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Las leyes de Irene Montero, la soga en el cuello del feminismo real

El analfabetismo del Ministerio de Igualdad respecto a la diferencia entre la verdad real y la jurídica está teniendo entre otras consecuencias que las principales leyes aprobadas por Irene Montero estén destrozando, en nombre de un pretendido feminismo, las décadas de lucha de las mujeres por la igualdad real

José Antonio Gómez
José Antonio Gómez
Director de Diario16. Escritor y analista político. Autor de los ensayos políticos "Gobernar es repartir dolor", "Regeneración", "El líder que marchitó a la Rosa", "IRPH: Operación de Estado" y de las novelas "Josaphat" y "El futuro nos espera".
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El mes de agosto de 2023 será recordado, principalmente, por dos asuntos: el «don Erre que Erre» de Alberto Núñez Feijóo con su investidura y por la presunta agresión sexual de Luis Rubiales a la futbolista Jenni Hermoso.

El resto han sido temas secundarios que, una vez iniciado el curso político, han cogido más importancia como, por ejemplo, la amnistía que reclaman los partidos independentistas catalanes para apoyar a Pedro Sánchez en una supuesta investidura.

El Caso Rubiales ha demostrado de manera definitiva cómo las leyes estrella de Irene Montero se han convertido en la mejor arma del machismo y de los que están en contra de las leyes de género contra el feminismo real. Esto, por desgracia, es algo indiscutible y la demostración de que Irene Montero está absolutamente inhabilitada para seguir siendo ministra de Igualdad en el caso de que se renovara el gobierno de coalición progresista.

Durante el desarrollo del Caso Rubiales muchas personas, incluso defensoras del feminismo y de las políticas de igualdad, argumentaban que el ya expresidente de la RFEF no debía dimitir porque las responsables de que haya violadores que han salido a la calle por la Ley del Sí es Sí no lo hicieron.

Se puede discutir de machistas con toga, de que haya jueces conservadores que aprovecharan las graves deficiencias de la primera ley estrella de Irene Montero para atacar al gobierno con la alarma social generada con las revisiones de pena a condenados por abusos y violencia sexual contra la mujer.

Se puede culpar a quien se quiera de que eso haya ocurrido pero, la realidad es que es un hecho incuestionable y las cifras oficiales así lo demuestran.

Que esto haya sucedido es consecuencia de la política de absoluto desprecio a los procedimientos y los cauces legales necesarios para llevar al BOE una ley necesaria, fundamental, pero que no pudo haber sido aprobada por el Consejo de Ministros y el Parlamento en los términos en que se aprobó.

A día de hoy se sabe que hubo un duro debate en el Consejo de Ministros entre miembros del Ejecutivo que son expertos juristas y la facción de Podemos. El presidente Sánchez despreció las alegaciones realizadas por una cuestión política y para dar satisfacción a sus socios en el Ejecutivo. La Ley del Sí es Sí no pudo jamás ser aprobada en esos términos, tal y como reconoció el propio Sánchez y se demostró con la reforma exprés que se hizo de la misma para intentar paliar los nefastos efectos que estaba teniendo.

¿Por qué se ha llegado a este escenario? Hay varias razones entre las que destacan ese sectarismo que es tan propio del activismo. Si uno hace un análisis del equipo más cercano a Irene Montero en Igualdad se da cuenta de que todas eran activistas de diferentes causas.

Sin embargo, la ministra demostró su bisoñez en el desconocimiento de una de las máximas políticas cuando se pasa del activismo a un puesto de poder: las decisiones que se adoptan tienen que ir «de la ley a la ley», aprovechar los resortes legales existentes para conseguir que las reivindicaciones del activismo pasen de la pancarta al código con un cimiento sólido que sólo se consigue si se respetan los cauces del sistema democrático. Cuando Montero dijo que esa era «su Ley» y que así debía aprobarse, despreció ese principio básico y no se dio cuenta de que para alcanzar la categoría de verdad jurídica hay que tener muy en cuenta los argumentos de quienes conocen cómo llevar las legítimas reivindicaciones del activismo a la legislación sin generar reacciones violentas o propiciar efectos colaterales no deseados.

¿Acaso el sectarismo de Irene Montero y su «cuchipandi pancartera» antepuso el lado más maximalista de la ley y codificó la salida de violadores a la calle como «daño colateral asumible»? En ningún momento ha rectificado ni se ha movido de su posición a pesar de los miles de revisiones de pena provocados por «su Ley».

Lo mismo está sucediendo con la Ley Trans, la ley que está borrando del mapa a las mujeres como sujeto social. Diario16 fue el primer medio, tras la publicación del primer borrador, que advirtió de las graves consecuencias que esa otra ley de Irene Montero iba a tener para las mujeres víctimas de violencia machista. Desde los foros cercanos a Podemos se nos masacró y, por desgracia, los hechos nos están dando la razón con el cambio de género de un condenado por maltrato.

Eso también es aprovechado por los enemigos de las políticas feministas. Ayer, en la Asamblea de Madrid, Isabel Díaz Ayuso utilizó esos argumentos que, al estar sustentados en datos reales, impiden una réplica efectiva. Además, Ayuso dejó una frase absolutamente trágica y real: «Eso es lo que han hecho con el feminismo». Y tiene razón.

