La renovación del Tribunal Constitucional ha sido, sin duda, el acto más impúdico que se ha llevado a cabo en el Congreso en esta legislatura. Elegir una persona absolutamente incapacitada y manifiestamente parcial como miembro del TC, simplemente porque así lo han acordado PSOE y el PP, antes de que el pacto subscrito saltara por los aires, no solo deja en mal lugar las dos formaciones políticas, sino que rompe las costuras entre lo que es lícito hacer y lo que no se tendría que haber hecho nunca en la vida.
El Juez Enrique Arnaldo ha superado la votación del Congreso, mientras muchos de sus miembros decían que lo votaban con la nariz tapada, recordando una famosa frase del periodista Indro Montanelli cuando recomendó a sus lectores, ante unas elecciones que podían ganar los comunistas, que fueran a votar la Democracia Cristiana aunque fuera tapándose la nariz. Aquí, los que votaron a favor de Arnaldo lo hicieron siguiendo solo la disciplina de partido y el sueldo que perciben como parlamentarios, que va por delante de los más elementales principios éticos, a excepción de unos cuántos que se negaron a votarle.
Aunque eran muchos los que opinaban de la inconveniencia que Arnaldo ocupara una butaca al TC, al final ha pesado más el acuerdo entre los partidos que sustentan el régimen del 78. ¿Cómo narices se puede proclamar que así se garantiza el normal funcionamiento de las instituciones cuando lo que se está haciendo es cargarse el prestigio (Ya tiene muy poco) que tendría que tener esta institución? El trapicheo de los dos grandes partidos españoles no tenía que desembocar, en ningún caso, en una mengua del Constitucional que ya queda condenado al futuro en todas las decisiones que pueda adoptar.
Los once diputados del PSOE y Podemos que rompieron la disciplina de voto hicieron sacar los colores a sus compañeros de escaño. Respecto a Podemos destacar que vino para reformar la manera de hacer política y ha acabado atrapado en malla de intereses que decía denunciar. Sin sus votos, nada habría cambiado, puesto que con la mayoría entre PSOE y PP, la opción hubiera salido adelante igualmente. Pero, como muy bien ha dicho el periodista del Nacional.cat, José Antic, con un voto simbólico y diferente, Podemos habría quedado al lado correcto de la historia. Aunque sea la historia del desacreditado Tribunal Constitucional.
No querría acabar sin hacerme eco del magnífico artículo de Jordi Barbeta, publicado este domingo y que lo define así: La advertencia ha sido clara esta semana con el espectáculo vivido en el Congreso repartiéndose PSOE y PP los tribunales y colocando al frente gentuza de trayectoria inequívoca respecto de la corrupción y respecto de Cataluña. Y tienen la barra de decirse constitucionalistas los que se pasan la Constitución sistemáticamente por el forro. Ahora, pero, la han hecho tan gorda que si ya estaba bastante desprestigiado el Tribunal Constitucional ahora acontecerá inútil. Las recusaciones estarán al orden del día, pero tanto da. La democracia española hace tiempo que ha perdido la vergüenza.
¿Qué piensan ustedes, queridos lectores? ¿Cómo es que el PSOE haya pactado estos nombramientos? Y no hay que olvidar el otro nombre escogido (Concepción Espejel). Parece haber sido una nueva bajada de pantalones de Pedro Sánchez ante los que, «verdaderamente», mandan en el estado español.
Si bien esta afirmación puede parecer osada, ¿Cómo se podría explicar que un partido, condenado en dos ocasiones por corrupción, haya podido elegir el 60% de los magistrados del Constitucional, el 75% de los jueces del Supremo y el 80% de los jueces del Tribunal de Cuentas? Esto, ni siquiera la Cosa Nuestra lo pudo conseguir en Sicilia.
¿Quién manda realmente en España?
En una democracia, autodenominada liberal, todos los cargos de Poder tienen que ser electos por los ciudadanos, directamente. Por tanto, los miembros del Consejo del Poder Judicial debiera ser elegidos directamente por los votantes; todo lo demás es USURPACIÓN.