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El puto poder y la vacuna

Félix Lareki Garmendia
Félix Lareki Garmendia
Licenciado en Ciencias Económicas por la Universidad de Bilbao. Su carrera profesional fundamentalmente la ha desarrollado en Xerox España S.A.U.. Exprofesor de la Escuela Superior Universitaria de Marketing en la Cámara de Comercio de Bilbao, del Master de Marketing y de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad del País Vasco UPV - EHU. Durante 8 años ha estado en política en el País Vasco. Vicepresidente de la Asociación Internacional Aulamar para personas discapacitadas para el disfrute de la navegación a vela. Tiene publicados varios libros con ESIC Editorial. Su lema es “pasión por el arte y las personas”, lector empedernido, escritor y analista social.
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análisis

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Estamos asistiendo a unas llamémosle irregularidades en la administración de la vacuna a determinadas personas que ostentan cargos administrativos, políticos, clericales y militares,  algunos de ellos han dimitido de sus cargos por la presión social ejercida desde las redes sociales y desde algunos medios televisivos, otros sin embargo se mantienen en el puesto justificando el porqué de su decisión, apoyados en algunos casos por algunos dirigentes políticos especialmente de la tradición rancia.

A la pregunta en un debate televisivo de TVE si esto realmente esta producido por abuso de poder, por desconocimiento o por justificar el ocupar cargos de gran responsabilidad y de ninguna manera por aprovecharse a nivel personal de una decisión tomada con honestidad o disfrazada por la debilidad de un descuido, uno que es ciudadano de pie y que desconoce realmente cuando va a ser vacunado, no puede por menos hacer una reflexión interior para intentar encontrar respuestas a estos sucedidos ciertamente lamentables y exponerla al juicio de sus lectores.

En España hubo durante muchísimos años una dictadura que hizo y deshizo a su antojo en el día a día de los españoles, le gustaba mostrar el “poder” como una enseña de su propia condición, es evidente que esta forma de hacer todavía impregna parte de nuestra sociedad, se ha perpetuado almibarándose y blanqueándose con palabras como participación, memoria histórica, pluralidad, transparencia, honestidad política, nuevas formas de gestionar lo público, feminismo, compromiso con la ejemplaridad, etc. Estamos ante un mix social, en el que nuestro pasado tan poco demócrata, se mezcla con nuestros usos actuales. Manteniendo en las altas instancias a las personas situadas en ellas, como diría un ciudadano común, como ciudadanos con “Poder”.

Los casos de corrupción en algunas esferas permanece con el paso del tiempo, mangoneo, falta de transparencia, falta a la verdad, premio a la mentira, sigue siendo algo habitual. Por mucho que se empeñen algunos de nuestros alcaldes, de nuestros concejales, de algún alto mando del  ejército, de algunos mandos militares, algunos de nuestros obispos, de algunos dirigentes sanitarios y de algunos cargos de designación a dedo, de justificar porque han tomado la decisión de ser vacunados los primeros de turno sin ningún rubor, uno piensa en el puto poder que ostentan como única justificación a semejante desmadre y también afrenta a la ciudadanía.

Es seguro que algunos de ellos no lo conciban así, pues entiendan que sus cargos deben llevar adjunto prebendas por encima de los ciudadanos corrientes como por ejemplo pensiones vitalicias, puertas giratorias, etc. O bien porque como ha dicho un alcalde de un determinado partido político “lo he hecho para ayudar a dar una sensación de confianza, tranquilidad y seguridad a la ciudadanía” (¿).

En un programa de TVE matinal, Celia Villalobos del PP justificaba el hecho de que si el presidente del Gobierno no se vacunara y por ello muriera, se podía montar un auténtico problema, igualmente lo hacia con la cúpula militar. Uno se puede llenar de razones al defender las posiciones de los cargos públicos que han optado por vacunarse defendiendo lo indefendible. Pero no cuela. Por otro lado quizá era el momento de felicitar a nuestro presidente y a todos los miembros de su gobierno por mantener una actitud responsable

Cuando empecemos a comprender que, los tiempos que vienen cada vez más nos exigen actitudes firmes en cuanto a nuestra responsabilidad social y moral, que estamos en el cargo únicamente para servir a los ciudadanos y no enriquecernos o abusar de nuestro puesto, cuando entendamos esto como un compromiso social innegociable, cuando seamos conscientes de ello en su más absoluta magnitud, comenzaremos a entender que un cargo del tipo que sea no ostenta poder alguno, sino que está lleno de responsabilidad social, que todo un presidente de gobierno no ostenta PODER,  es la representación de la nación ante quien sea, que ha sido nombrado por los ciudadanos con su voto,  y que lo que se le concede no es PODER, sino la delegación de la sociedad para servir y administrar en conciencia y que un cargo público debe predicar con un ejemplo de rectitud y no de prepotencia y prevaricación. Y pongo como ejemplo de alguna manera al expresidente uruguayo José Múgica, ejemplo de lo que debe aportar a todo un país un cargo, en este caso político.

Cómo justificar que sea administrada la vacuna a un Obispo por ejemplo, hay episodios de la Biblia que le enviarían de la misma al puto infierno, por abuso de su puto poder, aquí están cogidos y pillados en eso, consejeros de autonomías, asesores políticos, altos puestos militares y lo preocupante como adicional es que muchos de ellos que han tomado la decisión de vacunarse están en el sector sanitario como Gerentes y directores de Hospitales, conocedores del drama que están viviendo muchos sanitarios que conviven por razones profesionales cuerpo a cuerpo con el dichoso virus. Esto hace abundar aún más en el dramatismo de la acción.

Como se van a desarrollar las policías de todo tipo y los cuerpos de seguridad para defender en el desarrollo de sus funciones a personas que desarrollan estas prácticas  anti cívicas o tomar ejemplo de ellas.

Y donde esta la transparencia, cuando uno duda de las listas que se han hecho públicas respecto de quien han obrado de esta manera – de momento 429 cargos públicos o altos puestos-, como siempre por temor a los daños colaterales, desprestigio social, daño a una institución, amiguismo, quebranto a un determinado partido político, daños en la imagen pública.

Cuando podremos salir de este ensuciado barro que nos mancha a todos e infecta a nuestra sociedad más que el propio virus. O la única solución seguirá siendo aplicar leyes para sancionar conductas, a sabiendas de que esto no es la vía más acertada.

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