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La salud no es una guerra

Jesús García Blanca
Jesús García Blanca
Escritor e investigador social especializado en engranajes de poder en el terreno de la salud, la ecología y la educación. Colaborador de Plural-21, Asociación para el cuidado de la vida, y miembro fundador de STOP VACUNAS. Ha publicado El Rapto de Higea (Virus editorial 2010), La Sanidad contra la Salud (Ediciones i 2015), Vacunas: una reflexión crítica (en colaboración con el doctor Enric Costa) (Ediciones i 2015), Wilhelm Reich, inspirador de rebeldía (Cauac Editorial Nativa 2017) y las novelas Redención y El Segundo Río. Algunos de sus libros se han traducido al italiano y al francés. Ha escrito diez años para la revista crítica Discovery DSalud (www.dsalud.com) y actualmente prepara un libro sobre la falsa pandemia COVID y administra el blog Salud y Poder.
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análisis

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El modelo médico que domina actualmente en la inmensa mayoría de los sistemas sanitarios del mundo está totalmente sometido a la influencia de un concepto de la enfermedad ideado hace más de un siglo e impuesto a pesar de su falsedad por intereses de poder. Se trata de un modelo belicista que concibe la enfermedad como una guerra que se libra entre ejércitos de microbios patógenos que nos invaden y un ejército defensivo que los combate.

Hace treinta años que analizo los problemas de salud y ecología —que en definitiva es la salud del planeta— desde una perspectiva crítica centrándome en las herramientas de poder que operan en esos campos y que en el momento presente han alcanzado el paroxismo absoluto sosteniendo una auténtica dictadura sanitaria global. Ya en aquellos años, cuando conocí el Higienismo de la mano del doctor Enero Landaburu y a los últimos supervivientes de la medicina tradicional entre los que destaca el doctor Enric Costa, me pareció evidente que uno de los pilares de la medicina moderna era la denominada Teoría Microbiana, una falsa teoría propuesta por Louis Pasteur que había dado un giro de 180 grados a la medicina y que se había impuesto por razones de poder.

He mantenido desde entonces innumerables debates sobre el tema con el mismo e irrepetible esquema de desarrollo: mis contertulios siempre comienzan espantándose de que alguien cuestione algo tan “obvio” y tan absolutamente “demostrado” e incluso descalifican a quienes osan ponerlo en duda… y acaban reconociendo que no disponen de evidencias o retirándose sin más cuando se dan cuenta de que esas supuestas “pruebas abrumadoras” no aparecen por ninguna parte.

Voy a plantear una crítica radical a esta concepción visiblemente paranóica de la enfermedad, y por extensión, de la salud, desde tres ángulos diferentes, de modo que sirva para mover a los lectores a dudar, a hacerse preguntas, a buscar otros enfoques y formarse una opinión por sí mismos sobre un dogma pseudocientífico que está bloqueando el cambio de la biología y la medicina hacia nuevos paradigmas: en primer lugar, mostraré cómo la teoría, montada sobre plagios, manipulación y fraudes científicos, fue refutada ya en su época, paradójicamente por uno de sus principales y más famosos defensores: Robert Koch; en segundo lugar explicaré brevemente que la teoría opuesta —el Pleomorfismo— sí que ha sido demostrada de forma empírica y rigurosa; y por último, veremos cómo la investigación en biología de al menos los últimos cincuenta años está poniendo en evidencia de modo incontrovertible que la Teoría Microbiana no responde a la realidad del funcionamiento de la vida.

ROBERT KOCH DEMOSTRÓ LO CONTRARIO DE LO QUE SE PROPONÍA

Los famosos Postulados de Koch fueron diseñados por el médico alemán como un método o protocolo para poder comprobar o demostrar que un determinado microbio era el causante de una determinada enfermedad. En esencia dicen los siguiente:

1. El microorganismo causante debe hallarse en las personas enfermas y no en las sanas.

2. El agente patógeno debe cultivarse en un cultivo axénico (puro) fuera del animal infectado.

3. Si inoculamos ese cultivo puro a un animal sano debe reproducirse la misma enfermedad.

4. El agente patógeno debe aislarse del animal inoculado y enfermo, y debe ser exactamente el mismo.

Cuando Koch comenzó a aplicar estos protocolos, se dio cuenta de que la segunda parte del primero no se cumplía ya que encontraba los microorganismos tanto en enfermos como en sanos. Posteriormente en un congreso internacional celebrado en 1880 dijo que no era necesario que se cumplieran los postulados tercero y cuarto, y que con los dos primeros —en realidad con uno y medio— se supone que la relación causal quedaba plenamente probada [1]. Más tarde, el epidemiólogo Alfred Evans reconoció que los postulados no se cumplían para numerosos agentes, pero que Koch “sentía que estaban fuertemente implicados en la causa de la enfermedad» [2].

