Cuando llegan los medios de comunicación electrónicos en el siglo XX, se destruye el discurso racional determinado por la cultura del libro. Se genera lo que Habermas llama una mediocracia ordenada en una estructura anfiteatro, en la que los receptores de los medios se tornan pasivos y se exponen a la recaída en la inmadurez propia de tiempos previos a la Ilustración. Aquellos razonamientos del público lector ceden al intercambio de gustos e inclinaciones de los consumidores.
Hemos pasado de un régimen de dominación disciplinario y biopolítico, que Foucault describió, a un régimen de la información en el que los algoritmos y la inteligencia artificial tienen el control. Estamos en una era de capitalismo de la información y la vigilancia, en la que el poder no impone órdenes, sino que hay una ilusión de libertad. La digitalización acelerada de la vida social, especialmente durante la pandemia, ha perturbado profundamente el sistema democrático, creando distorsiones.
El paradigma de Habermas ha llegado a su fin, debido al paso de la mediocracia a los medios digitales, que ha alterado la esfera pública y las prácticas de conocimiento y temporalidad. El mundo es fugaz y acelerado, y se prefiere la atracción sobre la calidad de los argumentos. Las noticias falsas son una amenaza creciente en este universo. La crisis de la democracia es la comunicación sin comunidad y la crisis de la escucha.
Los algoritmos están sustituyendo los argumentos y los individuos proporcionan información sobre sus gustos y preferencias, lo que ha cambiado el tipo de régimen de información. La información psicográfica ha reemplazado a la información demográfica. Hay una enorme fragmentación social y cada grupo recibe mensajes diferentes. Las redes sociales son la infraestructura para la circulación de las distorsiones y la polarización política.
En este régimen de información, la verdad ha sido desplazada por la infocracia, que no se basa en hechos, experiencias o conocimientos, fundamentales para las democracias. Las identidades y las informaciones reducen la complejidad y crean una polarización bipolar. La política se convierte en un juego de poder que limita las verdades que creamos en común. La infocracia elimina la escucha del otro, la búsqueda de consensos y la representación, que necesitan tiempo para realizarse. La factualidad no existe en la infocracia.
Este nuevo régimen de información afecta la forma de hacer campañas electorales, el tipo de liderazgo político y los objetivos de una democracia representativa. La polarización y los liderazgos populistas son fenómenos comunes en la infocracia.
