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Feijóo tampoco sabe de historia

El líder del PP dice que derogará la Ley de Memoria porque reabre heridas de la Guerra Civil

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análisis

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Una de las cosas que más desconciertan de Alberto Núñez Feijóo es su tremenda capacidad para reducirlo todo a una extremada simpleza. Por ejemplo, algo tan complejo como la historia. Así definía Feijóo, hace algún tiempo, la Guerra Civil española: “Hace ochenta años nuestros abuelos y bisabuelos se pelearon”. Y añadió que no tiene sentido “vivir de los réditos de lo que hicieron”. O sea que para el hombre que aspira a dirigir los destinos de España, la mayor tragedia en la historia de los españoles se reduce a que hubo unos señores, unos antepasados, unos vejetes del siglo pasado, que montaron una bronca de nada y se dieron unos cuantos palos. Para un político que pretende jugar a gran estadista, la tesis resulta algo pobre.

Si hay un suceso que ha sido analizado hasta la saciedad, con sus causas, sus antecedentes, sus factores y sus consecuencias, ese ha sido el infierno ocurrido entre 1936 y 1939. Uno de mis libros favoritos es La Guerra Civil Española, del gran Hugh Thomas. Sin desdeñar, claro está, el volumen correspondiente de La España del siglo XX del formidable Tuñón de Lara, otro historiador español con vibrante pluma anglosajona. Hay mucho escrito para elegir, mucha obra, ingentes estudios y monografías de ensayistas de la talla de Gabriel Jackson, Pierre Vilar, Stanley Payne, Ian Gibson o Paul Preston (por citar solo a un puñado de hispanistas de primer orden). Obviamente, no se trata de leerlos a todos (aunque en realidad es lo que habría que hacer para tener una visión alejada del sectarismo), pero qué menos que un par de ellos. Y por los comentarios que le venimos escuchando a Feijóo, parece que no ha tocado libro alguno ni por las tapas.

Decir que la Guerra Civil fue una pelea de abuelos, reduciendo la cuestión, trivializándola más bien, es una muestra de agrafismo histórico y de desidia por lo que tiene de negarse a profundizar en las raíces de nuestro mayor drama bélico. Por esa misma regla de tres, la Segunda Guerra Mundial fue una fiesta de la cerveza que se le fue de las manos a los alemanes; Vietnam una cosa de unos amarillos que vivían en la jungla; y el terrorismo de ETA un altercado en cuatro herriko tabernas. Con esa visión esquemática, naíf y simplificada de la historia que manejan los dirigentes del Partido Popular, no nos extraña que Mariano Rajoy presumiera de haber gastado exactamente cero euros en financiar a los grupos cívicos que pretenden sacar los muertos de las cunetas para recuperar la memoria democrática. En su día, el hombre del Marca abolió la ley de Zapatero por la vía de la omisión, es decir, no haciendo nada, no moviendo un solo dedo, condenando a este país al olvido. Ahora Feijóo va más allá al meter el buldócer en la legislación memorialista hasta que no quede ni rastro o huella de la verdad. El PP siempre fue simpatizante de la versión de los ganadores, de la visión franquista de esa parte de la historia pero, ahora que Vox le aprieta por detrás para que se deje de complejos, mucho más.

Para el dirigente popular, la Ley de Memoria es “ideológica”, lo cual supone una soberana estupidez, ya que no hay una sola ley que salga del Parlamento español, ni de ningún parlamento del mundo, que no lo sea. ¿Acaso cuando ellos gobiernan promulgan leyes asépticas, limpias del polvo y la paja de los ideales políticos? Lo que debería pensar el dirigente popular es si la ley es buena o mala para sus paisanos y compatriotas. Y ahí no hay lugar a la duda. Es necesaria porque, en primer lugar, un país desmemoriado está condenado a repetir su historia y después porque, por fin, después de más de ochenta años, miles de personas van a saber dónde están los cadáveres de sus seres queridos fusilados para poder sacarlos y darles un entierro digno, el que le negaron los verdugos. La ley no tiene por qué “abrir rencores de la Guerra Civil”, como sugiere Feijóo cayendo en el manido tópico, ya que da amparo y cobertura a todos los españoles, tanto de izquierdas como de derechas, es decir, a todo aquel que quiera saber dónde están los restos de sus familiares. ¿Dónde está ahí el odio? Es una cuestión de pura humanidad que no reabre nada, en todo caso la fosa común donde se apilan cientos de huesos revueltos para vergüenza de un país.

Lógicamente, la versión pedestre del pasado que esgrime Feijóo ha ocasionado un aluvión de reacciones, como la del socialista José Luis Ábalos, que le ha afeado sus “nociones de historia” sobre la Guerra Civil. “Los cuarenta años de represión, miseria, torturas, asesinatos, humillaciones, falta de justicia y libertad… ¿Fueron la resaca del que ganó la pelea? ¿Hitler también se peleó con los judíos?”, le pregunta el exministro con acierto.

Está claro que Feijóo no sabe de economía, no sabe de historia, no sabe inglés, no sabe nada sobre nada. Lo sacas de la matraca de que él ha venido para “derogar el sanchismo” y de que Sánchez se ha entregado a los bilduetarras y se pierde el hombre. Dice Elizabeth Duval, la escritora y filósofa incorporada a Sumar como portavoz de derechos y libertades, que es preciso elevar el nivel de la política y del debate público en este país. Es joven y utópica, ya se irá dando cuenta de que con gente como Feijóo pululando por los pasillos de la democracia es imposible hacer de España ese ágora de gente culta y formada con la que ella sueña.

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3 COMENTARIOS

  1. De «Frijol»; a él le gusta más que lo llamen así, es más español, Feijóo suena a gallego; se puede esperar todo, salvo que cultura. Este sujeto inició la persecución de la lengua gallega en la enseñanza; en Galiza está prohibido dar las clases en las áreas de Física y Química, Matemáticas y Tecnología. Este es el demócrata de Frijol.

  2. Las «questiones» a debate del alumnado en las universidades de mayor prestixio en españa se dirimían en latín. La pregunta es; hasta qué año? A lo mejor se llevan una sorpresa los tan puristas del español.
    El documento más antiguo de la península en cuanto a considerar una lengua, derivada pero diferente, al latín clásico corresponde a cierto manuscrito del siglo VIII en custodia del gobierno portugués. La pregunta es; en cuál lengua está escrito? A lo peor nos llevamos otra sorpresa.
    A terceira pregunta é para min e estouna agardando con «carreiriña» para metela dun trallazo.

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