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“El mundo, incluso en sociedades avanzadas como la nuestra, está hecho a la medida del hombre y no de la mujer”

El escritor de novela negra y ex fiscal Gianrico Carofiglio inaugura con ‘La disciplina de Penelope’ la saga de la brillante ex fiscal milanesa Penelope Strada

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análisis

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De este ex fiscal del Estado durante muchos años y ahora narrador y ensayista multipremiado y traducido en medio mundo, el mismísimo Gay Talese ha dicho: “La mejor literatura policíaca la encabeza Carofiglio”. Poco más se puede añadir de Gianrico Carofiglio (Bari, 1961), con una extensa trayectoria profesional de éxitos. Entró en la comisión parlamentaria antimafia y fue senador de la República italiana entre los años 2008 y 2013. Sus libros se sitúan siempre en todas las listas de los más vendidos. Ahora publica en España con Duomo Ediciones La disciplina de Penelope, donde por primera vez otorga el protagonismo principal a una mujer, Penelope Strada, a la que un misterioso incidente apartó de una fulgurante carrera como fiscal. En este primer caso como investigadora recibe el encargo de un hombre investigado por el asesinato de su esposa, cuyo cuerpo sin vida se encontró abandonado en una zona baldía. El caso recibió carpetazo, pero las sospechas sobre él nunca se disiparon. Todo ello enmarcado en una ciudad, Milán, que sirve de coprotagonista para una saga literaria que se augura con todos los ingredientes necesarios para el éxito asegurado.

¿Por qué ahora una mujer como protagonista después de sus experiencias literarias con el abogado defensor Guido Guerrieri y el mariscal de los carabineros Pietro Fenoglio?

Hacía mucho tiempo, años, que quería contar una historia con una protagonista femenina. Ha llegado la oportunidad. Es difícil decir cómo se materializan ciertos deseos literarios, pero había llegado el momento. Penelope es un personaje que me ha ayudado a entender muchas cosas, sobre mi escritura y sobre el mundo que me rodea. Y en particular, por supuesto, sobre el mundo femenino.

¿Es un reto aún mayor meterse en la piel de una mujer con un pasado complicado?

Desde luego. Penelope es una mujer con un pasado extremadamente complicado, eso se intuye ya en esta novela y se ve más claro en la secuela que ya se ha publicado en Italia y que se publicará pronto en España. Los personajes interesantes son los que vale la pena contar, pero también son los más difíciles. En la escritura, tal y como yo la entiendo, no hay nada que sea fácil. Y lo que es fácil no suele valer la pena.

¿Cómo es, a grandes rasgos, la personalidad de Penelope Spada?

A grandes rasgos, Penelope Spada es un cúmulo de contradicciones, una mezcla, una maraña inextricable entre la fuerza y la fragilidad, entre la determinación y el miedo que a veces ella trata de ocultar, precisamente con actitudes de extrema determinación. En Penelope, sobre todo —esto se intuye ya en esta novela, pero se ve de forma más clara en la siguiente— percibimos una dificultad para hablar con los demás y consigo misma y comprender el sentido doloroso de su historia.

¿Hasta qué punto esta mujer protagonista se erige como un icono de la lucha feminista contra los clichés machistas y heteropatriarcales aún imperantes en las sociedades occidentales?

Esa es la clase de pregunta que a un autor no le resulta fácil responder. Les corresponde a los lectores y a las lectoras decidir si el personaje adquiere un valor simbólico. Lo que me gusta es contar historias y personajes que me interesen sobre todo a mí; el resto queda a criterio del lector.

Usted sabe a la perfección qué significa impartir justicia desde la Administración pública en su pasado trabajo como fiscal del Estado. ¿Cómo se ve esa realidad ahora como novelista, desde el otro lado de la barrera?

Es verdad, fui fiscal durante muchos años. Era un trabajo que me encantaba y que a menudo echo de menos. Contemplar el mundo de las investigaciones, de los tribunales y de la justicia como escritor ofrece un punto de vista diferente y obviamente permite entender cosas que en aquella posición era imposible entender. Es una cuestión de ángulo de visión, de poder ver un trozo de mundo cambiando los ojos. De ahí la famosa frase de Proust acerca de que el verdadero viaje de descubrimiento no es ir a nuevos lugares, sino tener nuevos ojos.

En la escritura, no hay nada que sea fácil. Y lo que es fácil no suele valer la pena”

La ciudad de Milán es de algún modo otro personaje más de su obra. ¿Qué le atrae de esta gran ciudad para otorgarle tanto protagonismo en La disciplina de Penelope?

Es cierto, la ciudad de Milán es el telón de fondo de la novela pero de algún modo también es protagonista. Me atrevería a decir que hasta cierto punto también es metáfora de las contradicciones de Penelope. Es una ciudad que me encanta; la he visitado muchas veces, aunque nunca he vivido en ella. Estuve en Milán por mi trabajo anterior como fiscal, pues muchas investigaciones conducían hasta allí y, actualmente, voy a menudo por mi labor como escritor. Es una ciudad internacional, con un aire metropolitano que probablemente no tenga ninguna otra ciudad en Italia. Roma es una ciudad completamente distinta. Y precisamente porque tiene ese aire metropolitano con todas sus contradicciones, la penumbra de la metrópolis y el esplendor y la riqueza cotidianos se convirtieron en el escenario propicio para las historias que quería contar sobre Penelope y con Penelope, y al mismo tiempo en el espejo metafórico interno de las contradicciones de este personaje.

Usted es un autor reconocido, premiado y traducido a decenas de idiomas. ¿Se autoimpone límites literarios o ni siquiera se lo plantea?

No sé si podemos hablar de límites literarios. Yo creo que un escritor o un escritora que se precie de serlo tiene unas obligaciones. En primer lugar, la obligación de exactitud y veracidad de las palabras. Primo Levi decía: “Tenemos la responsabilidad de garantizar que cada palabra dé en el blanco”. Es decir, que cada palabra diga algo con un espíritu de verdad, lo cual es sumamente agotador. Muchas veces es fácil refugiarse en las palabras vacías de las frases hechas. Por tanto, yo creo que básicamente mi obligación es buscar —muchas veces con dificultad— las palabras precisas para decir lo que tengo que decir y luego, por supuesto, tratar al lector con respeto, lo que significa contar buenas historias y crear personajes que resulten reales. Intento crear los personajes que me gustaría encontrar en las páginas de otros escritores y dejarle su espacio al lector. Esto es fundamental. En una novela lo que está escrito es importante, pero lo que no está escrito también lo es, pues deja espacio a la imaginación del lector. Porque leer, lo mismo que escribir, es un acto creativo y eso es algo que un escritor no debe olvidar nunca.

¿Es esta primera novela de una protagonista femenina un nuevo reto?

Por supuesto, contar una historia desde el punto de vista de una mujer fue un desafío considerable para mí antes incluso de comenzar a escribir, porque tuve que hablar, informarme, documentarme, estudiar y entender que hay una parte del mundo que nosotros los hombres no vemos. Y yo empecé a verlo cuando empecé a observar el mundo a través de los ojos de Penelope. Fue una experiencia enormemente interesante y en algunos aspectos incluso impactante, porque me di cuenta de que el mundo, incluso en sociedades avanzadas como la nuestra, está hecho a la medida del hombre. Es importante que los hombres lo entendamos y quizás la historia de Penelope sirva también a ese propósito.

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