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Enmascarando la disonancia cognitiva

Manuel F. García
Manuel F. García
Manuel F. García es activista sociocultural. Colabora como voluntario en varias asociaciones de actividades sociales, culturales y deportivas adaptadas a personas con diversidad funcional. Ha participado en proyectos educativos como alfabetización de adultos, formación profesional y ocupacional.
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análisis

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En EL ESPEJISMO DE DIOS el primer estudio científico sobre la existencia de Dios, de aconsejada lectura tanto para los que creen que son ateos, como para los que creen que son creyentes, su autor, el etólogo escéptico (aunque con un fuerte pensamiento mecanicista) Richard Dawkins habla en un momento determinado de la angustiosa dificultad de un científico de alto nivel para acabar de decidirse sobre Dios; de la complicada lucha entre su mente racional, lógica, analítica y realista, contra todo el peso de su educación infantil y juvenil, su sentido de pertenencia a una comunidad religiosa, a una cultura y tradición familiar, local y nacional. Y es hacia ese lado dela balanza donde acabó inclinándose su voluntad, aceptando mirar hacia un lado distinto de las pruebas, los hechos, la ciencia y la realidad que su mente madura y adulta podía distinguir, pero no aceptar.

Se llama disonancia cognitiva a la necesidad de mantener a toda costa una coherencia entre las propias creencias, actitudes y conductas personales, llegando incluso al autoengaño para mitigar la angustia que puede provocar cuando las creencias o actitudes propias entran en conflicto con la realidad que conlleva su conducta en la vida.

Durante estos dos años de percepción alterada de la realidad que ha supuesto la pandemia, la disonancia cognitiva no ha parado de hacerse presente en infinidad de casos en los que la lógica y el sentido de la realidad de las personas experimentaban choques de convivencia persistentes e irresolubles.

El doctor Luis Miguel Benito de Benito relataba en un vídeo que se hizo viral, el absurdo incidente que se produjo en un viaje en el AVE, en el que el revisor le exigió que “se pusiese la mascarilla”; el doctor le indicó que estaba exento de llevarla, a lo que el revisor, haciendo caso omiso del hecho que nadie, ni siquiera un agente de la autoridad puede exigir la exhibición de ningún documento médico, le pidió que presentase la exención médica de la mascarilla.

Ante un revisor ojiplático, el doctor de Benito tomó su maletín, lo abrió y comenzó a redactar con bolígrafo un certificado de exención de uso de mascarilla (un documento que debería suponer una situación absurda para cualquier médico, puesto que el principio hipocrático “Primun non nocere” obliga de forma inequívoca a desaconsejar el uso de mascarilla a cualquier persona sana en cualquier ámbito cotidiano). Al finalizar el redactado, sacó su sello con el número de colegiado médico, lo estampó, firmó y se lo entregó al petrificado revisor.

Éste lo leyó atentamente, intentando entender que un médico no sólo no llevase mascarilla, sino que desaconsejase mediante un documento oficial su uso.

Hay disonancia cognitiva cuando entra en conflicto una “política de empresa” de la compañía de transporte contra las leyes de rango superior de este país que impiden aplicar a la población ningún tratamiento o medida sanitaria obligatoria de forma generalizada, y también contra el criterio médico y científico más elemental; se ha demostrado la inutilidad de las mascarillas contra virus tipo Coronavirus en un estudio Cochrane de 2007 que se actualizó en 2011 y en 2020 (el doctor Juan Gérvas ha escrito un excelente estudio sobre las mascarillas al que se puede acceder tecleando en Google “Mascarillas y mascaradas. Furor enmascarador”).

Hay disonancia cognitiva generalizada en la población, cuando se normaliza, se naturaliza, se toma como algo lógico y normal medidas y criterios que después, visto con la perspectiva del tiempo esas medidas y criterios quedan como pura superchería a la luz de la revisión científica calmada y reposada; durante la epidemia de gripe española, se llegaron a recomendar por los médicos llevar colgados al cuello saquitos con bolitas de alcanfor. Cien años después, nos obligan a llevar un talismán cubriendo la cara, pero en lugares selectivos como trenes, metros, buses; el virus mágico al parecer sólo ataca en esos lugares, justo cuando atravesamos el umbral dela puerta automática, pero se abstiene de atacar a los turistas y viajeros extranjeros que usan el transporte sin llevar mascarilla, porque en su país de origen ya no es obligatorio llevarla (España es el único estado de la UE que todavía obliga a llevar mascarilla –el virus mágico sólo ataca a españoles, y no ataca a los extranjeros en su país-. Y el virus mágico también ataca sólo en farmacias y establecimientos sanitarios como las ópticas (habrá que advertir a esos clientes que la mascarilla no debe tapar los ojos en este caso –en un país donde se han llegado a fumigar calles y desinfectar suelas de los zapatos, ya pueden intentar convencernos de cualquier cosa-).

¿Y cómo resolvió su disonancia cognitiva el revisor del AVE en el que viajaba el doctor de Benito? Pues el final es gloriosamente Berlanguiano: leyó detenidamente el certificado, advirtió al doctor que ese documento “iría a parar a sus superiores” –a lo que el doctor insistió, por favor, en que lo hiciese-, y de Benito terminó sentado en un vagón de primera clase, “para no crear malestar entre los demás pasajeros”.

Los motivos por los que en este país todavía no se levanta la imposición  de la mascarilla, nadie lo sabe, como nadie sabe quiénes forman ese “comité de expertos”, que, como el Espíritu Santo, todo el mundo habla de ellos pero nadie ha visto aún.

Un servidor (provisto ya de certificado de exención médica de la mascarilla, viendo que aquí cada palo aguanta su vela) ni siquiera se planteaba escribir sobre esta mascarada nacional que se mantiene, no sé ya si por razones políticas -¿las quitarán cuando toque elecciones?-, o comerciales -¿las quitarán cuando coloquen esa mitad del stock de cuartas dosis que nadie quiere ponerse ya?-, pero que salte a las portadas la noticia de que han echado del autobús  por no llevar mascarilla a una niña de tres años porque al conductor le salió de la disonancia cognitiva, hace reaccionar al más paciente.

O debería.

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2 COMENTARIOS

  1. Richard Dawkins es un abanderado del cientificismo, elude los estudios consolidados y revisados paritariamente, y sólo sostiene un discurso estructurado y formado desde los más rancios intereses político-socio-económicos, de científico tiene lo mismo que yo de de guapo.
    Icono del postmodernismo y del nuevo transhumanismo, seguidor acérrimo de la Nueva Agenda, auténtica basura acientífica y de la más baja categoría axiológica y espitemológica.

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