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La evolución del mal

José Miguel Ruiz Valls
José Miguel Ruiz Valls
Licenciado en derecho por la UNED. Cambió el oficio de abogado por el de escritor tras más de 20 años de práctica forense. Autor de los libros de ensayo "Todo Tiene Una Razón" y "Todo Al Revés”.
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análisis

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Hay dos maneras de concebir la religión: bien como práctica lógica-filosófica, bien como práctica ritual. Aquellos que creen que conseguirán salvarse haciendo genuflexiones y desfilando en procesiones la conciben, obviamente, como un rito, como una costumbre que se expresa a través de un calendario litúrgico. Para ellos, practicar la religión es asistir al templo un día a la semana (Más bien una hora) y “santificar” las fiestas una vez al año. Los que la conciben como filosofía están más interesados en saber, en obtener certezas, en descubrir misterios, en evolucionar espiritualmente, en expandir su consciencia, en crecer. El único interés de los que practican ritos es repetir, y es obvio que la repetición se opone, por definición, a la evolución, que siempre es cambio, transformación continua.

Los que practican la religión lógica-filosófica aspiran a encontrar “La Verdad” investigando, reflexionando mientras que, los que practican la religión ritualista, tan solo aspiran a “cumplir con la parroquia”. El caso es que también hay dos maneras de concebir la religión como “Camino a la Verdad”: El dualismo intenta comprender la realidad dando por hecho que todos somos individuos autónomos, dotados de libre albedrío para actuar bien o mal. El no-dualismo intenta comprender la unidad, superando el “atasco” al que conduce el dualismo, pues pensando dualmente no se puede concebir que toda la realidad sea obra de un único poder creador. El dualista ve “cosas buenas” y “cosas malas” y ¿cómo va a atribuir a su dios la autoría de las cosas malas que ve? Debe pues dividir, separar el poder creador en dos: El “poder bueno” (al que llama Dios) y el “poder malo” (al que llama Diablo o Demonio).

El cristianismo primitivo, como el budismo primitivo, se enmarcan dentro de la corriente no-dualista. Jesús ya fue muy criticado en su tiempo, porque se relacionaba con prostitutas, con publicanos, con personas consideradas “malas” por los dualistas. ¿Acaso esas “malas” personas no pueden evolucionar y transformarse en “buenas”? Para los dualistas existe “un bien” y “un mal” que son dos realidades antagónicas e irreconciliables, que luchan entre sí. Ellos creen que, al final, ganará el bien, lo que les genera inseguridad, duda, desconfianza, miedo pues ¿De ser su dios omnipotente no habría ganado ya? ¿Que creen los del otro bando, los satanistas? Pues lo mismo, que algún día ganarán su guerra contra el bien.

Para el no-dualista, el bien no es más que la lógica evolución del mal (El mal es lo que uno hace cuando no sabe lo que hace). Cuando uno es consciente, desaparece el libre albedrío pues pudiendo hacer las cosas mal o bien ¿Como elegiría hacerlas? Y si siempre elige hacerlas bien ¿Podemos decir, realmente, que hay elección?

La no-dualidad asume que todos, incluidos los “más malos” pueden evolucionar y transformarse en “buena gente”. La salvación es posible para todos, no solo para algunos “elegidos”. ¿Por qué elegiría Dios salvar a unos humanos y no salvar a otros? ¿Porque los otros son malos? ¿Quién creó a los malos? ¿El Diablo? En la visión dualista es obvio que Dios y el Diablo “juegan en la misma división” pues ¿Cómo podrían estar compitiendo, de no ser así? Si Dios estuviera en un nivel superior al Diablo, sin duda tendría “mejores armas” y eso haría imposible la continuidad de la guerra de “el bien” contra “el mal”. ¿Y qué piensan los satanistas? Exactamente lo mismo. Buenos y malos piensan exactamente igual, solo que unos eligieron afiliarse a un bando y otros eligieron el otro. Unos y otros tienen fe en que, al final ganarán. ¿En qué basan esa fe? En nada (Creer consiste, precisamente, en actuar sin basarse en ningún criterio lógico). Los dualistas entienden la fe como algo ilógico y aceptan que así sea, cerrando su mente a toda posibilidad de evolución por conocimiento. ¿Significa eso que la humanidad está irremediablemente escindida en seres que evolucionan y seres que no evolucionan? No, entenderlo así sería adoptar una visión dualista que nos llevaría a otra guerra entre “seres conscientes” y “seres inconscientes”, entre “despiertos” y “dormidos”. Evolucionar no es algo que se pueda elegir, no depende del libre albedrío. La evolución “funciona” para todos, lo quieran o no. Si acaso, se puede evolucionar por la vía del conocimiento, de la filosofía, del cultivo de la lógica o por la vía del sufrimiento, que es la reservada para aquellos que cierran su mente. Al final se trata, tan solo, de comprender qué es importante y qué no lo es. Esa es la verdad y hay dos maneras de llegar a ella: La no-dualidad es la manera “dulce”; el sufrimiento es la manera “amarga”. En realidad, todos evolucionamos, combinando, a nuestro libre albedrío, ambas maneras.

PD: Si podéis, porfa, empujádnos un poco nuestra canción, que igual que valió para las municipales sigue valiendo para las generales: 

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