Cuando un artista se enfrenta al objetivo o a un lienzo en blanco, su cuerpo, su mente y todo su ser debe transformarse en un lugar de tránsito y, al mismo tiempo, en un lugar de encuentro. Todos, en algún momento de nuestras vidas, hemos partido hacia algún lugar. Y, en esa providencia, en ese instante, en el que un ser humano debe decidir qué opción asir adoptar, sabe que, en ese acto de generosidad, parte de su material anímico y personal, debe transmutar en arte, en un hecho en acto del des-ocultamiento. Una re-velación o des-velamiento que permite la aparición de un asombro, de una sorpresa, de una certeza: la duda. Y aceptarla como parte de la evolución, como parte del proceso vital y artístico. Así, el artista plástico Francisco Uceda muestra, en su nueva obra “Casa invertida: Infravivienda del Levante Andaluz”, es el movimiento de un vuelo que rasga y que avanza para desaparecer(se), ver(se) y retirar(se) de una realidad que, desde un punto de vista técnico y simbólico, trasciende en su carácter figurado y metafórico, estableciendo la correlación entre concepto y lenguaje, entre el discurso y la idea. Es por ello, que la obra de Francisco Uceda es capaz de charlar con el espectador más allá de lo superficial. Transformando la técnica base del revelado en el punto de inflexión entre la realidad y lo superficial. Entre el alma y la materia del ser humano. Así es como dialoga la obra de Francisco Uceda con el público. Un negativo revelado que establece un nuevo orden entre lo correctamente político y lo que no lo es. Una obra tejida desde la realidad, desde una verdad oculta, abrigada y protegida. Desde un punto de vista, donde el espectador es quien tiene la última palabra para asimilar la realidad que le rodea y la reflexión que le supone enfrentarse ante sí.
La serie “Casa invertida: Infravivienda del Levante Andaluz” está descrita desde la idea de trans(formación), desde la perspectiva de la formación de un orden que nos vislumbre parte de ese código recogido en lo real. Un ejercicio que hacemos, desde ese algo distinto. Que no viene a ser otro que el paso preciso desde el no ser al ser. Revelándonos y descubriendo que el dolor no tiene dueño y que somos parte de su patria.
Esta nueva muestra de Francisco Uceda nos viene a concienciar que detrás de toda vivienda, de toda casa, de todo hogar, sea cual sea su procedencia, existe un dolor que lo atraviesa y que lo edifica. Estamos acostumbrados a ver cómo los relojes mueren sobre los tejados. Sin embargo, no deparamos que, entre la más absoluta desesperación, emerge la dignidad sin entender de sexo, raza o religión. Ya sea, a través de unos muros de hormigón o en una simple estructura de madera y plástico que sólo aspira a tapar las miserias de aquellos que permiten que existan seres humanos viviendo en esas condiciones.
En esta nueva serie, Francisco Uceda parte de la técnica base del revelado. La realidad en sí es parte de la revelación de lo real. El negativo se confunde con lo real y lo real pasa a formar parte de un segundo plano, de una segunda lectura, como si de un sueño fuese. Una imagen en la que las luces aparecen en tonos oscuros y las sombras en tonos claros. Una luz reflejada que nos hace reflexionar de su motivo. Porque el resultado final de la obra sigue siendo un desvelado de haluros de plata que ennegrecen en mayor o menor medida la realidad. ¿Somos realmente así? Esa es la pregunta que sobrevuela las sienes del espectador. La misma que pone en tela de juicio y que nos convida a recapacitar.
Ahí radica el acierto del autor en buscar transcender la materia y el alma. Afrontar la realidad de la migración sobre los plásticos. Afrontar de cara el horror y la marginación de las personas que trabajan en la agricultura, desplazados de sus países, después de atravesar dos desiertos y un océano. Y desde esa memoria salobre el autor emplea las sales de plata del revelado como el lugar de encuentro del ser humano en el espacio. Las zonas del material fotográfico revelado que reflejan poca luz o ninguna se convierten en las partes claras o transparentes de la emulsión del espíritu del hombre o de la mujer, ese tribunal íntimo que decide sobre la conciencia del ser. La búsqueda de la emoción a partir del caos y del abismo. Romper la frontera del lenguaje mediante la imagen, lo tangible, y el lenguaje, lo intangible. Y para ello, el movimiento radica en la inquietud, en la duda, en la pregunta no resuelta que estalla entre nuestras sienes, cuando es el mundo quien se nos muere entre las manos.
Francisco Uceda expone en esta obra “Casa invertida: Infravivienda del Levante Andaluz” la construcción de un sujeto poético a partir del dolor. Porque lo que es inmediato está tan íntimamente ligado a nosotros, a nuestros cuerpos y a nuestras vidas que dejamos a un lado la profundidad de los objetos. Dejamos a un lado el volumen del que obran las cosas. De la dimensión exacta de la belleza y Francisco Uceda ha venido para recordarnos que somos mortales sobre el cielo de Orión.