno al enclave como una suerte de “corredor de seguridad”.

Sin embargo, en el año 2020, un ataque sorpresa, masivo en medios humanos y dotado de impresionantes recursos tecnológicos, sorprendió a los armenios, que fueron derrotados de una forma rotunda y contundente. Se puede decir que esta guerra fue la primera moderna del siglo XXI, en la que el uso de drones fue fundamental para derrotar a los armenios y ocupar, en apenas semanas, las provincias arrebatadas a Azerbaiyán. Los escasos territorios de Nagorno Karabaj todavía ocupados por los armenios quedaban aislados de la madre patria, Armenia, debido a que el corredor de Lachin quedaba en manos azeríes y el contingente de paz ruso en el territorio para poner fin al conflicto debería haber garantizado el libre movimiento de los habitantes del enclave, algo que no ocurrió en estos tres años.

Estos tres años, entre el fin de la guerra de 2020 y la guerra de un día, el 19 septiembre de este año, fueron un calvario para los habitantes de Nagorno Karabaj, ya que sufrieron el bloqueo por parte de las tropas azeríes que cerraron el corredor de Lachin, impidieron la libertad de movimientos de los armenios en los dos sentidos y el suministro de alimentos, medicinas y objetos básicos para el asediado enclave. En estas condiciones, y con cortes periódicos de agua y luz, los armenios han padecido lo indecible, aparte de esporádicos ataques de los militares azeríes, y cada vez quedaba más claro que el mundo les había abandonado, incluyendo a Armenia y a sus supuestos aliados rusos, que se desentendieron de su suerte cuando su misión era protegerlos.

El pistoletazo de salida para la toma definitiva del enclave por parte de Azerbaiyán lo provocó, paradójicamente, el primer ministro de Armenia, Nikol Pashinian, quien reconoció, en abril de 2022, la soberanía territorial de los azeríes sobre Nagorno Karabaj sin consultar ni llamar antes a consultas a las autoridades del disputado enclave. Ante este inesperado reconocimiento de la titularidad azerí del territorio por parte armenia, Rusia, en boca de su presidente Vladimir Putin, también le reconoció sus derechos a Azerbaiyán sobre el territorio y precipitó rápidamente los hechos que sucedieron después. Es decir, la agresión y ocupación del enclave.

El castigo de Putin a Armenia

Con el apoyo de Rusia, Turquía, quien siempre ha soñado con la unión de todos los pueblos túrquicos en un solo territorio, y dotada de un ejército moderno, preparado y con ingentes medios tecnológicos, Azerbaiyán atacó entre el 19 y 20 de septiembre a Nagorno Karabaj, desbordando a las fuerzas armenias locales, ya abandonadas por todos, y causándole ingentes daños. Murieron más de doscientos armenios y otros cuatro centenares resultaron heridos en la súbita agresión. Las tropas rusas presentes en el enclave, que eran las garantes de la seguridad e integridad de los armenios, no hicieron nada y al parecer conocían de primera mano la agresión que se precipitaba sobre Nagorno Karabaj. Putin castigaba así a  los armenios por sus coqueteos políticos y diplomáticos con la Unión Europea (UE) y la OTAN; apenas unos días antes del ataque Armenia había celebrado unos ejercicios militares con fuerzas de los Estados Unidos. La guerra terminaría de una forma dramática y drástica para los armenios.

En unos días, las autoridades de Nagorno Karabaj anunciaban su rendición, la disolución de sus fuerzas militares, el desarme del territorio y el final de todas las instituciones del “país” el 1 de enero de 2024, una declaración innecesaria pues de facto ya han desaparecido y la mayoría de sus antiguos dirigentes ya han sido detenidos por los azeríes. Además, apenas quedaban habitantes en Nagorno Karabaj y su capital, Stepanakert, es hoy una ciudad abandonada, despoblada y vaciada de sus antiguos pobladores.

El éxodo de los armenios, tras meses de humillaciones, ataques y asedio azerí, concluía con la salida de más 102.000 habitantes del enclave tras el ataque azerí y algunos miles más que seguramente habrían salido antes. Las Naciones Unidas, tras enviar una de sus baldías misiones a Nagorno Karabaj, asegura que podrían haber quedado entre 50 y 1000 armenios en el territorio, en uno de sus imprecisos y fríos informes acerca de lo ocurrido en este territorio. ¡Cuán inútiles son qué son incapaces de precisar cuántos armenios quedan realmente!

Lo más probable es que la mayoría de estos armenios, ahora dependientes de la ayuda humanitaria de Armenia y también de varias organizaciones internacionales, no regresen nunca más a Artsaj, que es que se conoce en armenio a Nagorno Karabaj, y que tendrán que rehacer sus vidas lejos de las tierras heredadas de sus ancestros. Luego, seguramente, Artsaj será repoblada por sus nuevos ocupantes y su patrimonio histórico, artístico y cultural quedará a merced de los mismos, que en el pasado no mostraron mucho respeto por las iglesias y cementerios armenios. Muchas de las iglesias caídas en su poder en la guerra de 2020 fueron destruidas y algunos cementerios, como denunciaron varias organizaciones internacionales, arrasados. Se arrancan sus cruces, en una suerte de aquelarre etnicista, y en su lugar solamente nos quedan los espacios de los que ya no están sin nombre ni identidad. Aquello de lo que no se conserva un fósil, pensaran los líderes azeríes, es que realmente no ha existido. Así ha terminado la última gran tragedia armenia.

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