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«La gran revolución política que viene nace en el ser, dentro de las personas»

Entrevista a Antonio Sola, presidente de la Fundación Liderar con Sentido Común

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análisis

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«Construir un mundo mejor depende de todos, no solo de los políticos», así lo resalta Antonio Sola.

Conocido mundialmente como «Creador de Presidentes» por las 16 victorias presidenciales conseguidas en países de África, América y Europa, Sola es estratega y ha realizado más de 500 campañas electorales de todo tipo. Entiende que ganar es fruto de la ciencia, la técnica y el arte, y que no todos sirven para gobernar. Por eso, valora especialmente la dimensión ética de los candidatos con los que trabaja. Hoy dirige procesos en cuatro de los cinco continentes del planeta y está considerado dentro del top 5 de los estrategas a nivel mundial.

Desafiante y disruptivo, Sola sostiene la muerte de las ideologías, la extinción de la política tradicional como hoy la conocemos y el nacimiento de una nueva democracia directa para las próximas décadas. Ha puesto en jaque las tesis tradicionales del liderazgo de las personas, y propone una nueva intermediación entre el ciudadano y sus líderes para que la responsabilidad sea compartida y de todos.

Sola preside la Fundación Liderar con Sentido Común, nacida para ayudar a cerrar las grietas que nos dividen, y es cofundador de la Escuela Política Fratelli Tutti que busca los líderes del futuro presente, para que ayuden a entrar en la nueva era que empieza, sin dejar a nadie atrás.

En una conferencia reciente, hablaba del fin de la civilización actual tal y como hoy la conocemos, ¿en qué podemos notar que este cambio está sucediendo?

Sí, es el fin de la civilización como hoy la conocemos y el principio de una nueva. Hay muchos síntomas de agotamiento de la actual, pero quiero destacar tres: el nacimiento de un nuevo ser humano, más evolucionado, una versión mejorada a lo que somos hoy gracias a un nuevo nivel cerebral, lo que se ha denominado el cuarto cerebro, que nos convierte en seres holísticos con una supraconsciencia que articula y ordena los otros niveles cerebrales. De acuerdo con la Doctora francesa Michelle Fortune, descubridora de este desarrollo humano, este nuevo cerebro se hospeda en los lóbulos frontales y cambia radicalmente la forma en la que vemos el mundo. Nuestras chicas y chicos nacidos a partir de principios de este siglo nacen ya con este nivel activado.

El segundo síntoma fundamental del fin de esta civilización es el ataque sostenido por intereses cuestionables a las cinco grandes religiones y lo que ellas representan: sus valores, su cosmovisión y su forma de cohesionar sociedades. El fin de las religiones y su intermediación con lo divino cambia radicalmente nuestro sistema de creencias y, por lo tanto, nuestro sistema de organización social y espiritual.

Finalmente, el tercer síntoma y más visible, es el fin del ciclo político también como hoy lo conocemos. Al igual que la intermediación religiosa está detonada, la política – y sus políticos – está fulminada. Aún no nos damos cuenta, pero en muy pocos años nuestro sistema de democracia y de relación con nuestras autoridades será sustituido por nuevos modelos de representación mucho más adaptados a lo que hoy somos como humanidad. La arquitectura institucional que hoy sostiene la democracia en la mayoría de nuestros países está rota y no funciona.

Estos tres síntomas, entre otros muchos, más la extraordinaria revolución tecnológica que de nuevo viene de camino, va a cambiar la forma total de como vivimos, nos relacionamos, nos desarrollamos y nos evolucionamos.

Algo común a dos de estos tres síntomas son esos pensamientos enraizados. La ideología es ejemplo transversal de ello y el cuarto cerebro, quizá, ¿pueda ser esa nueva mirada?

Por supuesto. Las niñas y niños que nacieron a principios de siglo ya se han incorporado a la mayoría de edad marcando clara distancia con otras generaciones anteriores. Lo ideológico que, por décadas, fue el pan para hoy y el hambre para mañana, ya no les llena ni satisface. No solo eso, tienen una característica fundamental que está revolucionando  el  mundo:  ellos  pueden  ser  educados  de  manera  vertical,  de arriba

abajo, es decir, por sus padres, abuelos, maestros; pero lo más importante, es que, desde que nacen, tienen la capacidad de educarnos a las generaciones mayores. Esto nunca sucedió antes. El resultado va a ser que los más pequeños nos van a socializar con el mundo que vino para quedarse y van a lograr la mediatización de lo anormal, de lo que hoy nos parece ajeno y extraño, de lo tecnológico y de la nueva organización social que está en ciernes. Esto evitará más ansiedad, depresión y dolor en las viejas generaciones.