Por su parte, la ya entonces prestigiosa revista Lancet dedicó un artículo [3] a los postulados en 1909 en el que, entre otras cosas se podía leer que los postulados “se cumplen raras veces por no decir nunca”, que los microbios “se encuentra en personas sanas” y que cuando se inoculan “provocan una enfermedad que no tiene ningún parecido con la original”. Dicho de otro modo: teoría defenestrada. Los rigurosos postulados demostraban que la teoría microbiana era falsa. ¿Qué hicieron Koch, Pasteur y el resto? ¿Quizá abandonarla y buscar otra explicación? No. Puesto que los postulados no se cumplían, los cambiaron para que encajaran y adelante con la teoría…

Si esto parece una burla del método científico, esperen a ver a Pasteur. Existen tres análisis rigurosos y demoledores, realizados en 1923, 1940 y 1995, que ponen en claro quién se escondía tras el mito de Louis Pasteur [4]: esos documentos demuestran cómo Pasteur plagió a su predecesor, el biólogo y profesor de farmacia Pierre Jacques Antoine Béchamp y a otros científicos y se apropió del trabajo de sus colaboradores atribuyéndose personalmente todo el mérito de sus descubrimientos. Eso sí: tergiversándolos y confundiéndolos de modo que la idea de Béchamp sobre el papel de los microbios en las enfermedades y sus cambios de forma y funciones pasaron de ser consecuencia a ser causantes, una idea que por cierto tampoco era de Pasteur ya que cien años antes, en 1762, el doctor M. A. Plenciz había publicado ya un libro titulado Germe Theory of Infectious Disease (Teoría Microbiana de las Enfermedades Infecciosas).

Además, Pasteur “arregló” los resultados de sus experimentos para que encajaran con el revoltijo mental que había sacado de sus apropiaciones: todo muy científico, como puede verse. Eso explicaría quizá por qué contando aún 55 años, pidió a su familia que sus cuadernos de trabajo de laboratorio no se hicieran públicos. ¿Por qué alguien que dedicó años a alimentar su propia leyenda, alguien que introducía todos sus trabajos citándose a sí mismo, arrebatándole todo mérito a sus colaboradores y que fue considerado un héroe nacional al que el estado francés estipuló una pensión de 25.000 francos que pasaría a su descendencia, le levantó un centro de investigación que aún hoy se considera de los primeros del mundo y le pagó incluso un entierro de lujo a su muerte, no querría mostrar el testimonio más genuino de su genio, de su legendaria labor diaria durante cuarenta años?

Las notas de trabajo de otros científicos, como Michael Faraday o Claude Bernard, han servido para admirar y conocer en profundidad su trabajo o para observar debilidades que han inspirado nuevas investigaciones. Sin embargo, no pudimos disponer de los 102 cuadernos con las notas que Pasteur tomó durante cuarenta años hasta la muerte de su nieto en 1971. Cuatro años después, un historiador de Princeton, el profesor Gerald Geison llevó a cabo un estudio exhaustivo de las diez mil páginas ocultas durante ocho décadas. En 1993, Geison presentó un informe a la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia en el que desvelaba que Pasteur publicó información fraudulenta y que era culpable de mala conducta científica al violar las reglas de la medicina, la ciencia y la ética.

Quizá por eso, el Dr. M. L. Leverson, durante una conferencia en Londres el 25 de mayo de 1911, dijo estas palabras: «Toda la estructura de la teoría microbiana de la enfermedad descansa sobre asunciones las cuales, no solo no han sido probadas, sino que son imposibles de probar y muchas de ellas pueden ser contempladas como el reverso de la verdad» [5].

EL PLEOMORFISMO ROTUNDAMENTE DEMOSTRADO

Al contrario de lo que sucede con la Teoría Microbiana pasteurizada, los pocos científicos que continuaron las investigaciones sobre el Pleomorfismo –iniciadas hacia 1980 e impulsadas por Bechamp– no han sido glorificados en los altares y apenas puede encontrárseles en las historias oficiales de la medicina y la ciencia.