Ese es el legado de Irene Montero y de Podemos: llenar de balas el cargador de los enemigos de la igualdad real, de las políticas de defensa de los derechos de la mujer y a los negacionistas de la violencia machista para afirmar que hay un falso feminismo que persigue a los hombres.

Lo de la persecución es populismo, pero sí es cierto que Irene Montero y Podemos han impuesto un falso feminismo porque, en realidad, su gestión del Ministerio de Igualdad ha estado regida por una ideología que nace de la misoginia y del desprecio a la mujer.

La teoría queer parte de una base en la que roba elementos del feminismo para defender esa añagaza que es la autodeterminación de género. Por un lado, se oculta un mensaje absolutamente misógino cuando cuestiona la heterosexualidad obligatoria, algo que ya en el año 1980 fue planteado por uno de los referentes del feminismo, Adrienne Rich.

Además, el planteamiento queer, para defender sus postulados, se basa en un cuestionamiento de la ciencia, al señalarse aspectos como que la teoría queer intenta dar voz a las identidades de género que han sido calladas por el androcentrismo, la homofobia, el racismo y el clasismo de la ciencia. Estos planteamientos hacen comprender el intento de Irene Montero y su equipo de deshacerse de la medicina en la Ley Trans. Para defender esta aberración echan mano del término patologización para ver ese desprecio a todo lo científico para imponer sus postulados, como hacía la Inquisición en la Edad Media.

La teoría queer defendida por el Ministerio de Igualdad de Irene Montero ha ignorado los avances previos del feminismo y expolia planteamientos de referentes como Angela Davis o Adrienne Rich.

Sin embargo, lo preocupante es que lo que se pretende realmente es colocar con una pátina de buenismo sobre lo que de verdad representan: una idea patriarcal identitaria. Las feministas, desde que lleva Irene Montero al frente de su ministerio, han denunciado en diferentes foros que el objetivo es borrar a las mujeres, y lo han hecho tanto en la Ley de Libertad Sexual como, principalmente, en la Ley Trans.

Las dos leyes demuestran los verdaderos objetivos de la teoría queer, todo ello, eso sí, envuelto en un discurso antifeminista camuflado en una cháchara que pretende dar la idea de transgresión y revolución.

Las políticas impuestas por el Ministerio de Igualdad, intentando colarlo desde el feminismo, lo que realmente pretende es destruirlo porque ponen en cuestión la esencia principal de la revolución de las mujeres por la igualdad real, además de colocar en una situación de peligro extremo la lucha contra la violencia de género y, en ocasiones, defiende la pornografía o la prostitución sin hacer una diferenciación entre los distintos tipos de este fenómeno.

Una de las fundadoras de la teoría queer, Judith Butler, afirma en sus escritos que el hecho de ser mujer o ser niña es solo un acto performativo. Es verdaderamente sorprendente que se pretenda utilizar al feminismo cuando afirma que, a partir de la repetición de las conductas adjudicadas a cada sexo, el género se inscribe en el cuerpo. Esta autora borra de un plumazo todos los logros del feminismo porque afirma la única salida a las trampas del género está en ser queer. Niega, además, la existencia de la revolución feminista al defender la abolición del género y no su multiplicación.

La teoría queer defendida por Irene Montero niega la opresión histórica de las mujeres por el sistema patriarcal puesto que plantea un silogismo muy peligroso: si parece opresivo «ser mujer», la solución está en cambiar de rol y, de este modo, se abandona de la opresión del género originada por tu sexo, por haber nacido mujer, porque se transmuta hacia el rol varón y, de este modo, se pasa de oprimida a opresor. Ni David Copperfield lograría algo así.

El problema de las políticas del actual Ministerio de Igualdad es que parten de planteamientos reaccionarios que tienen consecuencias nefastas para las mujeres que, en teoría, afirman defender. La teoría queer trata de destruir al sujeto mujer y afirma abiertamente que «al destruir el binarismo se extingue coyunturalmente a la mujer como sujeto».

Si uno lee atentamente los manuales y las proclamas, se da cuenta de que la teoría queer esconde, en realidad un idealismo conservador, liberal, misógino y antifeminista. Y esto, como buen Caballo de Troya, se hace a través de una mujer que se declara abiertamente feminista pero que sus hechos demuestran lo contrario.

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2 COMENTARIOS

  1. Gracias Irene, Ione, Isa,…
    Mientras haya personajes que botafumeiran o se ponen de lado respecto a la judicatura no sólo no habrá verdadero feminismo, la ley mordaza seguirá campando a sus anchas, esta pseudodemocracia resultará será como todo lo suyo cinismo e hipocresía.
    Somos tont@s pero ni tod@s ni tan tont@s.

  2. Hay una ley con la lectura que se hace de estas cosas en España, que convierte las leyes de punto final y la amnistía de los asesinos franquistas en un claro ejemplo democrático con desprecio a los derechos humanos. Estos abusos sexuales están a la baja y objetivamente hay que reconducir la duración de las condenas, no tengo nada que decir. El problema es que la misma tipificación se hace en la nueva ley sobre los agresores, y han soltado a los primeros sin juzgarlos por este delito – repito – por el no habrían sido juzgados. Y si todo es adecuado al derecho, como defiende la cabaña fascista de los jueces, procedan por favor a cerrar con la legalidad vigente todos estos aberrantes sucesos o vayan a tomar por culo.

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