El cuarto cerebro articula esa nueva mirada que necesitamos, aporta soluciones diferentes y creativas a los problemas que tenemos hoy y que, por desgracia, no hemos podido resolver aún. Por fortuna, estamos en camino.

¿Cómo será, entonces, esta transición?

Abrupta, dolorosa, de una pugna sin cuartel entre la luz y la oscuridad, de los valores emergentes contra los fallecientes, crisis  humanitaria derivada de  la alimentaria, migraciones globales y baja sostenibilidad del modelo económico neoliberal que hoy impera en la economía global.

Esta transición, la más importante de la Humanidad, va a suponer un quiebre total en nuestra especie. Debemos evitar nuestro exterminio y entender que la conquista de una nueva civilización pasa cuidar nuestro planeta Tierra, nuestra madre casa, y por entender que nuestra salida al mundo extraterrestre -donde viviremos en muy poco tiempo – no es para colonizar, sino para acomodar, arreglar, asear lo que hicimos mal hasta ahora. Tenemos una gran oportunidad, histórica diría yo.

¿Y qué solución propone?

Primero, no engañarnos más, no cerrar los ojos a la realidad que hoy ya se ha instalado. Tenemos la obligación de subirnos al proceso, involucrarnos y tomar decisiones. Esto no es una tarea de solo los políticos, los ricos o los líderes religiosos. Todos tenemos una obligación y una responsabilidad con lo que estamos viviendo, no solo de derechos vive el hombre.

Propongo instalar mesas de conversación, diálogo y toma de decisiones donde vayamos todos desprovistos de nuestros pensamientos fuertes los ideológicos fundamentalmente – y estemos dispuestos, desde nuestros pensamientos débiles, a pensar en el otro para encontrar soluciones que nos ayuden a todos a vivir mejor. En esa mesa imaginaria deben estar todas las generaciones, desde los 10 o 15 años hasta nuestros mayores ancianos. Nos necesitamos todos para llevar a cabo un ejercicio de inteligencia colectiva, de inteligencia tecno-cerebral que nos ayude a encontrar esas soluciones que necesitamos.

¿Cómo tienen que ser esos líderes de esta nueva era?

Mujeres y hombres que estén dispuestos a ponerse en frente de los problemas y al frente de las personas, que nos ayuden a mitigar el dolor que sentimos, más aún en estos tiempos pandémicos, y que tengan la capacidad de ayudarnos a conquistar las metas y objetivos de vida que por nosotros mismos no logramos.

Son líderes asociados a los valores de lo femenino, como la empatía, la capacidad de abrazo o el pensamiento horizontal. Destacan por su generosidad inteligente y por ser cooperativos, colaborativos, solidarios, altruistas y compasivos.

Estos son los líderes que, desde la Fundación Liderar con Sentido Común, hemos empezado a buscar y educar. Podemos aprenderlos en esta nueva realidad.

Habla de mujeres líderes, ¿es este su siglo?

Por supuesto que sí. Necesitamos acelerar la incorporación de la mujer al mundo de lo público y lograr que los valores de lo femenino, tanto en mujeres como hombres, sean los que imperen en las próximas décadas. El mundo nuevo instalado nos pide esto y es en lo que tenemos que trabajar.

Dentro de 10 años veremos el doble de países gobernados por mujeres en el mundo. Hoy apenas alcanzamos los 12 de los 194 reconocidos por la ONU. Es mandatorio ponernos manos a la obra.

¿Cómo conseguir ser esos líderes tan deseables para este nuevo mundo?

Estar dispuestos a crecer hacia dentro en primer lugar. Sí, en el espacio de lo íntimo, de lo espiritual, de la consciencia y del ser consciente. Es el inicio del camino para ese liderazgo que necesitamos hoy, escucharnos, amarnos y buscar esa inspiración que cada uno de nosotros tenemos para cumplir el mandato de nuestra vida aquí y ahora. El valor supremo de ese mandato es la felicidad. Sí, la felicidad. No vinimos a este mundo a sufrir, a arrastrarnos, a dañarnos. La felicidad es la senda que nos permite entender que lo que estamos haciendo es lo correcto para nosotros mismos y para los demás. Si entendemos esto, habremos dado un paso de gigante en la nueva humanidad.

