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El Platonismo. Er y los muertos (D)

Francisco Silvera
Francisco Silverahttp://www.quenosenada.blogspot.com.es
Escritor y profesor, licenciado en Filosofía por la Universidad de Sevilla y Doctor por la Universidad de Valladolid. He sido gestor cultural, lógicamente frustrado, y soy profesor funcionario de Enseñanza Secundaria, de Filosofía, hasta donde lo permitan los gobiernos actuales.
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análisis

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Cuenta Sócrates, esto es: Platón, que Er el Panfilio murió en una batalla y cuando, recogido el cadáver y esperados esos días de ritual en los que incluso se llegaba a alimentar sobre su túmulo al cuerpo antes de enterrarlo o quemarlo, se dispuso para el funeral: despertó. Despertó y contó lo que había visto en el más allá. Su historia va a marcar la Cultura Occidental y quizá sea más importante para comprender el platonismo que explicar la Teoría de las Ideas (supuesta, ya dije que prefiero hablar de “formas” y por qué).

Platón es una mezcla extraña de pitagorismo tardío y orfismo, o sea: mística matemático-cósmica, reencarnación y expiación por el pecado. La historia del resucitado Er muestra todo esto. Tras su muerte, unos jueces advierten a Er que sea espectador pues ha de volver para contarlo; éstos condenan y premian a las almas de los muertos en el más allá: la imagen es surreal, casi magrittiana, describe un lugar en el que hay dos agujeros en el cielo y otros dos en el suelo… los premiados suben por el agujero de la derecha a una especie de paraíso feliz del que salen esplendorosas y limpias por el agujero de la izquierda; los condenados, con un cartel publicitando sus vicios (como hará la Inquisición muchos siglos después) y atados y arrastrados por unos seres henchidos de fuego, serán arrojados por el agujero de la izquierda a un infierno del que salen sucios y aterrorizados por el de la derecha, nótese la simbología, derecha-bien e izquierda-mal en las cuatro aberturas. La duración de estos “viajes” no es como la nuestra, aclara Platón, allí el tiempo es diferente, son cientos, miles de años; y otra cosa curiosa: cuando las condenadas salen, a veces suena un mugido como de animal que las obliga a volver al castigo, por eso al volver a salir tienen un miedo atroz a que truene el bramido, hallando sólo la paz cuando éste no ocurre.

Éste es periodo de aprendizaje mecánico, digamos, cuantitativo, según la vida ejercida en la Tierra. A partir de ahí comienza un periodo didáctico, las almas todas vuelan y ven el universo entero, todo lo que existe, nada existente se les oculta, ven el Huso de la Necesidad (¿Vía Láctea?) que atraviesa como una aguja toda la realidad, como ocurre en una peonza de dedos, y desde arriba perciben la Belleza en la armonía de colores y luces de todas las esferas de los diferentes planetas y las estrellas fijas, como si miráramos desde lo alto un grupo de torteras que encajasen una dentro de otra, y oyen la perfecta armonía de las voces de las sirenas que cantan en cada una, acompañadas por las Parcas: Láquesis, Cloto y Atropo, marcando el pasado, presente y futuro… Platón está explicando que las almas, después de ver qué pasa en el más allá según te hayas portado en el acá, ven la totalidad de lo que existe y por tanto conocen todo (“Harmonia Mundi” o Música de las Esferas). Corremos el riesgo de creer que entendemos qué dice: no es así, más allá de saber que “harmonía” significa “encaje” o “ajuste”, desconocemos qué es lo musical desde su perspectiva…

Comienza una nueva fase encaminada a la reencarnación: la ética. Vista la realidad en todas sus dimensiones, un “profeta” o anunciador les oferta modelos de vida para elegir, hay para optar con el único condicionamiento de lo ya aprendido en este viaje “post-mortem”. Es relevante la consciencia del problema de la Libertad, irresuelto en las religiones monoteístas: porque si existe la Libertad, Dios no existe, por definición, pues nada puede hacerse sin su voluntad; el profeta de Platón insiste en que son las almas libremente las que eligen, las que deciden qué vida quieren tener, porque una vez que las Parcas sancionen la elección y unan el Destino a las almas por el hilo (éste es el concepto original de “espíritu”, o sea, la línea que une nuestro destino con los astros del cielo que nos controlan): ya no habrá Libertad. Platón exime de culpa a los dioses, no podemos lamentarnos de lo que nos ocurra aquí porque los seres divinos no intervienen en ello, todo es “culpa” nuestra, y no podemos cambiarlo. Sería absurdo rezar para solicitar la gracia de quien nos manda la desgracia, que es lo que hace la tradición judeo-cristiana-musulmana…

Hecha su elección, algunas equivocadas lógicamente por no haber aprendido lo suficiente, las almas vuelan ahora a las Praderas del Olvido y el Río de la Despreocupación, Leteo y Ameles. Allí, antes de volver a la Tierra, siente un sed sofocante pero esas aguas del “Lethé” no puede ser contenidas en vasija alguna, por lo que por mucho que beban no retendrán el líquido para saciarse: las más inmoderadas (eligieron vidas “peores”) beberán inmoderadamente, las más modosas (vidas “mejores”) lo harán menos: el efecto es el olvido en mayor o menor medida, olvidarán todo antes de volver a cruzar el río de Caronte que separa el mundo de los vivos y el de los muertos; aquéllas que beban menos tendrán más presente aquí la perfección, belleza, bondad, unidad, la justicia… de alguna manera podrán rememorar lo visto y ahondar en ello, conocer es recordar lo ya conocido (la “anámnesis” platónica, memorar lo anterior). En griego resulta más fácil entender todo esto, porque curiosamente la palabra que traducimos por “verdad” es una compuesta de “a” como prefijo privativo y “lethé”, es decir “No-Olvido”: “Alétheia”. Y, si reparan en ello y como dijimos, el conocimiento se resuelve en “lo visto”: en la Tierra con los ojos físicos, en el Cielo con el ojo del alma.

Ocurrido todo esto, recuerden la vinculación de la vida con los astros en la Cultura Antigua, pues el alma que da la vida a los semovientes está compuesta de la quintaesencia o éter de los seres supralunares: cada alma es como una estrella que viene a la Tierra para renacer (una estrella fugaz, nótese popularmente cómo la seguimos vinculando al deseo de una vida nueva): y comienza el ciclo de nuevo.

Toda esta imaginería pitagórico-platónica, consolidada para Roma por Cicerón, por ejemplo, va a constituir la estructura del Universo de alguna u otra manera hasta finales del siglo XIX, cuando se demostrará la inexistencia del éter y, aún hoy, está presente residualmente en nuestra astronomía. Quizá sea la especulación más influyente de la cultura en Occidente. Cuando Roma reinvente el cristianismo situará a Dios más allá de la Esfera de las Estrellas Fijas, vinculado a su creación sólo por sus tres coros de mensajeros, ángeles, que al cantar el Trisagio (“Santo, Santo, Santo es el Señor…”) ponen en danza o movimiento al Universo entero, de ahí la importante imbricación de Aritmética, Geometría, Astronomía y Música (“Quadrivium” o “cuatrovías”) junto a Gramática, Retórica y Dialéctica (“Trivium” o “tresvías”) en los estudios medievales.

Por eso cuando te mueres: vas al Cielo, literalmente: es un lugar, no una vaga espiritualidad, hasta la revolución racionalista del XVII, en teoría, con un cohete se podía llegar a Dios.

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