En los años veinte del siglo XX, Royal Raymond Rife diseñó y construyó un microscopio capaz de alcanzar los sesenta mil aumentos manteniendo los cultivos vivos –al contrario que el microscopio electrónico que llega al medio millón pero mata con su radiación cualquier cosa que se ponga bajo su lente. El microscopio de Rife podía observar los procesos vitales en vivo y esto le permitió a Rife observar microelementos en hongos y levaduras que podría ser las “microzimas” que ochenta años antes Bechamp había propuesto como las unidades más pequeñas de la vida, las mismas que Gunter Enderlein describió en su libro de 1925 El ciclo vital de las bacterias llamándolas «prótidos», los «biones» que Wilhelm Reich descubrió en los años treinta y las «somátides» de Gaston Naessens en los sesenta [6].

La cuestión es que el fenómeno que todos estos investigadores plantearon con diferentes nombres y desde diferentes perspectivas, que no considera los microbios como causantes de enfermedades sino como elementos biológicos que actúan cuando estas se producen, y que incluye la capacidad de las bacterias de cambiar de forma según las condiciones en que se hallen y las funciones que deben desempeñar, sí que ha sido probado experimentalmente con rigor.

En 1914, el Dr. Edward C. Rosenow llevó a cabo un experimento controlado en el Mayo Biological Laboratory, Rochester, Minnesota, durante el cual observó cómo estreptococos se transformaban en neumococos al alterar el medio introduciendo materia orgánica muerta; una vez revertido el cambio las bacterias retornaron a su forma original. Este experimento se ha repetido en otras ocasiones constatando la transformación de cocci en bacilli o de coccus de la neumonía en bacillus del tifus [7].

LA INVESTIGACIÓN EN BIOLOGÍA PONE EN EVIDENCIA LA FALSEDAD

La biología que se estudia en los institutos y universidades se concibió hace casi dos siglos a partir de las ideas del economista Thomas Malthus y del naturalista Herbert Spencer, dos pilares de la desigualdad, el racismo y la ley del más fuerte, así como de la aplicación de estas ideas a la totalidad de las especies por Charles Darwin quien pretendió explicar la evolución una lucha constante en la que sobreviven los más aptos.

Estas ideas retrógradas se combinaron con una visión mecanicista de la naturaleza que nada tiene que ver con la maravillosa complejidad de la vida que sin embargo estaba surgiendo a partir de otros investigadores, y el sentido último de los datos y observaciones que la nueva biología viene acumulando desde hace décadas confirma que el origen de la vida, su evolución y el secreto de su permanencia se encuentran en la simbiosis, es decir, en la cooperación.

De hecho, uno de los descubrimientos claves se produjo a mediados del siglo XX [8] y poco a poco va ganándose el respeto de más y más profesionales y académicos: la bióloga Lynn Margulis ha venido aportando evidencia de que nuestras células son el resultado de la fusión de diferentes microorganismos que continúan viviendo en simbiosis, de modo que nuestro ADN integra la información genética de bacterias y virus, y en nuestras células continúan viviendo antiguas bacterias que posibilitaron la obtención de energía a partir del oxígeno: las mitocondrias celulares, que tienen su propio ADN y que son tan sensibles a los antibióticos como cualquier otra bacteria de nuestro microbioma.

La primera descripción del microbioma —que incluye bacterias, arqueas, levaduras, eucariotas unicelulares, helmintos, hongos y virus— ya le valió un Premio Nobel al microbiólogo Joshua Lederberg aunque el término mismo lo propuso en 2001 [9]. Ahora, muchos años después, sabemos que la madre trasmite poblaciones de microbios al feto durante su estancia en el útero —se han encontrado bacterias en la placenta, en el cordón umbilical, en el líquido amniótico, en membranas fetales y en el meconio— sumándose posteriormente otras durante el parto vaginal y, una vez nacido el bebé, mediante el contacto piel con piel y a través del calostro y la leche materna que contienen 700 especies bacterianas, cuya función es aún desconocida pero que muy probablemente tendrán relación con los mecanismos de equilibrio y convivencia que caracterizan la simbiosis [10].

