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Las cosas de comer

Miguel Ángel Cerdán
Miguel Ángel Cerdán
Licenciado en Historia. Profesor de Secundaria en la enseñanza pública. Articulista en diversos medios digitales e impresos de la Comunidad Valenciana.
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análisis

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Con los actuales precios de la gasolina y el gasóleo, un españolito de a pie, que trabaje a 50 km de su casa, tiene que gastar 400 euros al mes, sí, cuatrocientos, en combustible sólo para ir a trabajar. Como los sueldos en España son los que son, eche usted cálculos de las perspectivas que hay respecto a lo que importa, respecto a las cosas del comer.

Con la inflación superando los dos dígitos, diversos cálculos hablan de que las familias españolas ya tienen que gastar 260 euros más al mes que hace un año. Se dice pronto, ¿verdad? Sobre todo porque a los diversos partidos que hay en este país, este tema parece importarles más bien poco, entretenidos como están en sus majaderías varias. Nadie dice nada. Ninguno de los partidos. Lo que nos lleva a la conclusión de que los distintos partidos de nuestro país son todos sistémicos y que los supuestos nuevos sólo tenían la misión de controlar y encauzar la hemorragia electoral que sufrían los dos grandes.

Mientras, además de la inflación, estos días nos hemos enterado de que, según datos del INE, uno de cada tres valencianos, el 30,6 % de la población, está en riesgo de pobreza o de exclusión social. Así mismo, más de un 7 % de los valencianos se encuentra con carencias materiales severas, un 14 % tiene serias  dificultades para llegar a fin de mes, un 15 % no puede mantener su hogar con la temperatura adecuada y un 35 % no puede permitirse irse de vacaciones. Además, según el Instituto Nacional de Estadística, un 32,3 % no tiene capacidad para afrontar gastos imprevistos y un 11, 4 % ha tenido retrasos en el pago de gastos relacionados con el hogar, ya sean hipotecas o recibos varios. Son frías cifras. Y relativas al 2021. Ahora hay que añadir a las mismas el coste de la inflación, esa inflación que se ceba en productos básicos y en las cosas del comer, las que importan tan poco a la clase política. Claro, que igual a partir de septiembre, cuando las cosas se pongan feas de verdad, empiece a importarles un poco más. O no, porque en definitiva, ellos piensan mantener el control social y establecer, con la ayuda impagable de sindicatos y demás,  los cauces adecuados  e inocuos para desahogar  el descontento social. Y si después eso se traduce en una abstención masiva, como ya ha ocurrido en Francia, saben que no durará ni un día en los medios de comunicación ni ocurrirá nada. De ahí su tranquilidad. De ahí nuestra desgracia.

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