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Gaza y la banalización de la maldad por la sociedad israelí

Germán Gorraiz López
Germán Gorraiz López
Analista económico y geopolítico, colabora habitualmente en varias publicaciones digitales e impresas españolas y latinoamericanas.
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análisis

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La sociedad israelí del siglo XXI (80% de judíos frente a un 20% de población árabe), sería un crisol de razas, costumbres, lenguas y valores que solo tendrían en común la lengua hebrea y en la que se estaría produciendo un golpe de mano silencioso de una minoría ultra ortodoxa , los «haredim». 

Así, a pesar de representar solamente el 14% de su población, los ultraortodoxos serían un Estado dentro del Estado, listo para fagocitar todas las áreas sensibles del poder del Estado judío (Interior, Vivienda, el Mossad y los mandos del Tzáhal o Ejército judío) e intentar imponer la «Halajá» o ley judía a más del 40% de población que se declara laica, segmento de filiación europea, inmersa en la cultura y modo de vida occidentales y que desea ser regida por la ley civil como en las demás democracias formales occidentales. 

Ya en 1938, el visionario Einstein avisó de los peligros de un sionismo excluyente al afirmar : «Desearía que se llegase a un acuerdo razonable con los árabes sobre la base de una vida pacífica en común pues me parece que esto sería preferible a la creación de un Estado judío», tesis imposible de germinar en pleno siglo XXI dada la inexistencia en ambos bandos de interlocutores válidos para negociar una paz duradera que lleve implícito el mutuo reconocimiento de los Estados de Israel y el de Palestina. 

¿Israel ha banalizado la maldad?

La teórica política judío-alemana Hannah Arendt en su libro «Eichmann en Jerusalén», subtitulado «Un informe sobre la banalidad del mal» hace un análisis del nazi Eichmann desvestido de su vitola de criminal de guerra y visto tan sólo como «individuo unidimensional». Así, según Arendt, Adolf Eichmann no presentaba los rasgos de un psicópata asesino, sino que sería «un simple burócrata que cumplía órdenes sin reflexionar sobre sus consecuencias y sin discernir el bien o el mal de sus actos». 

Sobre este análisis Arendt acuñó la expresión «banalidad del mal» para expresar que «algunos individuos actúan dentro de las reglas del sistema al que pertenecen sin reflexionar sobre sus actos», con lo que la utilización por Israel de la tortura sistemática, el apartheid del pueblo palestino, el Genocidio de la población gazatí y demás prácticas malvadas «no serían considerados a partir de sus efectos o de su resultado final con tal que las órdenes para ejecutarlos provengan de estamentos superiores», quedando pues el Gobierno israelí de Netanyahu como el único responsable ante la Historia.

Hannah Arendt nos ayudó pues a comprender las razones de la renuncia del individuo a su capacidad crítica (libertad) al tiempo que nos alerta de la necesidad de estar siempre vigilante ante la previsible repetición de la «banalización de la maldad» por parte de los gobernantes de cualquier sistema político, incluida la sui-genéris democracia judía.

Si extrapolamos la reflexión de Arendt sobre Adolfo Eichmann a la situación actual de la Franja de Gaza, » los mandos militares de la Tzahal no presentarían los rasgos de psicópatas asesinos, sino que serían simples burócratas que cumplirían órdenes sin reflexionar sobre sus consecuencias y sin discernir el bien o el mal de sus actos». Sin embargo, según Maximiliano Korstanje «el miedo y no la banalidad del mal, hace que el hombre renuncie a su voluntad crítica pero es importante no perder de vista que en ese acto el sujeto sigue siendo éticamente responsable de su renuncia». 

Así, la sociedad israelí en su inmensa mayoría sería cómplice silenciosa y colaboradora necesaria en la implementación del sentimiento xenófobo contra la población árabe-israelí ( el 70% de los judíos israelíes se opondrían ya a la igualdad de derechos de sus compatriotas árabes).Asimismo, tras el ataque de Hamas el 7 de octubre, una inmensa mayoría de la sociedad sería partidaria de incrementar los asentamientos de colonos en Cisjordania así como copartícipe el genocidio cometido en Gaza, lo que anticipa el finiquito de la sui generéis democracia israelí y la instauracion de un régimen teocrático-militar en la próxima década que conllevará que amplios sectores de la juventud laica y urbana israelí deban optar por engrosar la lista de colonos teledirigidos por los haredim o emigrar a Occidente para escapar de la distopía teocrático-militar.

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