Más aún: toda la concepción determinista de la genética se ha hecho pedazos a partir de nuevos hallazgos y en particular el denominado Proyecto ENCODE [11]que ha mostrado que lo que se llamaba «gen» ha quedado vacío de contenido ya que la información genética es el resultado del trabajo coordinado de multitud de elementos dispersos por el genoma y sujeto a cambios influidos por diferentes ecosistemas, desde el medio interno al ecosistema planeta, y en el que juegan un papel clave los microbios, tanto los actuales como los que han evolucionado desde hace miles de millones de años integrándose incluso como partes de nuestras células, todos ellos con funciones de regulación claves para la vida y su desarrollo [12]. Una visión que no encaja en absoluto con los supuestos invasores patógenos y que nos obliga a cuestionarnos qué sentido tendría entonces la llamada «inmunidad». Responderé en un próximo artículo.

Termino con una lección aprendida en 27 años de investigación de las relaciones de poder: cuanto más «evidente» parezca una afirmación, cuanto menos parezca necesitar de demostración alguna o de datos y evidencias que la sostengan porque parece tan sentido común que el mero hecho de cuestionarla se presenta como una locura o peor aún como una irresponsabilidad, cuanta mas gente la defienda sin apenas conocerla y más agresivamente se reaccione contra quienes la ponen en duda, más posibilidades hay de que tenga poco que ver con la verdad y mucho con intereses de poder.

REFERENCIAS:

[1] Koch, R. “Acerca de la investigación bacteriológica”. En: Negociaciones del X Congreso Médico Internacional, Berlín 1890. Volumen I. Verlag August Hirschwald, Berlín 1891, p. 655. https://edoc.rki.de/bitstream/handle/176904/5173/650-660.pdf?sequence=1&isAllowed=y.

[2] Evans, A. “The Henle-Koch Postulares Revisited”. Yale Journal of Biology and Medicine, 49(2): 175-195, may 1976. https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC2595276/.

[3] “Bacteriology tested by Epidemiology”. Lancet, 173, 4464, 20 march 1909.

https://www.sciencedirect.com/science/article/abs/pii/S0140673600668538.

[4] Hume, Ethel Douglas. Béchamp or Pasteur? A lost chapter in the History of Biology, 1923; Pearson, R.B. Pasteur: Plagiarist, Impostor. The Germ Theory Exploded, 1942. Reeditados por Bechamp.org en 2006: http://www.mnwelldir.org/docs/history/biographies/Bechamp-or-Pasteur.pdf. Geison, Gerald L. The private science of Louis Pasteur. Princeton University Press, 1995. Dos capítulos claves disponibles en la red: http://www.mini4stroke.tweakdsl.nl/Histmedsc/Geison.pdf

[5] Pearson, R.B. Pasteur: Plagiarist, Impostor. The Germ Theory Exploded, 1942.

[6] Blog La Ciencia Perdida, de Artur Sala: https://artursala.wordpress.com/

[7] Rosenow, E. “Transmutations within the streptococcus Pneumococcus group”.1914 J. Infect. Dis., 14,1.

https://academic.oup.com/jid/article-abstract/14/1/1/882100?redirectedFrom=fulltext

[8] Margulis, L. “Origin of Eukaryotic Cells”. Yale University Press, 1970.

[9] Ledenberg, J. Y McCray, AT. “Ome Sweet Omics. A Genealogical Treasury of Words”.

Scientist. 2001;15(7):8. https://lhncbc.nlm.nih.gov/LHC-publications/pubs/OmeSweetOmicsAGenealogicalTreasuryofWords.html

[10] Aagaard, K et al. “The placenta habors a unique microbiome”. Science Translational

Medicine, 21 May 2014: Vol. 6, Issue 237, pp. 237ra65.

Funkhouser, LJ. y Bordenstein, SR. “Mom Knows Best: The Universality of Maternal Microbial Transmisión”. PLoS Biol 11(8): e1001631: http://journals.plos.org/plosbiology/article?id=10.1371/journal.pbio.1001631.

Cabrera-Rubio, R. Et al. The human milk microbiome changes over lactation and is shaped by maternal weight and mode of delivery”. Am J Clin Nutr September 2012 vol. 96 no. 3 544-551: http://ajcn.nutrition.org/content/96/3/544.full.

[11] Sandin, M. “Qué son los genes?”. http://www.somosbacteriasyvirus.com/quesonlosgenes.pdf

[12] Sandín, M. “Una nueva biología para una nueva sociedad”. Política y Sociedad, vol. 39, nº 3, 2002.http://www.somosbacteriasyvirus.com/nuevasociedad.pdf.

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