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Incendios forestales: el misterio de los pirómanos que queman el monte

Greenpeace recuerda de que solo un pequeño porcentaje de siniestros se debe a fuegos intencionados

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análisis

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España arde en el que va camino de convertirse en uno de los veranos más devastadores de la historia. El cambio climático provoca que los siniestros sean cada vez más voraces y violentos. Bosques mal conservados como consecuencia del abandono del mundo rural, proliferación de arbustos altamente combustibles, elevadas temperaturas como nunca antes se habían conocido, desertización y sequía son factores que están detrás de lo que los expertos llaman incendios de “sexta generación” por la virulencia y peligrosidad que llegan a alcanzar las llamas. Sin embargo, entre las causas, la mano humana sigue siendo la principal. Según datos de Fiscalía, cada año se incoan alrededor de un millar de procedimientos por incendios forestales. El pirómano que quema el monte sigue actuando y provocando daños irreparables en el medio ambiente.  

La piromanía es un trastorno psicológico y lo padece el 1% de la población, según el análisis Los problemas psicológicos, el fuego y sus consecuencias, realizado por la directora del Máster en Psicología General Sanitaria de la Universidad Internacional de Valencia (VIU), Sara Puig Pérez. Esto quiere decir que hay 460.000 potenciales pirómanos en España. Un ejército de medio millón de personas enfermas que en algún momento pueden tener tentación de cometer un gran incendio. Sin embargo, la organización ecologista Greenpeace, aunque entiende que la piromanía es una patología, un trastorno de conducta, advierte de que tan sólo el 9,79% de los incendios tiene detrás a una persona que sufre de esta patología. No obstante, hay que tener en cuenta que siempre nos movemos en cifras aproximadas, ya que numerosos incendios no llegan nunca a ser esclarecidos.

La piromanía ocupa el tercer puesto como posible causa de incendios forestales, informa El Independiente. Según Puig, las estadísticas indican que los incendios producidos por personas con piromanía suponen el 9,79% de los incendios intencionados o con indicación de motivación. No obstante, según el Ministerio de Agricultura, la piromanía ocupa el tercer puesto en la lista de posibles causas de incendios forestales después de la quema agrícola ilegal y abandonada y las quemas de regeneración de pastos.

La experta de la VIU explica que “es importante considerar que existen otros trastornos psicológicos que se han visto vinculados a la producción de incendios”. De acuerdo a las estadísticas publicadas por la Universidad de Oxford, los más destacados son el trastorno de abuso de alcohol (71,7%), el trastorno de personalidad antisocial (51,46%), el trastorno de abuso de marihuana (43,17%) y el trastorno de dependencia a la nicotina (42,95%).

“Estas estadísticas –explica Sara Puig a El Independiente– ponen de manifiesto la importancia de un buen tratamiento y servicio sanitario en el ámbito de la psicología a nivel nacional, con el objetivo de prevenir, en la medida de lo posible, las consecuencias que una carente atención y tratamiento psicológico pueden tene”

La piromanía es un trastorno psicológico asentado y conocido entre los profesionales de la psicología. De acuerdo con los manuales clínicos “una persona que puede ser susceptible de padecer el trastorno de piromanía ha provocado o provoca incendios de forma deliberada e intencionada en más de una ocasión”. Además, “siente tensión o excitación afectiva antes de provocarlos y muestra una fascinación, interés, curiosidad o tracción por el fuego y todos elementos que se emplean en él. Estas personas tienden a sentir placer, gratificación o alivio cuando provocan incendios o al presenciar o participar en las consecuencias que el fuego produce”.

Greenpeace ha elaborado un listad de los bulos que se desatan cada verano a cuenta de los incendios.

1. “Esto es terrorismo ambiental”

Este es uno de los tópicos más frecuentes y, aunque cuesta creer que no haya una conexión entre casi 100 focos en un mismo día, se descarta la teoría de que exista una trama organizada detrás de los incendios, algo que se pueda calificar como “terrorismo ambiental”. Nunca se ha podido demostrar tal cosa.

2. “Quieren recalificar los terrenos quemados gracias a la reforma de la Ley de Montes”

En 2015, el Partido Popular reformó la Ley de Montes mediante la introducción en el artículo 50 de una excepcionalidad a la prohibición de recalificación de la superficie quemada en 30 años. Hasta el momento, no se ha hecho uso de ella. Tanto antes como después de esa reforma ha habido incendios y el debate se sigue centrando en ella, aunque no ha llegado a ser aplicada.

3. “Hay que aumentar las penas a los incendiarios”

El incendio forestal está castigado con penas de prisión de hasta 20 años, además del pago de los daños y perjuicios causados. El debate y las demandas deben centrarse en dotar a las fiscalías de medios suficientes, con personal perito especializado, para realizar todas las investigaciones pertinentes y evitar que los casos acaben siendo sobreseídos por falta de pruebas.

4. “Galicia arde por las plantaciones de eucalipto”

El eucalipto es más inflamable, arde bien, pero no hay eucaliptos en muchos de los incendios que han ocurrido. Desde Greenpeace pedimos que se ordene y planifique el monte sin tener plantaciones monoespecíficas que hacen el bosque más vulnerable.

5. “Es necesario repoblar de forma urgente las zonas incendiadas”

Tras el incendio nacen iniciativas, todas loables, pero desenfocadas en estos momentos. Si queremos ayudar a la recuperación de nuestros bosques, es prioritario proteger el suelo y reducir los procesos erosivos. Las primeras actuaciones de emergencia se deben centrar en frenar los procesos erosivos actuales, controlar las posibles avenidas y posteriormente favorecer la regeneración natural de la cubierta vegetal.

6. “Los incendios forestales son cosa de campo”

En un país en el que los incendios son un problema ambiental de primera magnitud, se hace imprescindible que las viviendas, urbanizaciones, casas, campings, etc., establecidas en el monte (interfaz urbano-forestal) cumplan una serie de directrices para preparar la vivienda frente al riesgo de incendios forestales.

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