¿Qué pasará cuando lleguen al poder? ¿Se corromperán?

Llevo treinta años trabajando con políticos de todos los niveles: presidentes de países, de clubes deportivos, obispos, senadores, diputados, empresarios, alcaldes,  etc. Sí, todos ellos políticos y he visto cómo llegan al poder: algunos rotos y ya no se arreglan nunca ahí, son los más peligrosos porque nos destruyen; otros llegan sanos y se estropean en el poder, como a todos, sus virtudes y defectos crecen pero los defectos se agigantan; muy poquitos están corrompidos y lleguen para sanar, son los menos. Y finalmente, aquellos que son sanos, llegan sanos y ejercen con sanidad el poder. Necesitamos más de estos.

El poder con mayúsculas es el de uno, el del ahora y aquí. Si ese está bien, podemos lograr que en la administración del poder con minúsculas logremos mantener nuestros valores y principios, nuestra determinación, nuestra energía y nuestras ideas para cambiar el mundo que nos rodea. No hemos de olvidar que el poder revela siempre lo especial que cada uno es. No oculta. El poder no esconde lo que la persona es, sino que lo revela: bondadosos, oscuros… revela lo que somos. Tenemos un poder de consciencia para solucionar los problemas y necesitamos personas comprometidas en la bondad, no en el buenismo.

Tenemos que salir a buscar esos liderazgos. Como sociedad, es nuestra obligación. No me cansaré de repetirlo pero, tampoco me cansaré de insistir que tenemos que empezar por nosotros mismos. La gran revolución es la que viene de abajo hacia arriba, de adentro hacia afuera y es totalmente distinta a cualquier proceso revolucionario que hasta ahora hemos vivido. Todo empieza por ti. Si tu hogar cambia, cambia tu barrio, cambia tu ciudad, tu provincia, tu país, el mundo.

Lo que usted comenta, ¿tiene más relación con la emoción que con el pensamiento?

Sin lugar a dudas. Sentir es más importante que razonar. Necesitamos «sentimentalizar» la razón, y no racionalizar los sentimientos. Comprender al otro desde el  sentir y comprender que la razón individualiza, pero el sentimiento pluraliza, es de dos o más. Y esta historia la tenemos que contar dos o más, es mirando al otro, desde la compasión entendida  no como un término  religioso, sino estrictamente  humano: me pongo en tu lugar.

Es mandatorio alcanzar la congruencia entre lo que sentimos, pensamos y hacemos. Mientras eso no suceda, seguiremos en el arte de mentirnos para lastimarnos. Hay que romper ese ciclo.

Parece plantear un cambio de sistema, ¿es así?

Sí, ha llegado la hora de cambiar el sistema, pero para cambiarlo, primero tenemos que cambiar las personas. Los sistemas son arquitecturas hechas por personas. Si logramos transformar a las personas, con sólidos cimientos asentados en el sentido común y la buena voluntad, poniendo a las personas en el centro, es decir, en la Humanítica, vamos a tener la capacidad de romper esos sistemas que hoy nos ahogan.

El gobierno de lo público es una responsabilidad de todos sin importar desde donde estemos. Necesitamos comprometernos a no dejarlo en manos de terceros. Vamos a asumir nuestra parte de compromiso desde el lugar en el que cada uno esté.

Es una gran empresa, ¿cómo se puede hacer?

Poniendo el ejemplo, haciendo las cosas que nos toca hacer. La única manera de liderar es así, con el ejemplo. Ha llegado la hora de intervenir la cultura que nos gobierna, la política que nos conduce y la comunicación que nos dirige.

Con voluntad y determinación, creo a ciegas que es posible. Vamos a tardar, no se trata de un aquí te pillo, aquí te mato. Hablo de una escultura, de convertirnos en escultores que toman su tiempo para la obra, que saben lo que sobra y lo que no y que entienden el espíritu de su propia creación. Es una ensoñación, sí, pero por ahí se empieza.

¿Un último consejo para esos nuevos líderes que necesitamos?

Deja de quejarte, levántate y anda, somos muchos los que ya estamos en el camino. Hace algunos años comprendí que la vida es una donación, aquí y ahora. Estamos de prestado, así que no tiremos a la basura la capacidad que como seres únicos tenemos para inspirarnos e inspirar, para cambiar y para ser felices. Entender la donación de nuestra vida es el regalo más preciado para transformar el mundo.

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